Debajo del cart¨®n
El columnista -la columnista- se gu¨ªa por costumbres. Cada ma?ana repasa el peri¨®dico, aparta los titulares y las curiosidades de las que se nutrir¨¢, pasea y consigue otras, y vuelve a casa reparando en la calle, en una acera descuidada, en un detalle que ignor¨® en el camino de ida, y a?ade, y suma, y una tarde decide sobre qu¨¦ hablar¨¢, y escribe, y corrige, y permite que repose, y clava el punto final. En una carpeta de las ¨²ltimas semanas se amontonar¨ªan las noticias sobre Sol, las sensaciones, las plazas cercanas tambi¨¦n llenas de gente, los correos electr¨®nicos, las reivindicaciones en el resto del pa¨ªs: en Barcelona -hasta que el pan y circo se rebautiz¨® como f¨²tbol, y la arras¨®- y en Lleida, en Valencia, en Bilbao, en Sevilla y en C¨®rdoba. Me emocion¨® que la ciudad en la que nac¨ª y la ciudad en la que vivo, ambas con otra rutina inamovible -la de callar ante lo que las perjudica-, se levantaran al mismo tiempo y con un ¨²nico objetivo: hablar m¨¢s alto.
Este movimiento nos engloba a todos: todos queremos gritar y gritamos
Uno de los logros m¨¢s hermosos de Sol es la recuperaci¨®n del espacio p¨²blico: conseguir que no se limite al tr¨¢nsito o al alquiler -como ocurre con la plaza de los cines Luna, Santo Domingo o Callao- para mercadillos y otros eventos, y devolverla a sus due?os leg¨ªtimos, los ciudadanos. Utilizar una plaza para la protesta, para la expresi¨®n, para la convivencia. Si eliminaron ¨¢rboles y sombras para aumentar su hostilidad, si no existen en ellas los bancos ni lugares para el descanso -y, si los hay, las temperaturas y la ausencia de recursos para amainarlas lo impiden- y expulsaron as¨ª a quienes viven la ciudad -confundi¨¦ndolos con mercaderes, mezclando el suelo de todos con el templo-, ahora toca reivindicarlo no como adorno, no como tr¨¢nsito, sino como elemento fundamental en nuestro d¨ªa a d¨ªa. Frente al pasar de puntillas, el quedarse. En este sentido, el peque?o huerto en la fuente de Sol trasciende la met¨¢fora: nos recuerda todo lo que, sin rechistar, perdimos.
Otra de las ya victorias de quienes se indignan, de quienes toman la plaza y la palabra, es el derrumbe de los estereotipos: para quienes aseguran que los j¨®venes no se movilizan, que apenas gritan y salen a la calle cuando su equipo gana, que tienen -lo asegur¨® Rouco ayer- un problema con su alma, este movimiento supone un golpe. Para quienes intu¨ªan una brecha generacional entre los j¨®venes -me encanta, y me aterra a la vez, cierta expresi¨®n: "la juventud"- y quienes ya no lo son, este movimiento golpea de nuevo: quiz¨¢ en Sol resistan ellos, pero quienes la semana pasada, quienes todav¨ªa hoy se asoman, se mueven en todas las edades y en todas las ganas de luchar. Y otro triunfo, otra emoci¨®n: la convicci¨®n de que es posible, y factible, y real, otra manera de hacer las cosas; que la uni¨®n, ah¨ª est¨¢ la sabidur¨ªa popular siempre con toda la raz¨®n, hace la fuerza; que entre todos y todas s¨ª se puede. Este movimiento ilusiona porque nos engloba a todos, a quienes pueden sentarse en Sol y a quienes no, a quienes trabajan y a quienes no pueden, al jubilado que aplaude y al joven que no tira la toalla. Por eso necesitamos a la gente de Sol, y a la de tantas otras plazas en Espa?a: porque, pese a nuestras diferencias, queremos gritar y gritamos contra quienes nos toman el pelo desde hace ya demasiado.
La columnista, el columnista, se gu¨ªa por costumbres: una introducci¨®n, un desarrollo, una conclusi¨®n. Lo indican los libros de texto, la intuici¨®n lo comprende. Sin embargo, disculpen el caos, perdonen el desorden de este art¨ªculo: su materia prima no se archiva, no se escoge con calma y se piensa y se escribe, sino que la modifica y alimenta el tiempo, y nace de la urgencia, del impulso, y la calma se transforma en entusiasmo y se piensa poco y se escribe, ya est¨¢, sin m¨¢s, porque una lo necesita. Me parece important¨ªsimo que esto ocurra, que se mantenga, que se fomente el debate y la conversaci¨®n, y creo que todav¨ªa hoy, en presente, resulta dif¨ªcil valorar lo mucho que est¨¢n consiguiendo los acampados, y lo mucho que nos est¨¢n ense?ando. Compartan o no sus reivindicaciones -que, en todo caso, obedecen m¨¢s a la l¨®gica que a la ideolog¨ªa: reforma electoral, lucha contra la corrupci¨®n, separaci¨®n verdadera de los poderes p¨²blicos y, sobre todo, control sobre los pol¨ªticos a los que escogemos, y que terminan represent¨¢ndose a s¨ª mismos-, por todos estos logros importantes merece la pena aplaudir la valent¨ªa de tantos, sumarse a su esfuerzo. En ese hipot¨¦tico fichero sobre Sol he guardado una par¨¢frasis le¨ªda en el blog de Basurama: "Debajo del cart¨®n est¨¢ el asfalto". Y debajo del cart¨®n se esconde, tambi¨¦n, la plaza. Sin playa: no quema la arena, no calma el mar, pero es de todos, es para todos, es por todos. Est¨¢ bien recordarlo, y record¨¢rselo.
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