La detenci¨®n de Mladic
La noticia de la detenci¨®n del criminal de guerra Ratko Mladic tras m¨¢s de 15 a?os de orden de busca y captura no por esperada deja de ser una buena sorpresa. Las complicidades de las que dispon¨ªa en el Ej¨¦rcito de su pa¨ªs y en el n¨²cleo duro del nacionalismo serbio, cuya ideolog¨ªa racista y patri¨®tica encarna mejor que nadie, hac¨ªan temer que pudiera escapar indefinidamente al juicio de las matanzas y fechor¨ªas que perpetr¨® durante los 40 meses de la guerra de Bosnia. Quienes fuimos testigos del asedio medieval pero con armas modernas de Sarajevo, su ensa?amiento con la ciudad que simbolizaba la mezcla y convivencia de culturas existentes en tiempos de la Federaci¨®n Yugoslava nos retrotra¨ªa a ¨¦pocas de barbarie que cre¨ªamos desaparecidas para siempre en Europa desde la derrota del nazismo. La limpieza ¨¦tnica de los musulmanes bosnios que llev¨® a cabo con su compinche Radovan Karadzic fue el peor genocidio cometido en el Viejo Continente despu¨¦s de la II Segunda Guerra Mundial.
Aunque tarde, el juicio en La Haya no deber¨ªa limitarse al genocidio
El drama de Zepa, Gorazde y Bilhac estaba envuelto en un secreto impune
Estas complicidades que le han permitido escapar hasta ahora al Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, le acompa?aron a lo largo del asedio no solo por parte del Gobierno de Slobodan Milosevic sino tambi¨¦n de Unprofor (Fuerza de Protecci¨®n de Naciones Unidas) que encargada de amparar a las poblaciones bosnias, inclin¨® siempre el fiel de la balanza hacia el bando de sus asediadores. La colusi¨®n de los mandos franceses y brit¨¢nicos con Milosevic respond¨ªa a la estrategia miope y trasnochada del presidente Fran?ois Mitterrand y del primer ministro brit¨¢nico John Major: inquietos por la unificaci¨®n alemana que no hab¨ªan sido capaces de prever, apostaban por una Serbia fuerte que compensara la influencia germana en Eslovenia y Croacia. Ello significaba en la pr¨¢ctica el abandono y desaparici¨®n de Bosnia, sin que los horrores del cerco de la capital conmovieran a estos estadistas ni a los mandos militares que cumpl¨ªan sus instrucciones en las ciudades y enclaves sitiados y martirizados. Una lista detallada de estos atropellos consentidos por Unprofor figura en los art¨ªculos que publiqu¨¦ en estas mismas p¨¢ginas, desde el Cuaderno de Sarajevo fechado en julio de 1993 a mi tercera visita a la ciudad a finales de agosto de 1995. Ni los dem¨®cratas bosnios ni quienes defend¨ªan su causa en las manifestaciones que recorr¨ªan las calles de Par¨ªs y otras ciudades europeas ignoraban dicha colusi¨®n: numerosas pancartas exhib¨ªan el retrato de Mitterrand sobre un mont¨®n de huesos y calaveras con la leyenda "Fran?ois Premi¨¨re, Rey de los Serbios".
Si lo acaecido en Sarajevo se filtraba pese a los esfuerzos de ocultaci¨®n de los que supuestamente defend¨ªan los valores de la ciudadan¨ªa frente a las nociones tribales de sangre, religi¨®n y raza, el drama de los dem¨¢s enclaves de Srebrenica, Gorazde, Zepa y Bilhac sitiados por Mladic permanec¨ªa envuelto en un secreto propicio a la impunidad. Con motivo de la visita del general franc¨¦s Philippe Morillon a Srebrenica, la poblaci¨®n intent¨® retenerlo para exigir una protecci¨®n real. Morillon se comprometi¨® a ello y, como los hechos se encargaron de probar, su palabra fue un enga?o m¨¢s a quienes fueron finalmente masacrados por Ratko Mladic y sus huestes.
Aunque la matanza de m¨¢s de 8.000 musulmanes en Srebrenica se llev¨® a cabo el 10 y 11 de julio de 1995, el hecho no trascendi¨® sino al cabo de 40 d¨ªas. A mi llegada a Sarajevo el 21 de agosto pude entrevistar a dos supervivientes ingresados en el hospital de la ciudad y dictar por tel¨¦fono a EL PA?S el testimonio directo de la org¨ªa de sangre a la que se entregaron los milicianos de Mladic ante la pasividad, cuando no connivencia, del batall¨®n holand¨¦s y de los soldados ucranios. Dicho relato recoge de forma puntual lo sucedido como verificar¨ªan luego las agencias informativas internacionales despu¨¦s de los bombardeos de las posiciones de Karadzic por la aviaci¨®n estadounidense y la firma de los paticojos acuerdos de Dayton: "Al aproximarnos a Srebrenica vimos que los chetniks hab¨ªan incendiado todos los pueblos del enclave y que no quedaba un ser vivo. Entonces decidimos huir a Zepa, ignorando que en aquel preciso momento sufr¨ªa el asalto de las tropas de Mladic. Caminamos dos d¨ªas y dos noches para descubrir el mismo espect¨¢culo: cad¨¢veres, tierra quemada, bombardeos indescriptibles, visiones de horror. Acud¨ª al hospital a curar a los heridos. El comandante del batall¨®n ucranio, que sol¨ªa ir a beber vodka al cuartel de campa?a de Mladic, no hizo nada para proteger a la poblaci¨®n civil. Las mujeres que acudieron a suplicarle ayuda fueron violadas por los chetniks en las mismas barbas de los soldados de Unprofor. Luego o¨ª decir que Mladic solt¨® a estas pobres j¨®venes: 'Vais a tener el honor de ser las esposas de mis valientes soldados (Cay¨® sobre nosotros un diluvio de fuego, EL PA?S, 24-8-1995)."
Aunque tarde, el juicio de Mladic por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia no deber¨ªa limitarse a la exposici¨®n de su responsabilidad directa en el genocidio sino destapar tambi¨¦n las complicidades que permitieron semejante horror y las tentativas de encubrirlo a ojos de la comunidad internacional.
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