La visita que no llam¨® al timbre
Tiempo sobrado habr¨¢ para analizar con calma los resultados de hoy en las urnas: pendientes de conocer todav¨ªa los datos completos de las elecciones auton¨®micas (donde la victoria del PP ha sido en cualquier caso rotunda), el ¨¢mbito municipal castiga severamente al PSOE, que pierde siete puntos respecto a los comicios de 2007 y queda casi dos millones de votos y 10 puntos por detr¨¢s del PP. Resulta inaplazable, en cambio, la valoraci¨®n de la protesta iniciada en la Puerta del Sol madrile?a contra la insulsa, autista e inconvincente campa?a de los partidos que se han disputado en estos comicios m¨¢s de 8.000 alcald¨ªas y 13 presidencias auton¨®micas.
El Movimiento del 15 de Mayo (15-M) agarr¨® tan de sorpresa a los infatigables vigilantes de la playa medi¨¢tica que sus primeras reacciones estuvieron marcadas por una mezcla explosiva de imprudencia, desconcierto y estupidez. El gremio de tontilocos y lun¨¢ticos que contin¨²a gui¨¢ndose por la interpretaci¨®n conspirativa de la historia explic¨® en radios y televisiones la inesperada novedad como una audaz operaci¨®n de ETA o como una astuta maniobra del vicepresidente Rubalcaba para repetir los disturbios callejeros posteriores al 11-M que supuestamente habr¨ªan permitido al PSOE ganar las elecciones generales de 2004.
Las risibles tesis paranoicas de quienes contin¨²an manteniendo o insinuando -incluida Esperanza Aguirre- que ETA y el PSOE formar¨ªan parte de la "autor¨ªa intelectual" del atentado de Atocha resultan de refutaci¨®n sencilla. No ser¨¢ tan f¨¢cil, sin embargo, ponerse de acuerdo sobre las causas del 15-M: como dec¨ªan los cl¨¢sicos, la lechuza de Minerva s¨®lo emprende el vuelo al anochecer. A este respecto, las sensaciones del d¨¦j¨¤ vu freudiano son casi siempre enga?osas: las analog¨ªas oscurecen tanto como iluminan. La plaza Tahrir de El Cairo tal vez haya servido de sugerencia para escoger el coraz¨®n de las ciudades como escenario de la protesta del 15-M; sin embargo, el Egipto de Mubarak y la Espa?a de Zapatero se parecen entre s¨ª tanto como un huevo a una casta?a.
Las cr¨ªticas a los partidos pol¨ªticos espa?oles -desde el car¨¢cter olig¨¢rquico de la direcci¨®n y la oscuridad de la tesorer¨ªa- y a la presencia en sus listas electorales de imputados judicialmente por corrupci¨®n no guardan relaci¨®n alguna con el populismo sino con los valores democr¨¢ticos y la moral ciudadana: ?no ha sido una provocaci¨®n a la decencia pol¨ªtica la candidatura de Camps? La reforma electoral a la que se resisten socialistas y populares ser¨ªa suscribible por una buena parte de la ciudadan¨ªa. La democracia participativa puede ser compatible con la democracia representativa: la Constituci¨®n del 78 da cabida en su seno a instituciones como el refer¨¦ndum y la iniciativa popular de proposiciones de ley. El tono imperioso de la consigna ?Democracia real ya! es solo una cl¨¢usula de estilo de los movimientos sociales; la realidad de una democracia significa que sus normas se apliquen en la pr¨¢ctica.
La mayor¨ªa de los participantes en esas movilizaciones han sido probablemente votantes potenciales de la izquierda, decepcionados con el PSOE tras el brusco viraje de mayo de 2010 -Zapatero, no nos falles- e insuficientemente atra¨ªdos por Izquierda Unida. El cat¨¢logo de sus propuestas ofrece el abigarrado amontonamiento propio de las ofertas de botica. Algunas olvidan la interdependencia econ¨®mica europea y otras ignoran las tercas resistencias de la realidad. Pero tambi¨¦n los padres y los abuelos de los manifestantes del 15-M apostaron en su d¨ªa por desatinos antropol¨®gicos como el hombre nuevo y terminaron aceptando su definitivo destierro del para¨ªso terrenal.
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