Cuentos drol¨¢ticos

Balzac trabajaba catorce horas diarias en su gabinete. Siendo tan sedentario, no se sabe todav¨ªa de d¨®nde sacaba tanta informaci¨®n del mundo de los negocios, de la pol¨ªtica, de la ciencia, de los bajos fondos. Con su monumental Comedia humana quiso "hacerle la competencia al registro civil", seg¨²n frase afortunada del propio Balzac, cuyo verdadero apellido era Balssa (los Balzac eran una familia aristocr¨¢tica totalmente extinguida, por lo que nadie protest¨® el robo de aquel linaje).

Como se le ha asociado siempre con lo prol¨ªfico y con la pesadez de tantas p¨¢ginas agotadoras, sorprende descubrir un Balzac shandy y l¨²dico en Cuentos drol¨¢ticos (de dr?le, divertidos), una especie de comedia humana en miniatura que comenz¨® a editarse en 1832. Hay en ella todo tipo de voces fusionadas y t¨¦rminos latinos, dialectales y burlescos, y abundancia de juegos de palabras que se adelantaron m¨¢s de cien a?os al movimiento OuLiPo. Descatalogados hace tiempo estos Cuentos drol¨¢ticos, la brillante y justamente premiada editorial Cabaret Voltaire recupera los textos con una introducci¨®n y formidable traducci¨®n de Lydia V¨¢zquez y Juan Manuel Ibeas. Las ilustraciones son indiscutibles o, mejor dicho, parece que ya nadie quiere discutirlas: Gustave Dor¨¦, ?cl¨¢sico entre los cl¨¢sicos? Para m¨ª, demasiado pomposo.