La historia del sufrimiento
Hace apenas un mes, Jorge Moragas, secretario de Relaciones Internacionales del Partido Popular, declaraba en una entrevista: "Le¨ª y escuch¨¦ a la izquierda, y me di cuenta de que entre la igualdad y la libertad prefiero la libertad". Supongo que en este mundo lleno de injusticias algo as¨ª solo puede decirlo quien pertenece a lo que antes daba en llamarse una familia bien. Es decir, una familia respetada socialmente, cuyos miembros no han tenido problemas para elegir sus carreras o profesiones, ni por supuesto han sufrido en sus propias carnes la indiferencia o el desd¨¦n de los que todo lo tienen. En realidad, hay muy pocas familias as¨ª, pues la diferencia entre pobres y ricos, entre los poderosos y los que nada tienen no ha hecho sino crecer durante estos ¨²ltimos a?os. Y a quien no tiene d¨®nde caerse muerto ?de qu¨¦ le sirve la libertad? ?Qu¨¦ le dir¨ªa una fr¨¢gil gacela al le¨®n que poderoso y magn¨ªfico se pasea a su lado por las inmensas llanuras de ?frica: quiero ser libre o quiero parecerme a ti?
Los reg¨ªmenes comunistas eran tir¨¢nicos; el liberalismo feroz que padecemos es injusto
Hoy el modelo es el p¨ªcaro, que hace lo que sea para conseguir sus prop¨®sitos
"Hay que elegir entre la justicia y el amor. Yo no puedo, yo quiero las dos cosas", escribe El¨ªas Canetti. Nuestra ¨¦poca ha hecho un mito de la libertad, pero la libertad es una palabra poco convincente. Los que nada tienen no sue?an con ser libres, sino con el fin de sus sufrimientos. Los enfermos sue?an con estar sanos, las mujeres con tener los mismos derechos que los hombres, los cojos con competir con los grandes atletas, y los que van a recoger a la puerta de las iglesias el arroz de las bodas sue?an, como Eleanor Rigby, con tiernas noches de amor. Nos gusta jugar con las palabras, pero las palabras no son nada separadas de las otras palabras. "Las palabras", escribi¨® Maupassant, "tienen alma. La mayor¨ªa de los lectores, incluso de los escritores, solo les piden un sentido. Es necesario encontrar esa alma que aparece al contacto con otras palabras". Y el alma de la palabra libertad solo puede florecer lejos de la injusticia y el desd¨¦n. Hasta el amor sufre los efectos de estos nuevos y presuntuosos legionarios de la libertad. "Estamos a punto de quedarnos sin amor. Y nos lo van a arrebatar con el mismo argumento con el que nos lo arrebatan todo: en nombre de la libertad", ha escrito Manuel Cruz. Todos anhelamos ser libres, pero la libertad no es nada sin el reconocimiento de la radical igualdad entre los seres humanos, sin la atenci¨®n a los que sufren, sin la b¨²squeda de lo fraterno. Se parece a la poes¨ªa. John Keats dijo que el poeta era igual a todos los hombres. Si estaba ante un rey, era un rey; si estaba junto a un mendigo, era un mendigo. La poes¨ªa postula la continuidad entre todos los seres de la creaci¨®n, vive en el bosque de las analog¨ªas. Nos dice que hay un parentesco entre todo lo creado.
Octavio Paz ha escrito que de las tres palabras cardinales de la democracia moderna, libertad, igualdad y fraternidad, la m¨¢s importante es fraternidad. La libertad sin igualdad genera injusticia; la igualdad sin la libertad, tiran¨ªa. Un ejemplo de tiran¨ªa son los reg¨ªmenes comunistas; un ejemplo de injusticia, el feroz liberalismo econ¨®mico que padecemos, y que est¨¢ conduciendo al mundo a la cat¨¢strofe, ante el entusiasmo de los que no dejan de llenar sus arcas ajenos a la pregunta de d¨®nde viene de verdad su riqueza. "La fraternidad armoniza las otras dos y nos ayuda a corregir sus excesos.Su otro nombre es solidaridad".
De las tres historias de la humanidad, la de la violencia, la de la belleza y la del sufrimiento, solo las dos primeras se escuchan. "El sufrimiento", ha escrito Adam Zagajewski, "es mudo. Quiero decir hist¨®ricamente mudo. Un grito no dura mucho y no se deja perpetuar en ninguna partitura". El sufrimiento no deja ninguna huella y basta con mirar a otro lado para que sus efectos desaparezcan. Nadie cuenta la historia de los ni?os que se mueren de hambre, de los africanos que naufragan en las pateras, del pueblo saharaui, de las vendedoras de rosas en los arrabales de la droga, de las adolescentes mexicanas asesinadas en las fronteras de la corrupci¨®n y la perversidad. Nadie quiere escuchar su historia, porque hacerlo supondr¨ªa tener que preguntarnos, por ejemplo, si tal vez pudimos hacer algo para evitar su sufrimiento, y si acaso no somos responsables de ¨¦l por nuestro silencio. El alto ejecutivo que va a cobrar bonos millonarios mientras se prepara una brusca reducci¨®n de los empleados de su empresa, ?se pregunta por el destino de todas esas familias que se quedar¨¢n sin trabajo? No, no lo hace, le basta con pensar en su libertad. Los sanos no se preguntan por las historias de los enfermos, las grandes damas por el destino de los esclavos que bajan a las minas de Sierra Leona para conseguirles los diamantes que lucir¨¢n en las fiestas, los vendedores de armas por el uso que dar¨¢n a las armas aquellos que se las compran.
Como afirma Jos¨¦ Mar¨ªa Merino, el modelo del caballero andante ha ca¨ªdo en desuso. Hoy el modelo es el p¨ªcaro, el que no duda en hacer lo que sea con tal de conseguir sus prop¨®sitos. Pero los h¨¦roes de nuestra infancia no eran as¨ª. Amaban la libertad, pero sab¨ªan que esta no era nada sin el anhelo de justicia. Por eso se pon¨ªan de parte de los d¨¦biles y los oprimidos. Ellos no pod¨ªan aceptar vivir en un mundo donde alguien sufriera a causa de los abusos o la indiferencia de los poderosos. Amaban la libertad, pero sab¨ªan que esta solo cobraba su verdadero sentido en un mundo desinteresado y fraterno.
El coraz¨®n de una sociedad es la ley, el de una comunidad es el amor, dijo Roberto Rossellini. La idea de una comunidad no es nada sin un proyecto com¨²n, sin la certeza de que m¨¢s all¨¢ de nuestros intereses particulares hay algo delicado y eterno que compartimos con los dem¨¢s. La poes¨ªa surge de esa certeza, y por eso se empe?a en seguir contando la historia del sufrimiento de los hombres. Cesare Pavese dijo que era una protesta contra las afrentas de la vida. Una forma de llamar la atenci¨®n sobre la tristeza, el dolor y las injusticias, pues mientras haya alguien que sufra en el mundo no somos lo que deber¨ªamos ser.
No nos basta con ser libres, queremos ser amados. Por eso buscamos la compa?¨ªa y el respeto de nuestros iguales. Puede que la poes¨ªa surja de la soledad y el ensimismamiento, pero siempre parte al encuentro de los dem¨¢s, quiere no defraudarles. Sus palabras son las palabras desinteresadas. En nuestro mundo, escribe Adam Zagajewski, apenas hay lugar para palabras as¨ª, pero los grandes poetas siguen empe?ados en escribirlas. Est¨¢ claro que casi nadie les hace caso. "Los cr¨ªticos matan a los autores. Los lectores se aburren pronto y ahogan los libros como si fueran gatitos reci¨¦n nacidos Pero ?d¨®nde est¨¢ dicho que la fraternidad es f¨¢cil? Miren, si no, la Biblia...".
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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