Unos cuernos bien puestos
Se perfil¨® para matar C¨¦sar Jim¨¦nez al tercero de la tarde en la perpendicular al tendido, y, a lo lejos, es verdad, se distingu¨ªa un cuerpo de novillo, de escasa culata y escurrido de carnes, pero a medida que avanzaba la vista se atisbaba el inicio de un pit¨®n derecho, fino, pero largo, largo, que all¨¢ a lo lejos hac¨ªa una curva a la derecha, y segu¨ªa, despu¨¦s, m¨¢s fino, fin¨ªsimo, hasta acabar en una apariencia de aguja. Y m¨¢s all¨¢ estaba el torero con el estoque dispuesto. Y no le perd¨ªa ojo a ese eterno y astifino pit¨®n del toro. La media estocada cay¨® baja, muy baja. No se pod¨ªa esperar otra cosa: si se mira ese pit¨®n, lo que parece inevitable, no hay coraz¨®n ni cabeza que aguanten una estocada en todo lo alto.
FLORES / PADILLA, FERRERA, JIM?NEZ
Toros de Samuel Flores, -el quinto, devuelto-, desigualmente presentados, muy mansos, desclasados y deslucidos. Noble el tercero. Sobrero de Los Chospes, feo, manso y encastado.
Juan Jos¨¦ Padilla: bajonazo descarado (pitos); pinchazo y media delantera (pitos).
Antonio Ferrera: dos pinchazos y bajonazo descarado (pitos); tres pinchazos -aviso- y un descabello (silencio).
C¨¦sar Jim¨¦nez: pinchazo y media muy baja (ovaci¨®n); pinchazo hondo y dos descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas, 29 de mayo. Vig¨¦sima corrida de feria. Lleno.
Peor fue lo de Padilla en su primero, que se tir¨® a los bajos de otro toro descarado de cuernos, y cobr¨® un muy indigno sartenazo en las mismas costillas del animal. Y Ferrera hizo lo propio con el segundo, otro que luc¨ªa un fino bielgo en la testuz. Y la gente se enfadaba con raz¨®n, pero aquellos pitones tan bien puestos daban mucho miedo, esa es la verdad.
La pena es que los toros de Samuel Flores solo luc¨ªan una guapa cabeza, anchos de sienes, largos y astifinos pitones, pero nada m¨¢s. No luc¨ªan, siquiera, una buena presentaci¨®n. El segundo y el tercero, por ejemplo, estaban encarnecidos en cuerpos de novillos, sin hechuras de toro, excesivamente vareados para una plaza de primera categor¨ªa.
Y mansos de solemnidad. Y broncos, ¨¢speros, sin clase alguna... Hicieron todos ellos una fea pelea en varas, huyeron de su propia sombra, no humillaron nunca y lanzaron derrotes a diestro y siniestro. Regalos todos ellos para toreros necesitados de triunfos. Solo uno, el tercero, demostr¨® mejor condici¨®n, se atrevi¨® a embestir con cierta nobleza y meti¨® la cara en la muleta en varias tandas. Y C¨¦sar Jim¨¦nez, que comenz¨® muy despegado, se confi¨® y consigui¨® algunos derechazos suaves, templados y ligados. Pero perdi¨® el enga?o momentos despu¨¦s, arque¨® el cuerpo, se descoloc¨® y el esfuerzo extraordinario se esfum¨® como por ensue?o.
El m¨¢s manso de la ganader¨ªa le toc¨® el madrile?o en ¨²ltimo lugar. Huy¨® despavorido cuando sinti¨® del hierro del picador, y coce¨® al caballo en la siguiente entrada; se doli¨® en banderillas con gestos ensordecedores, y lleg¨® al tercio final con la cara por las nubes y acorralado en las tablas de toriles.
All¨ª se justific¨® el torero y lo ¨²nico interesante es que lo pasaport¨® sin que hubiera nada que lamentar. Quede en su haber un quite por elegantes chicuelinas al quinto, rematadas con un farol y una larga.
Ciertamente lamentable fue la tarde de Juan Jos¨¦ Padilla, el torero jerezano conocido por ser un torbellino, por su car¨¢cter alegre, su ¨ªmpetu y sus ganas delante de los toros. No es un exquisito, pero cumple con creces su papel de matador sobrado de corridas duras. Pues ayer fue el env¨¦s de la moneda. Padilla fue un hombre extra?o, triste, torpe, sin ideas, precavido y lleno de dudas. Cualquiera tiene un mal d¨ªa, y el de Padilla era de perros. No puso un par de banderillas que mereciera la pena, y provoc¨® la irritaci¨®n de los tendidos cuando se empe?¨® en que dos subalternos le movieran una y otra vez sus toros antes de colocar los garapullos sin precisi¨®n alguna y a toro pasado. Su lote no ten¨ªa un pase, es verdad, pero se le exig¨ªa estar de otra manera, m¨¢s torero, m¨¢s seguro, m¨¢s firme, y no indeciso, desbordado y agobiado. Al menos, ¨¦sa fue la triste impresi¨®n ofreci¨® un torero otrora alegre y arrollador.
Tampoco tuvo opci¨®n al lucimiento Antonio Ferrera en su primero, tan manso como los dem¨¢s. Sali¨® de chiqueros cabeceando a los capotes y caballos y as¨ª acab¨® sus d¨ªas en la muleta del torero, que volaba de un lado a otro entre los ga?afones del animal. Y devolvieron el quinto por falta de fuerza, y se supone que tambi¨¦n por bizco y feo, y en su lugar sali¨® un sobrero bien presentado, pero con los pitones menos aparatosos. Con ¨¦l se luci¨® el picador Dionisio Grilo, aunque era un manso que sali¨® pitando del encuentro, y Ferrera en dos pares de banderillas muy espectaculares. El primero, de poder a poder, cuadrando en la cara y asom¨¢ndose al balc¨®n; y segundo, en un quiebro por los adentros pegado a tablas. El animal embisti¨® con codicia y casta a la muleta, y Ferrera lo pas¨® una y otra vez, muy afanoso, pero con escasa calidad. Aguant¨®, pero mand¨® poco. El toro exig¨ªa una mejor colocaci¨®n y no citar fuera de cacho y con la muleta retrasada. Adem¨¢s, mat¨® mal, y como ya era tarde, se silenci¨® lo que fue, a la postre, la ¨²nica ilusi¨®n de una tarde en la que solo lucieron cuernos bien puestos.
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