"Tememos que quemen nuestras tierras"
La mayor¨ªa de los 3.000 sirios que huyen del r¨¦gimen de Damasco hacia Turqu¨ªa son campesinos - Ankara amenaza con "taponar" la frontera si aumenta el ¨¦xodo
"One, two, three, four, five". As¨ª, hasta ten. Mohamed, sirio, se niega a dar su nombre verdadero mientras muestra emocionado c¨®mo su hija de cinco a?os, que ahora est¨¢ en el campamento de refugiados instalado en Yayladagi -una antigua f¨¢brica de tabaco en la frontera entre Turqu¨ªa y Siria-, acaba de aprender a contar en ingl¨¦s. La escucha a trav¨¦s de un viejo tel¨¦fono m¨®vil blanco, mientras toma un caf¨¦ en la casa de unos amigos turcos en G¨¹ve?ci, un peque?o pueblo fronterizo por el que cada d¨ªa cruzan centenares de sirios que huyen de su pa¨ªs para escapar de la represi¨®n del r¨¦gimen de Bachar el Asad.
En el pueblo, de casas de ladrillo sin pintar y adobe, todos tienen familia al otro lado. G¨¹ve?ci se ha convertido en un peque?o centro neur¨¢lgico para quienes intentan ayudar a resistir a los que todav¨ªa aguardan en la frontera siria. Desde aqu¨ª, salen cada ma?ana ni?os con bidones de agua y alimentos para los que se encuentran en tierra de nadie sin atreverse a cruzar. Tambi¨¦n hay quienes, como Mohamed, ayudan a cruzar a los hombres sin que sean vistos para que puedan subir informaci¨®n a la Red, ya que las telecomunicaciones en el lado sirio sufren continuos cortes. Otros hombres pasan tan solo a ver a sus familias, que ya llevan d¨ªas refugiadas en suelo turco.
Los periodistas tienen totalmente vetado el acceso a los refugiados
"El Asad es un asesino. Nadie duerme tranquilo", dicen en G¨¹ve?ci
En la sala hace calor y las alfombras que sirven para proteger la vivienda, que no tiene cristales, del fr¨ªo invierno, no ayudan en junio. Mohamed pone el altavoz de su m¨®vil para que todos oigan los progresos de su hija. Hablan muy a menudo, explica. Sin embargo, ¨¦l no quiere ir al campo de refugiados porque debe cuidar sus tierras y "ayudar a los suyos". Roza la treintena, pero su f¨ªsico enjuto, su tez ajada por el sol y sus dientes manchados de nicotina le suman a?os. Es campesino, como la mayor¨ªa de los 3.000 sirios que ya han cruzado la frontera huyendo del r¨¦gimen que gobierna en Damasco.
"Enviamos a las mujeres, a los ni?os y a los ancianos a los campos de refugiados para que est¨¦n m¨¢s seguros" cuenta. Su familia lleg¨® hace una semana, antes de que los combates en el pueblo de Jisr al Shughur, en el norte de Siria, precipitaran el ¨¦xodo masivo de los locales. "Los heridos los traemos a la frontera para que los asistan los militares turcos. El resto de los hombres nos quedamos en la frontera, esperando. Somos campesinos, si dejamos nuestras tierras los soldados sirios las quemar¨¢n y saquear¨¢n todo", cuenta entre sorbo y sorbo.
Al menos 300 personas cruzaron en la madrugada de ayer el paso de G¨¹ve?ci. Pero a lo largo del d¨ªa se esperaban muchos m¨¢s, seg¨²n un responsable de la Media Luna Roja en la regi¨®n. "Es la pauta general en los levantamientos en Oriente Pr¨®ximo", asegur¨® refiri¨¦ndose a las protestas y a la represi¨®n que se vive despu¨¦s del rezo de los viernes. En previsi¨®n de otra oleada, la Media Luna Roja ha dispuesto un nuevo campo de refugiados algo m¨¢s al norte, en Altinozu, con una capacidad para 5.000 personas, seg¨²n informa Reuters.
Los 3.000 sirios que ya se encuentran en territorio turco descansan en el campo de Yayladagi, situado a escasos kil¨®metros de la frontera norte de Siria. Ah¨ª los ni?os juegan al f¨²tbol entre las tiendas mientras los abuelos charlan bajo la sombra de los ¨¢rboles. En ese campamento est¨¢ tambi¨¦n la hija de Mohamed, con sus nuevas clases de ingl¨¦s y turco impartidas, seg¨²n explica su padre, por los miembros de la Media Luna Roja. Pero es imposible comprobarlo. Los periodistas tienen totalmente vetado el acceso. Tanto el Ej¨¦rcito turco como las ONG que trabajan en la zona, tienen orden expresa de no hablar con la prensa, que ha de conformarse con sacar fotos de los refugiados cuando entran en los minibuses que los trasladan desde la frontera a Yayladagi.
Turqu¨ªa intenta no poner cara al drama sirio. La avalancha de refugiados llega en un momento delicado para el partido del Gobierno, que este domingo aspira a renovar por tercera vez su mandato. El ¨¦xodo amenaza con desplazar la actualidad nacional de Ankara a la frontera siria. Algunos expertos se?alan que el primer ministro Recep Tayyip Erdogan pretende llevar a cabo una acci¨®n m¨¢s concreta contra Damasco despu¨¦s de las elecciones, por lo que trata de evitar que las historias e im¨¢genes de los refugiados se hagan p¨²blicas antes de esta fecha. En toda esta provincia de Hatay, los hospitales estaban bajo vigilancia militar para que nadie se comunique con alguno de los 56 refugiados heridos, la mayor¨ªa ingresados en el hospital de Antakya, la capital provincial.
El jueves, en declaraciones a la televisi¨®n turca, Erdogan inst¨® a la ONU a tomar cartas en el asunto. "Ya no es posible defender a Siria. La represi¨®n ha llegado a un punto inaceptable", declar¨®. El mandatario turco inst¨® a su vez a la ONU a tomar cartas en el asunto y habl¨® de la posibilidad de crear una "zona tap¨®n" en esta provincia si sigue llegando gente.
En G¨¹ve?ci, mientras tanto, los lugare?os cuentan c¨®mo muchos j¨®venes llegan malheridos e incluso algunos mueren. Se les vela en la mezquita local antes de devolverlos a territorio sirio. "All¨ª est¨¢ su casa. Esa es su tierra y es donde deben descansar, aunque lamentablemente se hayan ido demasiado pronto", explica una lugare?a que no quiere dar su nombre. El tejado de su casa se ha convertido en un improvisado observatorio desde donde la prensa vigila los movimientos en la frontera. Al rato cambia de idea. "Por favor, v¨¢yanse", espeta. La explicaci¨®n es simple: "Bachar el Asad es un asesino, tenemos miedo por nuestras familias al otro lado, pero tambi¨¦n por nosotros. Desde hace unas semanas ya nadie duerme tranquilo. Por favor, v¨¢yanse".
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