Un encuentro con Montse
Hay d¨ªas en que uno no se centra. Y eso descentra mucho a alguien que, en general, consigue mantenerse razonablemente centrada, dentro de un caos.
Mi caos personal, que m¨¢s o menos controlo, esa ma?ana se ve¨ªa alterado por un asunto secundario y banal, pero que cuando se produce resulta desconcertante: la desaz¨®n del cuerpo. Nada relacionado con la salud y nada relacionado, tampoco, con las hormonas. Ten¨ªa que ver con el tiempo y con la ropa. Era como tener la indecisi¨®n en las tetas. Mi cuerpo iba rechazando sucesivamente esa blusa, ese su¨¦ter, esa camiseta. ?Maldici¨®n! Desde que soy mayor, estar a gusto con lo que me pongo forma parte de mis peque?os placeres y es una oportunidad para combinar colores a la que suelo sacar bastante partido, considerando que no soy Renoir. Esa ma?ana, la paleta se desle¨ªa. Por fin encontr¨¦ una prenda que parec¨ªa creada para el clima que viene y va, color naranja para los ratos de sol y mangas muy largas para las r¨¢fagas de aire fr¨ªo y los nubarrones. M¨¢s o menos satisfecha me fui a la calle. Naturalmente llevaba algo m¨¢s: pantalones.
Fue la Julieta m¨¢s bella. Aquel papel provocaba una ternura hipn¨®tica"
Eso fue un error. Me apretaban en la cintura, y eso hizo que la indecisi¨®n, que ya hab¨ªa abandonado mis tetas, se instalara justo ah¨ª, en donde la cinturilla se me clavaba. Ay, qui¨¦n tuviera las hechuras de un Francisco Camps, me dije. Para hoy te iba mejor un vestido suelto. Pero llegaba tarde a una cita con una chica y un chico del Moviment R (son tres R: Reduce, Repara, Recicla; una iniciativa medioambiental muy interesante y paciente; est¨¢n en la Red), y segu¨ª con el descentrado a cuestas.
Al terminar la muy agradable entrevista me pas¨¦ por donde Rosa, que lleva mi ¨®ptica predilecta, y empezamos a hablar de la crisis. "Es el mes de hacer la declaraci¨®n de renta", dijo ella, a modo de explicaci¨®n sobre lo vac¨ªas que est¨¢n las tiendas del barrio. Qu¨¦ le vamos a hacer. ?Un cavita? Rosa, que es muy sabia, siempre tiene una botella de cava Mascar¨® puesta a enfriar y, qu¨¦ demonios, eran m¨¢s de las dos.
Entonces lleg¨® la luz. No con el cava, sino con la repentina aparici¨®n, en la acera, de una ilustre vecina. Caminaba Montserrat Carulla -tantas pelis, tantas obras de teatro, tanta tele: la madre de Jos¨¦ Sancho en Crematorio, por nombrar algo reciente- como siempre hace ella. Luminosa. Vestida de blanco, pantal¨®n y camisa, y debajo, una camiseta con dibujos infantiles. Divertida. A gusto consigo misma. La llamamos a gritos: "?Te necesitamos!".
Entr¨®. Cambi¨® el fario. Habl¨® del magn¨ªfico equipo de la pel¨ªcula que acaba de hacer en Euskadi, de lo tristes que se sintieron todos cuando termin¨® el rodaje. Estaba preciosa. Una mujer mayor (naci¨® en 1930), muy guapa y, lo mejor de todo, plena de energ¨ªa y vitalidad. Siempre que nos encontramos le recuerdo que la vi por primera vez en el 62, en el escenario del Romea. Fue la Julieta m¨¢s bella que he contemplado en mi vida, "tan alta y tan rubia". "No tan alta", me corrigi¨®. "Pero en el escenario me crec¨ªa". Es verdad: su talento multiplicaba su belleza, que en aquel papel provocaba una ternura hipn¨®tica.
Ahora que ya las dos somos, sin discusi¨®n, m¨¢s bajitas de lo que ¨¦ramos por entonces, nos tropezamos en el Eixample, nuestro barrio, de vez en cuando. Y sigo viendo en ella a Julieta y a los mil personajes m¨¢s que ha encarnado desde entonces y que la han convertido en tan cercana como admirable. Veo tambi¨¦n en ella a Vicky Pe?a, esa extraordinaria actriz que es su hija, y veo al actor Felipe Pe?a, que fue su marido y un doblador m¨ªtico: recuerden la voz espa?ola de Burt Lancaster, por nombrar s¨®lo uno de sus trabajos.
Me gusta hablar de ella y de los suyos, y de este ¨²ltimo encuentro. De su airosa cabeza, de sus andares, del impulso que toma al abrir la puerta y salir a la calle, como si la acabara de inaugurar.
No creo en los ¨¢ngeles, pero s¨ª en las personas que aparecen de repente y te dan el cambiazo. ?D¨ªa tonto? ?Ni lo sue?es! Tengo otros planes para ti.
www.marujatorres.com
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