C¨®mo hacer frente a la hipocondr¨ªa
Muchas personas han padecido, o padecer¨¢n en alg¨²n momento de su vida, los efectos de la hipocondr¨ªa o la sensaci¨®n de padecer patolog¨ªas graves, cuando en realidad no son m¨¢s que nervios o ansiedad. Es sufrir la enfermedad sin tenerla.
El 10 de febrero de 1673, en el teatro del Palacio Real de Par¨ªs se representaba por primera vez la que se convertir¨ªa en la ¨²ltima obra de teatro escrita por el afamado Jean-Baptiste Poquelin, conocido como Moli¨¨re. El comedi¨®grafo franc¨¦s dio vida e interpret¨® el personaje de Argan, conocido desde entonces como el "enfermo imaginario". Se trata de un burgu¨¦s que cree estar siempre enfermo, con lo que logra los cuidados permanentes y tiernos de su esposa, B¨¦line, aunque en realidad tanto ella como sus hijos y los m¨¦dicos que le atienden esconden prop¨®sitos m¨¢s mundanos, en una hilarante comedia de enredos en la que naci¨® uno de los arquetipos m¨¢s temidos en cualquier centro de urgencias: el hipocondriaco.
"Las conductas obsesivas obedecen al intento de resolver una ansiedad, a veces difusa, producto de miedos irracionales"
Suele nombrarse as¨ª a aquellas personas aquejadas de un p¨¢nico irracional a enfermar. Es una actitud que puede derivar en trastorno, al centrar la atenci¨®n continuamente en los diferentes s¨ªntomas que todo cuerpo humano percibe sobre su propio funcionamiento. Por poco que nos prestemos a ello, captamos latidos del coraz¨®n, ruido intestinal, movimientos reflejos, sudoraci¨®n, calor, fr¨ªo, tensi¨®n, eccemas, protuberancias y un largo etc¨¦tera. Para el hipocondriaco son s¨ªntomas que interpreta como el desarrollo de una patolog¨ªa grave, seguramente la que le llevar¨¢ a la tumba. Por eso son enfermos imaginarios.
Una manera de estar
El hombre que tiene miedo sin peligro inventa el peligro para justificar su miedo (Alain)
Ocuparse de la salud es hoy d¨ªa casi un mandato. Para los hipocondriacos es una obsesi¨®n. Pasan de la ocupaci¨®n a la preocupaci¨®n porque est¨¢n todo el d¨ªa pendientes de "eso" que est¨¢ ah¨ª, el s¨ªntoma. Suelen ser personalidades ansiosas, conocidas en la terminolog¨ªa cl¨ªnica como "cl¨²ster C", o sea, ansioso-temerosos, caracterizados por conductas perfeccionistas, pensamiento r¨ªgido en general e inflexibilidad a la hora de producir cambios en su comportamiento. Me apresto a aclarar que no todo el mundo que padece ansiedad hace de ello una personalidad, ya que todos somos proclives a un periodo de ansiedad o de depresi¨®n temporal.
Sin embargo, algunas personas desarrollan una manera de estar en la vida que gira alrededor de sus estados de inquietud. Puede que correspondan a temperamentos y personalidades ansiosas; no obstante, tambi¨¦n las hay retra¨ªdas, inhibidas, aparentemente apacibles o temerosas. La clave no est¨¢ solo en la personalidad, sino en la forma en la que han aprendido a resolver las dificultades de la existencia. Hay quien sabe expulsar sus temores arroj¨¢ndolos hacia los dem¨¢s, con las consecuencias que ello conlleva. Hay quien carga sobre s¨ª mismo el miedo ante los obst¨¢culos de la vida. Lo hace con pensamientos obsesivos.
La soluci¨®n es el problema
A cada d¨ªa le bastan sus temores, y no hay por qu¨¦ anticipar los de ma?ana (Charles P¨¦guy)
Vivir nos va planteando problemas que debemos afrontar. El temor ante la incertidumbre, enfermar de gravedad en el caso del hipocondriaco, acaba resolvi¨¦ndose a menudo anticipando los escenarios posibles. Anticipar se convierte en un juego mental, una incesante racionalizaci¨®n, que pretende b¨¢sicamente mantener una cierta ilusi¨®n de control. No obstante, ocurre todo lo contrario, ya que la incertidumbre se basa justamente en ignorar el resultado final de toda circunstancia, con lo cual aquello que se pretende una soluci¨®n acaba deviniendo un obsesivo problema.
Confundiendo probabilidades con posibilidades, el enfermo imaginario se deslizar¨¢ por cada s¨ªntoma de su cuerpo descubriendo en ¨¦l la sospecha de la futura perturbaci¨®n por la que debe acudir lo antes posible a un m¨¦dico que confirme su autodiagn¨®stico. El facultativo le quitar¨¢ hierro al asunto y le despachar¨¢ con un "solo son nervios". Sin darse cuenta, nuestro paciente impaciente ha aprendido una lecci¨®n: acudir a la consulta le permite disminuir la ansiedad. Entonces, cuando vuelva a sentirse ansioso volver¨¢ a repetir la ¨²nica conducta que le sirve para evitar su sufrimiento. Cada situaci¨®n repetida anticipa la siguiente, se refuerza, con lo cual la soluci¨®n (ir al m¨¦dico) se convierte de nuevo en el problema.
Lo complejo del caso es que a pesar de la evidencia de no tener ninguna enfermedad, el pensamiento le impedir¨¢ gozar de su s¨²bita salud recobrada. Tardar¨¢ poco en volver a rumiar sobre la posibilidad de que el m¨¦dico est¨¦ equivocado, que no haya tenido en cuenta otros s¨ªntomas y sobre todo la terrible certeza de que el s¨ªntoma vuelve a aparecer. Y entonces empieza de nuevo esa noria imparable.
El poder de la mente
El que teme sufrir ya sufre el temor (proverbio chino)
El enredo de la hipocondr¨ªa pone en evidencia algunas claves que tienen que ver con nuestra estructura mental. Tal vez la m¨¢s reveladora es su capacidad de materializar y somatizar aquello que pensamos. ?Cu¨¢ntos ni?os han logrado un estado febril o provocarse mareos para no ir al colegio! El enfermo imaginario vive traspuesto por la duda de los s¨ªntomas, si los exagera o incluso los genera. Y aun sabi¨¦ndolo, ignora c¨®mo parar ese vendaval de miedos que suben y bajan a su antojo.
La obsesi¨®n es un plano superior de la ansiedad. Sabemos que miedo y ansiedad son como u?a y carne. Las conductas obsesivas y compulsivas obedecen al intento de resolver una ansiedad, a veces difusa, producto de miedos irracionales. El problema es que ahora la obsesi¨®n hipocondriaca tiene vida propia. Lo que entr¨® por la puerta del miedo ha construido un pensamiento circular que crea sus propios s¨ªntomas. Para solucionarlo hay que aprender a pensar de forma diferente y hay que atajar esos miedos que seguramente vienen de lejos. Al igual que ocurr¨ªa con Argon, cabe descubrir qu¨¦ beneficios secundarios o funci¨®n cumple la enfermedad imaginaria. Cierto que da mala vida; sin embargo, en nuestra complejidad somos capaces de rellenar nuestros sufrimientos y vac¨ªos aunque sea a base de obsesiones.
Moli¨¨re, cuando represent¨® la obra por cuarta vez, sinti¨® que mor¨ªa de veras. Sus compa?eros echaron el tel¨®n al verlo desmayarse y lo llevaran a su casa, donde muri¨® al cabo de poco. Vest¨ªa un traje amarillo, raz¨®n por la cual los actores temen salir a escena con ese color. ?Superstici¨®n? ?Obsesi¨®n? ?Man¨ªas? La mente es muy poderosa a la hora de relacionar datos y hechos, aunque sean irracionales.
10 REGLAS PARA AFRONTAR EL P?NICO
Los investigadores Mathews, Gelder y Johnston proponen este ideario:
1. Las sensaciones no son m¨¢s que una exageraci¨®n de las reacciones corporales normales al estr¨¦s.
2. No son, en absoluto, perjudiciales ni peligrosas; solamente desagradables. No suceder¨¢ nada peor.
3. Deje de aumentar el p¨¢nico con pensamientos atemorizadores.
4. Observe lo que est¨¢ sucediendo realmente en su cuerpo, no lo que tema que pudiera pasar.
5. Espere y deje tiempo al miedo para que se pase. No luche en contra ni huya de ¨¦l. Simplemente ac¨¦ptelo.
6. Cuando deja de aumentarlo, el miedo comienza a desaparecer.
7. Objetivo es aprender a afrontar el miedo sin evitarlo. Una oportunidad de progresar.
8. Piense en el avance que ha conseguido y lo satisfecho que estar¨¢ cuando lo consiga.
9. Cuando se sienta mejor, mire a su alrededor y planee qu¨¦ va a hacer a ontinuaci¨®n.
10. Comience de forma tranquila, relajada. No hay necesidad de esfuerzo ni prisas.
PARA SABER M?S
1. Libros
- 'El enfermo imaginario', de Moli¨¨re. Octaedro, 1999.
- 'No hay noche que no vea el d¨ªa', de Giorgio Nardone. Herder, 2004.
- 'Hipocondr¨ªa', de Mar¨ªa Dolores Avia. Mart¨ªnez Roca, 1993.
2. Pel¨ªculas
- 'Todo en un d¨ªa', de John Hughes. Paramount, 1986.
- 'La extra?a pareja', de Gene Saks. Paramount, 1968.
- 'Hannah y sus hermanas', de Woody Allen. Orion Pictures, 1986.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.