La alta cultura persigue el tir¨®n de las estrellas
Sarah Jessica Parker y Alec Baldwin son algunos de los actores que asesoran a prestigiosas instituciones art¨ªsticas
Hace ya a?os que el ¨¦xito de algunas campa?as organizadas por las ONG est¨¢ inextricablemente unido al ritual de ponga una celebridad en su vida. Famosos que dan su cara para defender la lucha contra el hambre (Bono), el sida (Liz Taylor), Hait¨ª (Sean Penn) o Darfur (George Clooney), y que con su presencia le dan visibilidad a causas que sin ellos apenas recibir¨ªan atenci¨®n medi¨¢tica. A ese carro tambi¨¦n se han unido marcas y firmas de todo tipo, que han optado por vincular la publicidad de sus productos a iniciativas solidarias en las que siempre luce alg¨²n nombre famoso. Esta semana por ejemplo, la marca de cosm¨¦tica Kiehl's celebraba en Nueva York su 160 aniversario con el lanzamiento de una convocatoria solidaria para financiar proyectos relacionados con el sida, la infancia y el medioambiente al que est¨¢n unidos, entre otros, los nombres de Amaia Salamanca, Julianne Moore y Scissor Sisters. Pague usted un mont¨®n de dinero por sus cremas pero no se sienta culpable: una parte de ese dinero ir¨¢ a financiar alguna buena causa avalada por una estrella. La idea, en sus muchas variantes, suele ser la misma.
Pero lo que hasta ahora no ocurr¨ªa y empieza a ser tendencia, es que los museos y otras instituciones venerables como el New York City Ballet inviten a las celebridades a incorporarse a sus consejos de administraci¨®n. Hasta ahora los centros culturales serios se limitaban a fichar estrellas de vez en cuando para darle cach¨¦ a sus galas y a sus cenas ben¨¦ficas. Sin embargo, eso parece que ya no basta y ahora algunas instituciones apuestan por incluir actores o cantantes entre los de empresarios, banqueros o multimillonarios, que son los que suelen formar parte de esos consejos, normalmente poblados por quienes m¨¢s dinero donan.
Sarah Jessica Parker, por ejemplo, empieza a ser uno de esos nombres ubicuos. La actriz protagonista de Sexo en Nueva York acaba de incorporarse al consejo de apoderados del New York City Ballet, una invitaci¨®n que le lleg¨® poco antes de que tambi¨¦n se dejara ver luciendo sus manolos como copresidenta de la gala de honor del Brooklyn Museum of Art.
Otro nombre que ha dado el salto del apoyo publicitario puro y duro -prest¨¢ndole su voz a los anuncios de la Orquesta Filarm¨®nica de Nueva York- a entrar en el coraz¨®n de su mundo administrativo es el actor Alec Baldwin. El int¨¦rprete, uno de los protagonistas de la serie 30 Rock, se limitaba a anunciar los conciertos de la orquesta en la radio como su voz oficial. Ahora, adem¨¢s, se codea con los m¨²ltiples ricachones de la alta sociedad neoyorquina que aportan sustanciosas cantidades a la instituci¨®n.
Lo curioso es que las celebridades, precisamente por serlo, quedan exentas de hacer las aportaciones econ¨®micas que son necesarias para formar parte de esos grupos. Por lo general, el m¨ªnimo que se exige para entrar a formar parte de cualquier consejo de trustees (apoderados, administradores) es donar al menos 50.000 d¨®lares (unos 35.000 euros) al a?o. "No est¨¢n en el consejo por su habilidad para dar dinero sino para ser portavoces y asistir a las cenas con otros grandes donantes" explicaba en The New York Times Zarin Mehta, presidente de la Filarm¨®nica de Nueva York, en referencia a Baldwin y a dos m¨²sicos de renombre como Joshua Bell e Itzhak Perlman. Gente como Baldwin adem¨¢s lleva a sus conciertos a amigos como Meryl Streep y otros actores, algo que seg¨²n Mehta la da glamour a la instituci¨®n.
Hace a?os que el American Museum of Natural History tiene entre sus consejeros a Lorne Michaels, el m¨ªtico productor del programa Saturday Night Live, algo que es motivo de envidia entre organizaciones como la New York City Opera, que en un debate reciente sobre como conseguir un consejo de apoderados fuerte sugiri¨® que habr¨ªa que intentar atraer tambi¨¦n a deportistas famosos. Es el nuevo eslogan, ponga un famoso en su vida, le dar¨¢ glamour a su instituci¨®n. Parece innegable, hasta la cultura m¨¢s seria ha sucumbido al poder de la revista People y similares.
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