Mano dura contra el ciberacosador
La alarma por el 'mobbing' escolar en la red ya mueve a la justicia - Piden 10 a?os para el joven que humill¨® a otro hasta el suicidio en EE UU
En recientes casos de acoso escolar en Estados Unidos, que acabaron en suicidios que resonaron en toda la naci¨®n, los fiscales y los familiares de aquellas v¨ªctimas han decidido que el castigo de los depredadores sea ejemplar. Rodeado de silencio durante mucho tiempo, el abuso contra aquellos a los que se percibe como m¨¢s d¨¦biles, diferentes o competidores en las aulas ha dejado de ser un tab¨². En el terreno de nadie que a veces son las instituciones educativas, los acosadores han quedado expuestos ante compa?eros, amigos, familiares y ante la opini¨®n p¨²blica. Algunos han hecho penitencia de forma abierta. Los pocos que han preferido guardar silencio se enfrentan ahora a largas penas de c¨¢rcel. La inmunidad del acosador ha acabado.
Ravi informaba en Twitter de que iba a espiar a un compa?ero gay
El caso simboliz¨® un cambio sobre c¨®mo enfrentarse a la homofobia
Algunos expertos creen que la tolerancia cero no es suficiente
Hay que ense?ar al abusador a cambiar sus comportamientos
Dharun Ravi se ha convertido en una cara f¨¢cilmente reconocible por su implacable acoso a un joven gay. Los juzgados de Nueva Jersey le pueden condenar a hasta 10 a?os de c¨¢rcel por intimidaci¨®n y discriminaci¨®n por motivos de orientaci¨®n sexual. Ravi tiene 19 a?os. Entr¨® en la Universidad de Rutgers en agosto. All¨ª conoci¨® a Tyler Clementi, con quien le toc¨® compartir habitaci¨®n en el colegio mayor. Ravi no estaba muy feliz. En su cuenta de Twitter escribi¨®: "Me acabo de enterar de que mi compa?ero de cuarto es gay" y "mi compa?ero me ha pedido la habitaci¨®n hasta medianoche. Fui a la habitaci¨®n de Molly, encend¨ª mi c¨¢mara y le vi enrollarse con otro tipo".
Ravi y su amiga Molly Wei, de hecho, controlaron por c¨¢mara los encuentros privados de Clementi, y los emitieron a trav¨¦s de un servicio de chat. El perfil de Twitter de Ravi da fe de ello: "Todo el que tenga iChat, que se conecte de 9.30 a 12.00 porque va a suceder de nuevo". Clementi se suicid¨®, saltando al r¨ªo Hudson, horas despu¨¦s de esa retransmisi¨®n.
La fiscal¨ªa del condado de Middlesex present¨® inmediatamente cargos contra Ravi y Wei por violaci¨®n de la intimidad. Posteriormente, la chica lleg¨® a un acuerdo con la fiscal¨ªa y acept¨® testificar contra Ravi. El 20 de abril, un gran jurado acept¨® ampliar los cargos contra este, incluyendo el de discriminaci¨®n por orientaci¨®n sexual. En su primera comparecencia ante la justicia, el lunes, se declar¨® inocente.
Algunos expertos opinan que castigos duros como aquel al que se enfrenta Ravi no siempre cumplen el objetivo reducir el acoso. "Sabemos que las estrategias de tolerancia cero no funcionan. El castigo no ense?a a los acosadores c¨®mo cambiar sus comportamientos", asegura Susan Swearer, psic¨®loga, experta en matonismo y profesora en la Universidad de Nebraska-Lincoln. "Necesitamos intervenciones terap¨¦uticas, como sesiones de orientaci¨®n psicopedag¨®gica y pr¨¢cticas de justicia reparadora para ense?arles a cambiar sus comportamientos".
El suicidio de Clementi simboliz¨® un cambio en c¨®mo EE UU se enfrenta al acoso y la homofobia adolescente. La televisi¨®n inform¨®. El presidente Barack Obama dijo en un v¨ªdeo emitido en Internet que el caso le hab¨ªa "roto el coraz¨®n". La muerte de Clementi dio fuelle a un programa de concienciaci¨®n en que homosexuales de toda condici¨®n social hablan abiertamente ante las c¨¢maras para admitir que ellos tambi¨¦n fueron maltratados psicol¨®gica o f¨ªsicamente en las escuelas, pero que las cosas mejoran con la edad.
Ante la duda de si hubiera sido mejor que un gay y un supuesto hom¨®fobo no compartieran habitaci¨®n, la Universidad de Rutgers ha aprobado colegios mayores calificados de seguros, es decir, donde puedan convivir alumnos gais y transexuales. El senador Frank Lautenberg, dem¨®crata de Nueva J¨¦rsey, ha propuesto una norma, bautizada como Ley Tyler Clementi, que exigir¨ªa a todas las universidades que reciban fondos federales que tengan regulaciones que castiguen el acoso y la discriminaci¨®n entre estudiantes por raza, nacionalidad, sexo, tendencia sexual, identidad de g¨¦nero, discapacidad o religi¨®n.
"Aunque no hay forma de eliminar completamente la crueldad que algunos estudiantes optan por infligir en sus compa?eros, deber¨ªa existir en todas las universidades un c¨®digo de conducta que permita prohibir el acoso", asegura Lautenberg. "No podemos convertir la tolerancia en ley, pero podemos trabajar para que los campus tengan un ambiente m¨¢s positivo y seguro", a?ade el legislador dem¨®crata Rush Holt, que ha copatrocinado la ley en la C¨¢mara de Representantes federal.
En una investigaci¨®n del a?o pasado del Ciberbullying Research Center se entrevist¨® a 2.000 adolescentes norteamericanos. Un 20% de ellos hab¨ªa sentido, en alg¨²n momento de su vida, tendencias suicidas. "Los j¨®venes a los que se molesta e intimida, o que han intimidado a otros, se encuentran en un riesgo elevado de sufrirlas", aseguran los autores, Sameer Hinduja y Justin Patchin. "Esta correlaci¨®n se ha comprobado a trav¨¦s de investigaciones que demuestran c¨®mo el acoso (muy a menudo como v¨ªctima pero tambi¨¦n en calidad de autor) contribuye a la depresi¨®n, a la disminuci¨®n de la autoestima, la angustia y el aislamiento -todos ellos precursores de pensamientos y comportamientos suicidas-".
El caso de Phoebe Prince es casi de manual. Esa joven se suicid¨® en enero de 2010, a los 15 a?os, en Massachusetts. El juzgado conden¨® a libertad condicional y trabajos comunitarios a cinco de los adolescentes a los que se acus¨® de someterla a un constante escarnio p¨²blico en su instituto y a trav¨¦s de mensajes de texto y por Internet. Entre esos acosadores estaba el exnovio de Prince, Sean Mulveyhill, de 18 a?os, que, tras acabar su relaci¨®n con ella, la someti¨® a numerosos insultos. En un mensaje a uno de sus allegados, antes de suicidarse, Prince escribi¨®: "Creo que el hecho de que Sean se metiera en esto es uno de los ¨²ltimos clavos en mi ata¨²d".
Hay quien ha querido ver la condena contra Muyvehill y otros compa?eros de instituto como ligera. Sin embargo, para David Sullivan, el fiscal del distrito, el proceso de exposici¨®n p¨²blica de esos adolescentes ha sido la lecci¨®n que toda la naci¨®n debe aprender. "Han pagado ante los medios y ante la opini¨®n p¨²blica. Esto queda sobre sus espaldas para el resto de sus vidas. Y lo que es peor: lo llevan sobre sus conciencias", dijo. "La ¨¦poca de hacer la vista gorda ha tocado ya a su fin".
En el juicio por el caso Prince hubo un rosario de humillaciones p¨²blicas por parte de aquellos adolescentes. "Estoy avergonzada de m¨ª misma", dijo Kayla Narey, de 18 a?os, que era exnovia de Muyvehill cuando este comenz¨® a salir con Prince, y que fue una de las que m¨¢s se ensa?¨® con la joven irlandesa. En el juzgado record¨® que, en diciembre de 2009, Prince lleg¨® a enviarle un mensaje de disculpa por haber salido con Muyvehill. Tal era su desesperaci¨®n, que ped¨ªa clemencia a su acosadora. "Fueron mi dolor, mi enfado y mis celos lo que hicieron que mi actitud cambiara despu¨¦s de aquellas Navidades. En aquel momento tuve la oportunidad de actuar como la persona para la que se me hab¨ªa educado. No supe hacerlo", dijo esta compungida.
Narey, como otros tantos adolescentes, obr¨® de ese modo para llegar a la cumbre de poder social que se crea en los institutos. Recientes estudios demuestran que los j¨®venes ejercen una mayor violencia f¨ªsica y psicol¨®gica sobre otros cuando buscan popularidad. Seg¨²n una investigaci¨®n publicada este a?o en American Sociological Review, los acosadores no siempre lo son por naturaleza, sino que recurren al abuso para abrirse paso hacia la cumbre de sus entornos. "Seg¨²n se van haciendo m¨¢s populares, se comportan de forma m¨¢s agresiva", asegura su autor, el profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad de California Davis Robert Faris. "Hasta que consiguen llegar al c¨ªrculo dominante en sus institutos y, en ese momento, la violencia decrece radicalmente".
Como los casos de Narey y Prince demuestran, puede que esos ni?os no acosen a los m¨¢s d¨¦biles, sino a los que consideran rivales. Prince era agraciada, llegada de Irlanda, y comenz¨® a salir con el exnovio de la acosadora. "Sospechamos que lo que sucede, de forma m¨¢s com¨²n, es que los ni?os convierten en objetivos a los rivales, y no siempre a los d¨¦biles o aquellos a los que ven como marginales", explica Faris. "Los estudios, hasta ahora, se han centrado en las din¨¢micas de abuso de ni?os socialmente aislados y han ignorado este otro tipo de acoso. En eso son determinantes los resortes de la violencia psicol¨®gica: rumores e insultos en la Red, sobre todo".
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