Srebrenica exige un castigo ejemplar
El pueblo en el que las fuerzas serbobosnias asesinaron a 8.000 varones en 1995 reza para que Ratko Mladic no muera antes de ser condenado por sus cr¨ªmenes
"Mladic orden¨® matar a todos nuestros hombres. Y ahora nosotras, esposas y madres de esos hombres, estamos todas aqu¨ª rezando para que ¨¦l no muera. Le hemos visto viejo y enfermo tras la detenci¨®n y tememos que pase como con [Slobodan] Milosevic: que fallezca antes de que se dicte una sentencia ejemplar". Sentada en el jard¨ªn de su casa -a menos de un kil¨®metro del cementerio de Srebrenica que acoge los restos de casi la mitad de los 8.300 varones bosnios musulmanes que se calcula fueron asesinados aqu¨ª en julio de 1995 por tropas serbobosnias-, Sehida Abdurahmanovic, de 56 a?os, esposa de una de las v¨ªctimas, explica la amarga paradoja que representa la captura de Ratko Mladic el jueves en Serbia.
"Queremos que se hallen y devuelvan todos los cad¨¢veres", implora una viuda
"Los sentimientos que llevaron al genocidio siguen vivos", dice el im¨¢n
"Por supuesto que esta detenci¨®n nos produce satisfacci¨®n, pero llega muy tarde. Perdimos a nuestros seres queridos: lo ¨²nico que nos queda es que nos den al menos justicia y verdad. Que se dicten sentencias justas; que se hallen y devuelvan todos los cad¨¢veres", dice Sehida.
En su familia no quedaron varones despu¨¦s de aquel julio de 1995. Adem¨¢s de su marido, fueron asesinados tambi¨¦n sus dos cu?ados y su ¨²nico sobrino. Las fuerzas de Mladic penetraron en un territorio de Bosnia supuestamente protegido por cascos azules holandeses, separaron a los hombres de las mujeres, y perpetraron un tremendo acto de limpieza ¨¦tnica. En el cementerio est¨¢n enterrados chicos de 12 a?os como Fharudin Smajlovic, o ancianos de 77, como Behara Selimovic. Sehida vive sola en una casa de dos pisos que se alza donde el estrecho y verde valle de Srebrenica empieza a ensancharse.
En el centro del pueblo, sentado en un local de su mezquita, Damir Pestalic, de 34 a?os, im¨¢n de Srebrenica, intenta explicar la compleja mezcla de satisfacci¨®n y escepticismo que siente la comunidad bosniomusulmana local tras la captura de su verdugo, buscado durante m¨¢s de una d¨¦cada por la justicia internacional por cr¨ªmenes contra la humanidad.
"Claro, nos alegramos de que la justicia vaya prevaleciendo sobre la injusticia", dice, enfundado en un elegante traje de chaqueta. "Pero para los bosnios este arresto llega muy tarde. Y sobre todo hay que preguntarse: ?le detuvieron los serbios porque quieren alejarse definitivamente de ese pasado o simplemente para que se les abra la puerta de la Uni¨®n Europea? Yo lo que veo es que aqu¨ª la hostilidad hacia nosotros es todav¨ªa evidente, que todav¨ªa hay que luchar mucho contra la idea de la limpieza ¨¦tnica". Se para un instante, y luego a?ade: "La idea del genocidio todav¨ªa no la han detenido".
Visto en el mapa, Srebrenica parece casi el ombligo de los Balcanes. Visto en persona, parece m¨¢s bien el epicentro de un terremoto que sigue dando r¨¦plicas en la regi¨®n. Hostilidad, odios y rencores son menos intensos, pero siguen vivos. En el caf¨¦ Venera, dos hombres serbobosnios sentados en la terraza no tienen ninguna duda en espetar al visitante que Mladic deber¨ªa "morir como un hombre libre". Ellos consideran que la justicia internacional solo persigue a los responsables de su bando, cuando el otro tambi¨¦n cometi¨® excesos.
As¨ª, Srebrenica -como Lazarevo, el pueblo serbio donde fue capturado Mladic- muestra c¨®mo las heridas se cierran muy lentamente. "Las relaciones entre las comunidades han tenido una muy leve mejora en este pueblo", explica el im¨¢n, que lleva ocho a?os en Srebrenica. "Pero, sustancialmente, cada uno va por su camino y la hostilidad de fondo es todav¨ªa palpable". Los musulmanes eran el 78% de la poblaci¨®n local antes de la guerra. Ahora son el 30% de los 7.000 habitantes.
El rencor y la desconfianza ya no producen violencia, pero en el caso de Bosnia-Herzegovina, bloquean el Estado. "?Este pa¨ªs no funciona! ?Estamos paralizados!", exclama Dzevad Jogevicic, ingeniero de 61 a?os de origen croata.
Una compleja arquitectura constitucional fue dise?ada en los noventa para permitir que croatas, serbobosnios y bosnio-musulmanes pudieran convivir en Bosnia-Herzegovina. El pa¨ªs se divide en dos entidades: la federaci¨®n bosnio-croata, y la mayoritariamente serbobosnia Rep¨²blica Srpska. La trama de sistemas de equilibrios, control, garant¨ªas, vetos y rotaciones es tan compleja que el pa¨ªs de facto est¨¢ estancado. ?speras ret¨®ricas pol¨ªticas son muy frecuentes.
"Hay gente envenenada de odio. Me duele ver j¨®venes en las protestas contra la captura de Mladic", dice Fadila Efendic, de 60 a?os. Ella perdi¨® un hijo de 20 en el genocidio de 1995. "Le han detenido tarde. Mi deseo ahora es que la justicia se cumpla a tiempo. Pero lo m¨¢s importante es que la gente normal se rebele contra cierta pol¨ªtica infame. Aprecio lo que ha hecho Boris Tadic [presidente de Serbia]. Gracias a Dios algunos empiezan a ir en la buena direcci¨®n", comenta esta mujer musulmana, que tiene un puesto de libros y recordatorios sobre la matanza ante el cementerio.
A su espalda, un grupo de mujeres reza. Enfrente, un cartel colgado en el cementerio lanza un mensaje dur¨ªsimo: "Serbia = Agresi¨®n = Genocidio = Dayton = Rep¨²blica Srpska". Los Acuerdos de Dayton sellaron la paz en la guerra de Bosnia. Rencor e incomprensi¨®n siguen fermentando en todos los bandos.
"Hemos estado hablando entre nosotras en estos d¨ªas", relata Sehida, que tiene claros ojos azules y pertenece a la Asociaci¨®n de Mujeres de Srebrenica y Zepa. "Hemos pensado que queremos enviar una delegaci¨®n a La Haya para seguir el proceso, cuando comience. Hemos o¨ªdo que Mladic ha expresado el deseo de ir a visitar la tumba de su hija [Ana, que se suicid¨® a principios de los noventa]. Deber¨ªa venir a vernos a nosotras primero".
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