En recuerdo de Ortega
A Ortega Cano se le esperaba ayer en Madrid. Ten¨ªa que haber aparecido en el callej¨®n por la puerta de arrastre, vestido de traje impoluto, con ese semblante tan suyo de media sonrisa, y haber hecho el pase¨ªllo a paso lento mientras saludaba a unos y a otros, entre la curiosidad de los tendidos, hasta el burladero de apoderados. Pero el destino tr¨¢gico de la vida lo tiene postrado en la cama de un hospital en una pelea sin cuartel por sobrevivir. Ojal¨¢ gane esta dura batalla y alg¨²n d¨ªa no muy lejano alguien pueda contarle que su poderdante, el novillero Rafael Cerro, ech¨® ayer de menos los consejos del maestro, y lo que pudo haber sido una exitosa presentaci¨®n en Las Ventas se qued¨® en un agridulce sabor de boca.
EL VENTORRILLO / SILVETI, BARRIO, CERRO
Novillos de El Ventorrillo, correctamente presentados, muy mansos y sosos; violentos y deslucidos los dos primeros, y de gran nobleza el sexto.
Diego Silveti: pinchazo y estocada (palmas); pinchazo -aviso-, pinchazo hondo, tres descabellos -segundo aviso- y dos descabellos (silencio).
V¨ªctor Barrrio: estocada (ovaci¨®n); cuatro pinchazos -aviso-, dos pinchazos y un descabello (silencio).
Rafael Cerro: estocada ca¨ªda -aviso- (ovaci¨®n); -aviso- estocada ca¨ªda (silencio).
Plaza de Las Ventas. 30 de mayo. Vig¨¦simoprimer festejo de feria. M¨¢s de tres cuartos de entrada.
Ten¨ªa que haber aparecido con ese semblante suyo de media sonrisa
Porque Cerro es valeroso e imaginativo, tiene maneras y aroma de torero, maneja con soltura y gracia los enga?os, es variado con el capote, y su labor con la muleta desprende esa gracia propia de los que tiene el don del toreo. Sorprendi¨® gratamente en cuanto se abri¨® de capa por ver¨®nicas en un templado quite al segundo de la tarde, y las buenas vibraciones se confirmaron en el suyo, en el que compiti¨® con Silveti por delantales y una larga lent¨ªsima. Comenz¨® despu¨¦s por ayudados por bajo muy toreros y un garboso cambio de manos; y aunque ese novillo era un dechado de soser¨ªa, el chaval consigui¨® engancharlo adelantando la muleta e imantar la embestida, llevarlo toreado y cerrar una tanda de largos derechazos con otro hermoso de pecho. Ah¨ª qued¨® claro que posee el don. A continuaci¨®n, err¨® con tres circulares antes de cobrar una estocada ca¨ªda.
Digna presentaci¨®n hasta del momento. Pero, hete aqu¨ª que sale el sexto, un novillo con cara de toro y 535 kilos de peso; manso, tambi¨¦n, pero acude y persigue en banderillas (alcanz¨® a Vicente Yesteras y a punto estuvo de darle un disgusto), y lleg¨® a la muleta con una embestida larga y noble, de extraordinaria calidad.
Y ah¨ª se ech¨® de menos el consejo del maestro. Un toro as¨ª, en Madrid, no se puede ir con las orejas al desolladero. Y Superdotado, que as¨ª se llamaba el novillo, se las llev¨®. Comenz¨® bien el novillero, con templados muletazos por el lado derecho, ligando a la perfecci¨®n, aunque las dos primeras tandas fueron demasiado cortas; mejor la tercera, por la izquierda, citando de largo, pero falt¨® ajuste; y en la siguiente sobr¨® el pico. Y a¨²n hubo otra por la derecha, la mejor, con las manos muy bajas, que cerr¨® con un trincherazo de cartel. La faena estaba hecha, pero el chaval se empe?¨® en continuar, y lleg¨® un desarme, y otra tanda de menor entidad y otra m¨¢s... Y son¨® el aviso antes de entrar a matar. ?Cu¨¢nto se echa de menos en esos momentos el consejo de un maestro...! Y se rompi¨® el encanto. Ojal¨¢ alg¨²n d¨ªa Ortega Cano tenga ocasi¨®n de recriminarle al torero que la cabeza est¨¢ para pensar, y que ese novillo ser¨¢ una pesada losa en su carrera.
Mala suerte tuvo con su lote el mexicano Silveti, muy entregado toda la tarde; se estrell¨® con el peligroso y acobardado primero, al que persigui¨® por todo el ruedo, y poco pudo hacer ante el rajado y huidizo cuarto. Bueno, pod¨ªa no haber sido tan pesado, lo que estuvo a punto de costarle que se lo echaran al corral. Dej¨® clara su voluntad y se justific¨® con el capote.
Tambi¨¦n se justific¨® V¨ªctor Barrio, aunque dej¨® una preocupante sensaci¨®n de frialdad y toreo de escaso fundamento. Recibi¨® a su primero de rodillas en la puerta de toriles con una larga cambiada, y no fue capaz de dar el paso adelante necesario para ganarle la partida a un novillo que embest¨ªa sin clase, pero que exig¨ªa una muleta poderosa. Se dej¨® enganchar en demas¨ªa el enga?o, y a toda su labor le falt¨® garra e ilusi¨®n.
Sus muchos partidarios le pidieron la oreja que el presidente, acertadamente, no concedi¨®. Encima, al soso e inv¨¢lido quinto lo mat¨® rematadamente mal.
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