El viaje de la dama
Leonardo da Vinci ten¨ªa 40 a?os cuando pint¨® a Cecilia Gallerani, que ten¨ªa 17. Se conocieron porque ambos viv¨ªan en el castillo Sforzesco, en Mil¨¢n, y aquella hermosa mujer era la amante de Ludovico el Moro. Fue ¨¦l quien hizo el encargo, y por eso la dama aparece con un armi?o, animal que formaba parte del emblema del poderoso duque. El famoso cuadro lleg¨® ayer al aeropuerto de Torrej¨®n para convertirse en el gran reclamo de la exposici¨®n La edad de oro de Polonia, que se exhibir¨¢ desde el 3 de junio en el Palacio Real de Madrid.
Ludovico era el cuarto de los Sforza y lo iba a tener muy dif¨ªcil para conquistar el ducado de Mil¨¢n. Su madre, por si acaso, se ocup¨® de que lo educaran en el arte de la guerra. Cuando su hermano mayor fue asesinado, la corona pas¨® a manos de un sobrino de siete a?os. Fue entonces cuando Ludovico aprovech¨® para controlar el Gobierno, pero no consigui¨® el ducado hasta 1494, tras la muerte del que lo hab¨ªa heredado.
Guerras, intrigas palaciegas, matrimonios de conveniencia y un poco de sangre por aqu¨ª y otro por all¨¢: el Renacimiento en estado puro. Luego estaba el incondicional apoyo de la poderosa nobleza a los artistas. Y as¨ª, mientras en alguna sala del castillo pod¨ªa estar labr¨¢ndose la mayor ignominia para conquistar un poco m¨¢s de poder, en otra Leonardo se afanaba por trasladar toda la belleza de Cecilia Gallerani a una tabla de 54,8 por 40,3 cent¨ªmetros.
El genio inmortaliz¨® a La dama del armi?o, y el cuadro inici¨® su extra?o peregrinaje. Fue adquirido en Italia en 1798 y, a partir de 1800 form¨® parte de la colecci¨®n de la familia Czartoryski. Dio varios tumbos por distintos lugares hasta que los nazis lo empaquetaron en 1940 para que formara parte de la colecci¨®n de Hitler y sufri¨® alguna peripecia m¨¢s hasta que volvi¨® al Museo Czartoryski, de Cracovia. De all¨ª solo sale en contadas ocasiones. Su viaje a Espa?a ha costado 30.000 euros, y para que pudiera venir han intervenido el presidente Zapatero, la ministra Gonz¨¢lez-Sinde e incluso el Rey. Puede que esta exposici¨®n termine teniendo el tufillo propio de una cita religiosa de corte laico. Sea como sea, ver a esta dama merece la pena.
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