El arte como obligaci¨®n
Dec¨ªa el maestro Manolo V¨¢zquez que lo m¨¢s dif¨ªcil de ser torero es que est¨¢ obligado a hacer una obra de arte en quince minutos. Pero, claro, no todas las tardes se re¨²ne el cielo y la tierra para que surja la genialidad. Unas veces, no acompa?a el tiempo; o el torero llega a la plaza con el cuerpo cortao, o ha tenido unas palabras con el apoderado, o alguien del tendido ha soltado una esaborici¨®n que ha llegado a sus o¨ªdos y lo ha descompuesto. O, sencillamente, que ese d¨ªa no est¨¢, que se ha levantado con los biorritmos dislocados, y que no llega la inspiraci¨®n, a pesar de que parece que lo ve claro. Una obra de arte es una cosa muy seria para convertirla en una obligaci¨®n que hay que realizar esta tarde de siete y cuarto a siete y media. Por eso, entre otras razones, ser figura del toreo es tan dif¨ªcil; m¨¢s dif¨ªcil, se dice sin exagerar ni esto, que ser Papa de Roma.
Los Bayones / Rafaelillo, Urdiales, Tejela
Toros de Los Bayones, -segundo y sexto, devueltos-, bien presentados, mansos y muy desclasados; bravo y noble el tercero. Primer sobrero, de Hnos. Fraile, gordo y descastado; segundo, de Valdefresno, mal presentado, inv¨¢lido.
Rafaelillo: tres pinchazos, media -aviso- (silencio); media trasera (silencio).
Diego Urdiales: media, dos descabellos, -aviso- y un descabello (silencio); estocada baja (silencio).
Mat¨ªas Tejela: dos metisacas, estocada baja -aviso- y un descabello (ovaci¨®n); estocada (palmas).
Plaza de Las Ventas, 7 de junio. Primera corrida de feria. M¨¢s de media entrada.
Mat¨ªas Tejela dio la impresi¨®n de que adivin¨® la buena condici¨®n de su primer toro, y se estir¨® de salida en unas ver¨®nicas en las que baj¨® las manos y gan¨® terreno en cada una de ellas. Cumpli¨® el animal en varas, y el torero se luci¨® en un quite por airosas chicuelinas, y llevando, con elegancia y garbo, el toro al caballo. Brind¨® Tejela a la concurrencia, convencido, sin duda, de que ten¨ªa material adecuado para hacer la obra de arte. Y solo le quedaban diez minutos. Hab¨ªa calentado el ambiente, es verdad, en los primeros cinco. Hab¨ªa en la plaza ese t¨ªpico run run de faena que se vislumbra en la esperanza de los tendidos. Un pase por alto, otro improvisado por la espalda del que el torero sale trompicado y pierde una zapatilla; mantiene a duras penas el equilibrio, y liga con recorte y un largo pase de pecho. Y la gracia torera de aquel momento lleg¨® a la grada. Ya estaba el boceto en marcha.
La primera tanda por la derecha fue m¨¢s de acompa?amiento que de mando a la noble embestida del toro; pero asent¨® Tejela las plantas en la arena, dispuesto a que no volara esa oportunidad de oro que el azar le hab¨ªa presentado, y dibuj¨® una preciosa tanda de muletazos largos, hondos, plenos de empaque, ligando en un palmo de terreno. Todo estaba saliendo a pedir de boca. Quedaba ya poco tiempo. El torero tom¨® la muleta con la zurda, y ah¨ª el toro fue a menos; y Tejela no sinti¨® en sus mu?ecas la fuerza de la confianza, y algo se desinfl¨®. Lo intent¨® de nuevo de frente, como le gustaba hacerlo a Manolo V¨¢zquez, y la inspiraci¨®n se diluy¨®. Cuando mont¨® la espada, algo se hab¨ªa roto, como si un torpe brochazo lo hubiera emborronado todo. Hundi¨® la espada en el toro y la sac¨®; volvi¨® a hundirla y volvi¨® a sacarla. Y eso ocurre cuando el estoque entra tan bajo que ser¨ªa rid¨ªculo y vergonzoso dejarlo donde ha ca¨ªdo. En fin, que todo el embrujo se perdi¨® en unos instantes que parecieron eternos. Y no hubo obra de arte; es m¨¢s, el cuadro qued¨® hecho a?icos y la moral del artista por los suelos. ?Es o no dif¨ªcil esto de ser torero?
Lo volvi¨® a intentar Tejela en el sexto, pero el asunto ya no ten¨ªa arreglo. Ten¨ªa delante un sobrero inv¨¢lido que provoc¨® las protestas del respetable, y as¨ª nada es posible. Alg¨²n muletazo sobresali¨® de la espesura, pero habr¨¢ que esperar mejor ocasi¨®n para intentar otra obra.
Peor, sin embargo, mucho peor, lo tuvieron sus compa?eros. Ni Rafaelillo ni Urdiales tuvieron opci¨®n de hacer, siquiera, un boceto que albergara alguna ilusi¨®n. El lote del primero no tuvo clase alguna; con la cara alta siempre, derrote va y viene, el que abri¨® plaza; y muy soso, duro, sin codicia y dificultoso el otro. En esos casos, no se habla de arte, sino de voluntad y entrega. Rafaelillo hizo un derroche de ambas y hasta otra ocasi¨®n.
Y Diego Urdiales no tuvo mejor suerte. Sos¨ªsimo fue su primero, que embisti¨® muchas veces sin entrega ni recorrido. Y el torero se vio en la obligaci¨®n de insistir, y fueron muchos los pases, insalubres casi todos, en un intento, valeroso y esforzado, de demostrar que la culpa no era suya. Y el quinto era un buey de carretas, que hubiera hecho un buen papel en el camino del Roc¨ªo.
Al final, decepci¨®n por la lluvia, por la mansedumbre, por la soser¨ªa, y, sobre todo, porque el arte no fue posible. Y eso pasa porque la inspiraci¨®n no puede ser una obligaci¨®n.
Pitos
- Por ausencia de los pl¨¢sticos, la corrida comenz¨® con diez minutos de retraso para que el piso del ruedo fuera acondicionado; fue in¨²til: el barro lo empantan¨® todo.
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