Indignados y acampados
Estaban. Nos ment¨ªan quienes les proclamaban como reyes de la indiferencia y el pasotismo. Ya salen de sus escondites donde tomaban fuerzas y planeaban estrategias.
Conocen. Nos enga?aban quienes dec¨ªan que no entend¨ªan de democracia, legalidad y pol¨ªtica. Que sab¨ªan mucho del fuera de juego futbol¨ªstico y nada del juego pol¨ªtico.
Colectivizan. Nos dec¨ªan que eran las generaciones del yo, yo y solo yo. Que las pantallas t¨¢ctiles, los Facebook y Twitter los deshumanizan. Pero resulta que les conectan -a la velocidad del mundo de hoy- uno, con otro, con otro, hasta el infinito.
Saben. Se organizan en espont¨¢neas asambleas donde todos pueden hablar, opinar y proponer. Se entienden sin chillar y sin faltar al respeto. Parlamentos populares donde reina el orden sin guardaespaldas. Se ceden la palabra amablemente y con gestos sordos aplauden o desaprueban.
No heredan fortunas, ni derechos sociales y humanos. Adquieren deudas que no provocaron. Combaten con mecanismos del pasado, muy vigentes: la no violencia, el boicot, la huelga y la acampada.
En las avenidas de Wall Street, frente a los banqueros y las corporaciones; en Santiago de Chile, frente a los Gobiernos que venden la Pacha Mama al empresariado; en las plazas del Estado espa?ol, denunciando una clase pol¨ªtica corrupta e incapaz que se perpet¨²a en los escenarios de la democracia falseada; en las calles del mundo ¨¢rabe derrocando dictaduras... han vuelto, porque no se fueron: la juventud revolucionaria.- Gustavo Duch. Barcelona.
Vivimos tiempos parad¨®jicos y confusos, y, por tanto, dif¨ªciles de comprender. Por una parte, en los pa¨ªses democr¨¢ticos, hemos alcanzado cotas impensables de bienestar y de derechos; y, por otra, se constata una insatisfacci¨®n creciente ante la certeza de que esos derechos y bienestar nos son arrebatados antes de haberlos alcanzado plenamente.
Sabemos que algo no va bien; que nuestro castillo de naipes se desmorona; que este sistema econ¨®mico y de valores est¨¢ agotado. Pero, ni economistas, ni pol¨ªticos, ni tampoco los intelectuales, parecen estar en condiciones de ofrecernos alternativas claras y cre¨ªbles, en este mar de incertidumbres. Pensamos que deber¨ªamos indignarnos, pero parece que no tuvi¨¦ramos claro el porqu¨¦. Nos dicen que debemos reaccionar, pero, en el fondo, somos reaccionarios. Sabemos que tenemos la obligaci¨®n moral de luchar contra las injusticias, pero no tenemos tiempo, ni ganas, ni un enemigo visible a abatir.
A¨²n es pronto para que se produzca una indignaci¨®n masiva. A¨²n necesitamos m¨¢s asedio, m¨¢s recortes de los poderes econ¨®micos en connivencia con la clase pol¨ªtica, para que reaccionemos y exijamos un mejor reparto de esa enorme riqueza que entre todos generamos y solo unos pocos disfrutan. De momento, solo unos pocos j¨®venes, sin futuro y sin casi nada que perder, est¨¢n dispuestos a denunciar el deterioro moral, econ¨®mico y social que se est¨¢ produciendo en las supuestas democracias actuales. Pedro Serrano Valladolid
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