Anne Sinclair, el apoyo de DSK
Anne Sinclair pagar¨¢ la defensa, la seguridad y los detectives privados
El jueves, despu¨¦s de que el juez neoyorquino Michael Obus concediera a Dominique Strauss-Kahn la libertad bajo fianza en arresto domiciliario, el ya ex director gerente del Fondo Monetario Internacional se volvi¨®, por un momento, y mir¨® hacia el p¨²blico. En primera fila se encontraba su esposa, Anne Sinclair, que hab¨ªa volado el lunes desde Par¨ªs hacia Nueva York. DSK levant¨® la mano, salud¨® y sonri¨®. Ha sido la ¨²nica vez que se ha visto sonre¨ªr a este exl¨ªder mundial, acusado ahora de intento de violaci¨®n, entre otros delitos, y con un futuro judicial (y un futuro a secas) bastante sombr¨ªo.
La prensa estadounidense se pregunt¨® entonces qui¨¦n era esa mujer morena, de 62 a?os, de vestido y chaqueta, que sal¨ªa de la sala del tribunal mirando al frente, abrazada a una de las hijas de Strauss-Kahn. Pocos minutos despu¨¦s de abandonar el hotel de lujo en el que se hospedaba y en el que se produjo, seg¨²n la denuncia, el intento de violaci¨®n y el secuestro, el pol¨ªtico franc¨¦s llam¨® por tel¨¦fono a su mujer: "Algo grave ha pasado", explic¨® DSK.
DSK solo podr¨¢ salir, con permiso, al m¨¦dico, al juzgado o a la sinagoga
Sinclair es la nieta heredera de uno de los mayores marchantes de arte del mundo, Paul Rosenberg, amigo (y comprador) de pintores afincados en Par¨ªs como Picasso, Matisse o Braque, entre otros. Durante la II Guerra Mundial, Rosenberg huy¨® a Nueva York dejando su impresionante colecci¨®n de arte escondida en tres lugares. Tras la victoria de los aliados, logr¨® recuperarla casi por entero. Todo ese tesoro, calculado en cientos de millones de euros, pertenece ahora en exclusiva a su nieta. Nacida en Nueva York, criada en Par¨ªs, de doble nacionalidad, biling¨¹e, periodista estrella de la principal cadena de televisi¨®n francesa durante los a?os ochenta, ¨¦poca en que Sinclair present¨® un programa de entrevistas pol¨ªticas, 7 sur 7, por el que desfil¨® todo el que era alguien en la Francia en aquel tiempo. Excepto el ultranacionalista Jean-Marie Le Pen, a quien Sinclair, de ascendencia jud¨ªa, hija de un h¨¦roe de la Resistencia y simpatizante de la izquierda francesa, se neg¨® a invitar siempre.
En 1991 se cas¨® con Strauss-Kahn y form¨® con ¨¦l una familia at¨ªpica: ella aport¨® dos hijos de su anterior matrimonio; ¨¦l, cuatro de los dos suyos. Siempre apoy¨® las aspiraciones pol¨ªticas de su ambicioso marido, le disculp¨® p¨²blicamente la infidelidad con una economista h¨²ngara que en 2008 a punto estuvo de costarle ya el cargo al exdirector del FMI y estaba dispuesta a emplear su fortuna en sostener su candidatura para la presidencia de la Rep¨²blica el a?o que viene. Ahora la emplear¨¢ en otra cosa: en la defensa de Strauss-Kahn y en los gastos que la estancia de preso de lujo hipervigilado generar¨¢ en los meses en los que permanecer¨¢ en Nueva York mientras espera un juicio en el que se enfrenta a 78 a?os de c¨¢rcel. Le Figaro calcula que ascender¨¢n a entre dos y tres millones de euros, sin contar con la fianza: un mill¨®n de d¨®lares (700.000 euros) y la garant¨ªa bancaria de cinco millones de d¨®lares.
El exdirector del FMI vivir¨¢ en un apartamento custodiado 24 horas al d¨ªa por c¨¢maras, con guardias armados en la puerta y con un brazalete electr¨®nico en el tobillo. Solo podr¨¢ salir, tras pedir permiso con seis horas de antelaci¨®n, para ir al m¨¦dico, al juzgado o a la sinagoga. Podr¨¢n visitarle cuatro personas a la semana, adem¨¢s de la familia. Todo sufragado por el propio Strauss-Kahn o su mujer, que adem¨¢s deber¨¢n hacer frente a la minuta de los abogados penalistas m¨¢s famosos y caros de Nueva York, William Taylor y Benjamin Brafman. Estos, por su parte, contratar¨¢n -a costa de DSK, evidentemente- a la famosa firma de detectives privados neoyorquinos White Post Solutions a fin de que escarben en la vida de la empleada de hotel que puso la denuncia y en la de su familia, amigos, amantes o enemigos, a la b¨²squeda de una rendija por la que colarse y desacreditar su testimonio.
M¨¢s informaci¨®n en p¨¢ginas 28 y 29
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.