El cochecito oficial
En la pel¨ªcula de Marco Ferreri El cochecito, don Anselmo (Pepe Isbert) se empecina en tener un cochecito de inv¨¢lido como sus amigos. Sin el cochecito se siente marginado y solo, y aunque realmente no lo necesita porque puede andar y moverse sin problemas le resulta insoportable estar excluido del club de los motorizados. Algo as¨ª podr¨ªan sentir los concejales que se sienten amenazados con quedarse sin coche oficial en el Ayuntamiento de Madrid frente a otros que lo conservar¨ªan. Seguir¨ªan siendo concejales, s¨ª, pero sin cochecito. Alguno que otro se ha revuelto contra esta medida diciendo que el cochecito es "un instrumento de trabajo". Desde luego el coche es imprescindible en el trabajo de mucha gente y por eso en las ofertas laborales suele exigirse el carn¨¦ de conducir, y las calles de Madrid est¨¢n llenas de utilitarios en horas de oficinas, lo que quiere decir que se trabaja casi tanto en el coche como en el despacho. Por lo que ser¨ªa aconsejable que el concejal que no tenga carn¨¦ de conducir fuera sac¨¢ndoselo ya. En algunos pa¨ªses existe en cada instituci¨®n un solo coche, que va rotando seg¨²n las necesidades de los altos cargos, y que, cuando les llega el turno, han de conducir ellos mismos. Una medida austera y pr¨¢ctica, pero ?es esta la idea que tenemos de coche oficial: carrocer¨ªa reluciente con un conductor impecable que le abre la puerta al funcionario?
Alg¨²n concejal se ha revuelto diciendo que el cochecito es "un instrumento de trabajo"
El coche oficial es m¨¢s que un 'buga' con gasolina, es convertirte en uno de los elegidos
Tampoco es un taxi. El taxi desde luego te lleva y te trae, aunque sin delicadeza, ni esmero, sin abrirte la puerta. Y encima, tienes que sacar la cartera y pagar y pedir un recibo. Pejigueras. El coche oficial es mucho m¨¢s que un buga con gasolina, es convertirte en uno de los elegidos. Es no tener que coger el volante. Es no tener que preo-cuparte de d¨®nde aparcar, ni de llevarlo a revisi¨®n, ni de pagar el seguro. Es no tener que pisar un metro o un autob¨²s. Es ir en los asientos traseros mientras el mundo fluye a los lados suavemente. El coche oficial marca la diferencia con el ciudadano de a pie porque semejante servicio no lo paga quien lo disfruta, sino precisamente el ciudadano de a pie. ?Cu¨¢ntos coches oficiales hay ahora mismo en circulaci¨®n en la Administraci¨®n central, las Administraciones auton¨®micas, los Ayuntamientos?
Quiz¨¢ la eliminaci¨®n de los coches oficiales sea solo un gesto, pero, por eso mismo, este gesto deber¨ªa recibirse con alegr¨ªa y no dar la impresi¨®n tan poco moderna de que una de las cosas que m¨¢s nos mola de nuestro cargo es el cochecito. A los concejales no les queda nada bien visitar los barrios en coche oficial. Resulta antip¨¢tico. Es m¨¢s entra?able y nos har¨¢ m¨¢s cre¨ªbles conducir el propio coche o llegar en el cercan¨ªas. Porque el ciudadano tiene la impresi¨®n de que el concejal o el pol¨ªtico en general que va aislado en el cochecito, que ve la vida desde la ventanilla, que no se patea las calles, que no sabe lo que cuesta el billete del metro, que no sabe lo que tarda en llegar el dichoso metro, que no ve a la gente representada por ¨¦l en el d¨ªa a d¨ªa, tiene la impresi¨®n de que ese pol¨ªtico no lleva una vida normal y que no puede comprenderle. Por lo tanto, es muy importante que ning¨²n pol¨ªtico goce de ese instrumento de trabajo para algunos, lujo para la mayor¨ªa, y que no se hagan distinciones entre los concejales. Lo mejor es que ninguno, absolutamente ninguno, tenga coche oficial para no crear el s¨ªndrome don Anselmo de la pel¨ªcula de Ferreri, e impedir as¨ª que se sienta excluido.
No est¨¢ bien que haya concejales de primera y concejales de segunda a cuenta de esta tonter¨ªa. Una tonter¨ªa por otra parte muy agradable como tuve ocasi¨®n de comprobar una temporada en que no me bajaba de coches con conductor (no oficiales). Sin entrar en detalles, dir¨¦ que no ten¨ªa que mezclarme con la gente, ni mirar un mapa, ni perderme por las calles, ni discutir con nadie, no ten¨ªa que saber d¨®nde estaba ning¨²n sitio porque me llevaban. No ten¨ªa que ocuparme de las peque?as cosas, solo de dar mis conferencias. Y lo disfrut¨¦ a lo grande porque sab¨ªa que se acabar¨ªa, aun as¨ª cuando tuve que pisar tierra firme y volver a sacarme el bono transporte me encontr¨¦ un poco extra?a, demasiado aut¨®noma, una m¨¢s. No s¨¦ qu¨¦ habr¨ªa sido de m¨ª si hubiese seguido unos meses m¨¢s en aquel coche.
En resumidas cuentas, habr¨ªa que reducir el uso de coche oficial al presidente del Gobierno de Espa?a y a los presidentes auton¨®micos. Como mucho a los ministros, y los dem¨¢s que se busquen la vida. Si quieren este caro instrumento de trabajo que se lo paguen. Como hacemos todos.
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