Fronda
Las elecciones del 22-M est¨¢n suponiendo un desastre pol¨ªtico de incalculables consecuencias, tras estallar como una bomba de relojer¨ªa cuyos efectos retardados no han hecho m¨¢s que empezar. Algo no muy extra?o, si tenemos en cuenta que la campa?a previa estuvo distorsionada por interferencias tan influyentes como la disputa del Tribunal Constitucional sobre la legalizaci¨®n de Bildu y la ocupaci¨®n de las plazas mayores por las acampadas del Movimiento 15-M. Y si las v¨ªsperas electorales estuvieron eclipsadas por acontecimientos distractivos que las silenciaron, lo mismo ha ocurrido despu¨¦s con el an¨¢lisis de sus resultados, que ha quedado sepultado bajo la un¨¢nime atenci¨®n medi¨¢tica prestada al estallido de la fronda socialista: el desaf¨ªo de los barones contra la autoridad de su secretario general.
Los barones han optado por neutralizar a Zapatero para impedir que sus imprudencias agraven la hemorragia electoral
Respecto a los resultados mismos, el mensaje ha sido inequ¨ªvoco: arrolladora victoria del PP por dos millones de votos y aplastante derrota del PSOE, que pierde un mill¨®n hacia su derecha y otro medio mill¨®n hacia su izquierda (entre IU y los votos blancos o nulos). Datos que resultan sorprendentes por partida doble, pues las encuestas no preve¨ªan tama?a diferencia que adem¨¢s se distribuy¨® de forma homog¨¦nea por toda la geograf¨ªa. Y esto es extraordinario porque, en unas elecciones locales, los resultados suelen surgir como un mosaico fragmentario y discontinuo distribuy¨¦ndose al azar de cada localidad, lo que arroja peque?as diferencias al agregarse a escala estatal: justo lo contrario de lo que sucedi¨® el 22-M. ?Qu¨¦ quiere eso decir? Pues que la naturaleza de los comicios se distorsion¨®, y en lugar de ser locales en la pr¨¢ctica se convirtieron en generales, al fundirse los votantes en un solo cuerpo electoral integrado a escala estatal.
?C¨®mo puede explicarse semejante cohesi¨®n de los votantes? Sin duda por dos razones que se potenciaron entre s¨ª: el voto de protesta contra las secuelas de la crisis y el consiguiente voto de castigo a su principal responsable, el presidente del Gobierno. Por ello, los comicios del 22-M se convirtieron en un plebiscito negativo contra quien conjur¨® toda la ira popular al decretar unas pol¨ªticas de ajuste que han empobrecido injustamente a los espa?oles, sin por eso contribuir a superar una crisis que por el contrario contin¨²a destruyendo el tejido laboral y productivo. En este sentido, la incapacidad de explicar con alguna convicci¨®n el giro copernicano de la pol¨ªtica social result¨® determinante. Y el plebiscito result¨® tanto m¨¢s negativo cuanto el propio presidente Zapatero pretendi¨® in¨²tilmente hurtarse a ¨¦l, cuando anunci¨® antes de los comicios que renunciaba a presentarse a su reelecci¨®n esperando eludir as¨ª el voto de castigo que los sondeos le auguraban. Una retirada preventiva que solo consigui¨® agravar todav¨ªa m¨¢s el castigo a recibir. A todo lo cual se vino a a?adir la definitiva desautorizaci¨®n moral sufrida con las masivas movilizaciones del 15-M.
En consecuencia, el plebiscito contra Zapatero ha sido tan negativo que significa no solo la mayor derrota hist¨®rica del PSOE sino algo que puede ser peor todav¨ªa, como es un cambio de ciclo. Hasta ahora nuestro sistema pol¨ªtico era de tipo bipartidista, altern¨¢ndose en el poder los dos grandes partidos en una equilibrada oscilaci¨®n pendular. Pero a partir del 22-M, parecer¨ªa como si ese alternante equilibrio de poder hubiese quedado roto, con lo que nuestro anterior bipartidismo podr¨ªa evolucionar hacia un nuevo sistema de partido hegem¨®nico dominante, liderado por un PP que ocupar¨ªa todo el espacio desde el centro hasta la derecha extrema, y donde la izquierda se fragmentar¨ªa en formaciones dispersas hasta quedar reducida a la impotencia. Una deriva que se inici¨® el a?o pasado con las elecciones catalanas y que ha quedado ahora m¨¢s que confirmada con las municipales, amenazando con convertirse en irreversible en las pr¨®ximas generales.
De ah¨ª que el vuelco electoral parezca mucho m¨¢s alarmante de cuanto revela la aritm¨¦tica del voto. Por eso resulta explicable el viento de fronda que ha llevado a los barones socialistas a desautorizar a su secretario general, a fin de neutralizarlo antes de que sus imprudencias (como la de enrocarse tras la ministra Chac¨®n para salvar la cara, embarcando al partido en unas primarias a riesgo de dividirlo) agraven todav¨ªa m¨¢s la incontenible hemorragia electoral. A partir de ahora ser¨¢ el incombustible Rubalcaba quien lleve las riendas. Pero quiz¨¢ sea ya demasiado tarde, pues si no se adelantan las elecciones a oto?o, en que las cifras del paro habr¨¢n mejorado algo, la primavera que viene puede ser mucho peor. Pues entretanto el Gobierno tendr¨¢ que proseguir con el trabajo sucio de ajuste en beneficio de la derecha, mientras su coste electoral solo recae sobre las espaldas del PSOE.
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