Luces y sombras del espa?ol en el mundo
Crece la importancia y la presencia de nuestro idioma. Ahora hay que conseguir que eso se traduzca en un incremento de su peso en organismos internacionales y en foros cient¨ªficos, tecnol¨®gicos y literarios
Nadie duda de la vitalidad de que goza hoy el espa?ol en el mundo. Los m¨¢s de 450 millones de hablantes en los cinco continentes, el incremento sostenido de su presencia en Estados Unidos, el peso creciente de la cultura en espa?ol generada en Am¨¦rica y su presencia, como tercera lengua de comunicaci¨®n, en Internet son factores que lo ponen de relieve por encima de cualquier otra consideraci¨®n. Subrayar esos aspectos, a los que expertos de las m¨¢s diversas disciplinas e instituciones como el Instituto Cervantes o la RAE, o los departamentos de espa?ol de las m¨¢s prestigiosas universidades de Espa?a y Am¨¦rica se vienen refiriendo con insistencia desde hace casi una d¨¦cada, es casi una tautolog¨ªa.
En las instituciones europeas no forma parte de las lenguas efectivas de trabajo
Pese a ocupar el tercer lugar en Internet, solo el 7,9% de usuarios se comunican en espa?ol
?Significa esa realidad cuantitativa que todo, en el "estado de la cuesti¨®n" de nuestro idioma, vaya bien? No del todo: utilizando un magn¨ªfico t¨ªtulo de Gonzalo Torrente Ballester, cabe se?alar que junto a los muchos e indiscutibles gozos hay algunas sombras que no conviene infravalorar.
Deducir, como se ha apuntado m¨¢s de una vez, que ocupar la segunda posici¨®n en la clasificaci¨®n de lenguas de comunicaci¨®n internacional o la tercera en Internet confieren, por s¨ª mismas, un estado ¨®ptimo a una lengua es como afirmar que solo el nivel de audiencia (el share) determina la valoraci¨®n de una cadena televisiva por encima de cualquier otra variable. Son datos fundamentales, sin duda, pero que no deben ocultar la existencia de zonas de debilidad o de sombra que han de ser analizadas. La primera es su condici¨®n de lengua subalterna en las instituciones de la Uni¨®n Europea. El hecho de que hace solo unos meses fuera desestimada como una de las lenguas oficiales de la Oficina de Patentes es un elemento de preocupaci¨®n, pero no el ¨²nico. Para que el lector se sit¨²e, la realidad que se da en las instituciones europeas es que el espa?ol no forma parte de sus lenguas efectivas de trabajo (son el ingl¨¦s, el alem¨¢n y el franc¨¦s) y que en su actividad diaria solo el 3,2% de la comunicaci¨®n oral se produce en nuestro idioma, porcentaje que desciende al 1,2% en la comunicaci¨®n interna escrita. Esa situaci¨®n es a¨²n m¨¢s preocupante si valoramos que entre las lenguas consideradas en la Uni¨®n Europea como m¨¢s ¨²tiles para el desarrollo profesional y personal, el espa?ol sea solo valorado por un 2% de los ciudadanos frente a un 68% del ingl¨¦s, un 23 % del franc¨¦s y un 17% del alem¨¢n.
Es decir, un idioma que se habla en m¨¢s de 20 pa¨ªses de cuatro continentes cuenta en Europa con un grado de reconocimiento institucional y ciudadano similar al de lenguas minoritarias como el flamenco, el fin¨¦s o el polaco. En pleno 2011, m¨¢s de un cuarto de siglo despu¨¦s de la entrada de nuestro pa¨ªs en la Uni¨®n, no parece razonable ni justo ese tratamiento. Sobre todo porque la cuantificaci¨®n del n¨²mero de hablantes en el viejo continente se establece solo con los habitantes de las comunidades de Espa?a que no son biling¨¹es, lo que reduce su n¨²mero a 30 millones frente a los 46 millones reales. A ese factor es preciso a?adir dos no menos importantes: el primero, que al comienzo de la segunda d¨¦cada del siglo XXI no es posible sustraernos a la nueva realidad generada por la creciente presencia, en los m¨¢s diversos pa¨ªses europeos, de una poblaci¨®n inmigrante de primera y segunda generaci¨®n y de origen latino e hispanohablante por encima de los cuatro millones de personas; el segundo, que un pa¨ªs (una lengua) que cuenta en el territorio de la Uni¨®n con casi 40 centros de una instituci¨®n como el Cervantes, que, adem¨¢s, viene jugando desde hace a?os un papel de puente entre Europa e Hispanoam¨¦rica, ha de contar con el reconocimiento oficial de esa realidad.
Por otro lado, la presencia del espa?ol en Internet, en las redes sociales, en la web 2.0, no nos habla solo de vitalidad. Pese a haber crecido un 650,9% entre 2000 y 2009 y ser una lengua multicultural (como la inglesa o, en menor medida, como la francesa) a trav¨¦s de la cual se canaliza el 33,2% de las consultas en Internet, hay que destacar que solo el 7,9% de los usuarios se comunican en espa?ol en la Red. A ese respecto es llamativo el hecho de que la p¨¢gina web del "D¨ªa del espa?ol", celebrado por el Instituto Cervantes en 2009 y 2010, pese a la difusi¨®n y al ¨¦xito que tuvo en el universo hispanohablante, recibiera en su segunda edici¨®n y a lo largo de dos meses y medio cerca de 760.000 visitas de todo el mundo, es decir, el equivalente al nivel de audiencia del informativo m¨¢s seguido de las cadenas televisivas de presencia intermedia de nuestro pa¨ªs, algo que previsiblemente ser¨¢ superado con creces en pr¨®ximas ediciones pero poco revelador de la vitalidad y extensi¨®n del idioma. Y si nos referimos al ¨¢mbito de la ense?anza constatamos que, en el mundo, solo el 6% de los estudiantes de lengua extranjera estudian espa?ol frente al 69% del ingl¨¦s, por debajo del franc¨¦s, que alcanza el 7%, y casi empatada con el 5% de estudiantes de alem¨¢n. Existe, por tanto, una notable descompensaci¨®n entre las cifras que aporta la Red, el n¨²mero de personas que tienen el espa?ol como lengua materna (o de hispanohablantes en su conjunto) y el volumen de poblaci¨®n interesada en aprender espa?ol. Es evidente que en la ¨²ltima d¨¦cada todos los indicadores han mejorado (es clave, en ello, el crecimiento demogr¨¢fico en Latinoam¨¦rica), pero de manera asim¨¦trica y descompensada. Porque, desde el punto de vista cualitativo, est¨¢ muy lejos de existir una correspondencia entre la vitalidad del espa?ol en la Red y el volumen de consultas que se producen en los buscadores de mayor uso (sobre todo en Google), de un lado, y la reducida presencia de hispanohablantes en los foros internacionales de mayor nivel cient¨ªfico, tecnol¨®gico, literario, de pensamiento, de otro. Al igual que ocurre con las publicaciones cient¨ªficas en papel, la lengua inglesa domina en ese tipo de p¨¢ginas y portales de manera casi absoluta, siendo en ellos el peso del espa?ol poco m¨¢s que testimonial.
La lengua de Varga Llosa y Blas de Otero, de Antonio Gamoneda o Ricardo Piglia, de Gloria Stefan y Silvio Rodr¨ªguez o de Pedro Guerra e Ismael Serrano, del diario EL PA?S o del chileno La Tercera, goza de una enorme vitalidad, sin duda. Y es una lengua en permanente renovaci¨®n, que metaboliza aportaciones de la m¨¢s diversa procedencia. Pero esa conciencia no puede llevarnos a la autosatisfacci¨®n. La autocr¨ªtica siempre es saludable y no son pocas las razones para ejercerla. En cualquier caso, las sombras se?aladas ponen de relieve la importancia de invertir en espa?ol, de recuperar, al tiempo que salimos de la crisis, el ritmo de apertura de nuevos centros del Cervantes en el mundo. Todos los recursos que se destinen a impulsar y desarrollar esa "industria" poli¨¦drica, a veces intangible, ser¨¢n pocos. El desaf¨ªo de m¨¢s ense?anza de nuestra lengua, de m¨¢s cultura en espa?ol es, en el fondo, una apuesta por m¨¢s econom¨ªa, m¨¢s empleo, m¨¢s posibilidades de negocio, de intercambios comerciales, de influencia social, civil y pol¨ªtica en definitiva.
Manuel Rico es escritor y cr¨ªtico literario. Su ¨²ltima novela, Verano, obtuvo el Premio G¨®mez de la Serna 2009 de narrativa. Entre julio de 2007 y mayo de 2010 fue directivo del Instituto Cervantes.
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