Libros en pintura
Existe la creencia de que en las novelas que van ilustradas los grabados, los dibujos, se basaron siempre en los textos escritos. Y, sin embargo, no siempre fue as¨ª. Hubo una ¨¦poca en la que los narradores que escrib¨ªan novelas por entregas para los peri¨®dicos se pon¨ªan al servicio de famosos y prestigiosos dibujantes; primero, entregaban ¨¦stos sus ilustraciones, y despu¨¦s ven¨ªan los narradores y se acoplaban a los dibujos de las estrellas de los grabados. Es el caso c¨¦lebre del peri¨®dico londinense Evening Chronicle, que en 1836 le encarg¨® al joven Dickens de 24 a?os que escribiese una serie de textos de car¨¢cter costumbrista para las ilustraciones del famoso dibujante Robert Seymour, gran estrella del momento. O sea que Seymour hac¨ªa las ilustraciones y a ¨¦stas las acompa?aba posteriormente un texto adicional. La trama de las historias, por tanto, se subordinaba al dibujo. En el caso que nos ocupa, pronto surgieron las desavenencias entre la estrella Seymour y el genio -entonces desconocido- de Dickens. La obra concebida por el dibujante propon¨ªa, a trav¨¦s de sus grabados, un relato acerca de un club de cazadores llamado Nimrod, una sociedad de perdigueros c¨®micamente inexpertos...
Pero sucedi¨® que el texto no tard¨® en imponerse a su ilustraci¨®n, es decir, que el escritor desconocido se impuso al afamado dibujante. Leer el siguiente cap¨ªtulo de Los papeles p¨®stumos del Club Pickwick, la brillante y divertid¨ªsima historia de Dickens, se convirti¨® en una pasi¨®n tan grande en Londres que en unos meses provoc¨® el aumento de la tirada del peri¨®dico desde los 400 ejemplares a los 400.000. Tras la quinta entrega, Seymour se suicid¨®. Nunca se hab¨ªa ilustrado de esa forma tan tr¨¢gica la derrota de un ilustrador. A partir de ese momento, fue Hablot Knight Browne, alias Phiz, quien se encarg¨® de los dibujos y quien permiti¨® que Los papeles... se invirtieran y pasara Dickens a escribir el texto y, a partir de lo que dictaba la trama del narrador, se hac¨ªa la ilustraci¨®n.
Hace unos a?os, Jordi Llovet cedi¨® por unas semanas los grabados de su ejemplar de 1837 de la edici¨®n original de Los papeles p¨®stumos del Club Pickwick para que Mondadori, en su colecci¨®n de Grandes Cl¨¢sicos, traducci¨®n de Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde (2004), remedara aquella primera edici¨®n en la que la uni¨®n entre Dickens y Phiz configur¨® uno de los libros ilustrados m¨¢s extraordinarios de la literatura inglesa y tambi¨¦n de la universal de todos los tiempos.
Esa edici¨®n original de Los papeles... es uno de los faros que todav¨ªa hoy gu¨ªan el esp¨ªritu de los esforzados impresores y empresarios de vocaci¨®n literaria que tratan de hacer brillantes libros ilustrados, concentr¨¢ndose, ¨²ltimamente m¨¢s que nunca, en la edici¨®n de cl¨¢sicos de la literatura, lo que de alg¨²n modo facilita la lectura de algunos libros que absurdamente imponen respeto cuando en realidad los cl¨¢sicos son los libros m¨¢s contempor¨¢neos que existen, quiero decir que son una fiesta de lo moderno, como se ve perfectamente en algunos de los libros que he seleccionado para estas p¨¢ginas.
Un d¨ªa tendremos que ocuparnos del divertido tema de los escritores que dibujan. Como es sabido, con el romanticismo, en Francia, los escritores empezaron a dibujar. La pluma corr¨ªa por la hoja, se deten¨ªa, vacilaba, distra¨ªda o nerviosamente... A comienzos del XIX, comenzaron a aparecer escritores como Victor Hugo que demostraron ser, encima de grandes narradores, buenos pintores. Pero es que Victor Hugo era excesivo en todo y de hecho fue la excepci¨®n en la mal¨¦vola regla que dice que los malos escritores dibujan bien, y viceversa.
Me acuerdo ahora de los casos de Stendhal o de Balzac, que lo intentaron, pero se vio que eran dibujantes rid¨ªculos, infantiles, pat¨¦ticos. El caso m¨¢s interesante, que qued¨® al descubierto ante la nueva moda, fue el de los escritores que sab¨ªan dibujar demasiado bien (M¨¦rim¨¦e, Alfred de Vigny, Th¨¦ophile Gautier, los Goncourt, siempre los Goncourt) y que precisamente a causa de esto escrib¨ªan rematadamente mal.
De esa ¨¦poca llama la atenci¨®n especialmente Alfred de Musset, precursor de los c¨®mics; compon¨ªa para diversi¨®n suya y de amigos y familiares, historietas con conocidos personajes caricaturizados... Pero para terminar volvamos ya a los inefables hermanos Goncourt, los reyes del dibujo. De ellos son estas sabias palabras: "?Dichoso oficio el del pintor comparado con el del hombre de letras! A la actividad feliz de la mano y del ojo en el primero, corresponde el suplicio del cerebro en el segundo. Y el trabajo que para uno es un goce para el otro es un completo sufrimiento...".
Ni qu¨¦ decir tiene que los Goncourt sufrieron toda la vida y todav¨ªa hoy su cerebro padece en la eternidad.
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