Saber parar
Saber parar a tiempo, tener el sentido del l¨ªmite es la primera regla del arte. Este principio debe aplicarse igualmente a cualquier ideal o sentimiento colectivo, ya se trate de una revoluci¨®n o de una juerga entre amigos y por supuesto tambi¨¦n a esa insurrecci¨®n pac¨ªfica de j¨®venes indignados que ha ocupado la Puerta del Sol y otras plazas de Espa?a. La c¨®lera tiene un recorrido muy corto, m¨¢s all¨¢ de romper escaparates ante la carga policial. Ese Movimiento del 15 de Mayo deber¨ªa encontrar una salida desde un fermento interior para evitar que el tiempo lo pudra. Imagino lo que supondr¨ªa como ejemplo de moral p¨²blica que varios retenes de 50 j¨®venes bien preparados fueran elegidos en asamblea, se constituyeran en congresos paralelos y sentados en c¨ªrculo ocuparan pac¨ªficamente la plaza de las Cortes en Madrid y los espacios abiertos frente a otras sedes auton¨®micas para proponer y votar soluciones concretas a los problemas reales que les ata?en. Esas reuniones pol¨ªticas, renovables, de j¨®venes dial¨¦cticamente bien armados, asentadas al aire libre ante los Parlamentos deber¨ªan cumplir el mismo horario, el mismo periodo de sesiones, las mismas vacaciones que los parlamentarios, quienes al salir cada d¨ªa a la calle encontrar¨ªan reflejada en ese espejo la imagen de su rebeld¨ªa perdida en la memoria. Nada de gritos, nada de violencia, nada de pancartas, solo debates correctos desde la propia desesperaci¨®n frente a la bronca pol¨ªtica que se exten¨²a en el interior del Congreso de los Diputados y de las Cortes auton¨®micas. Ninguna revoluci¨®n social ni siquiera la moda m¨¢s fr¨ªvola en las corbatas es posible si no se expande previamente en el campo magn¨¦tico de la est¨¦tica. Esta protesta juvenil sin origen ni destino conocidos, que ha condensado a trav¨¦s de Internet un ambiente muy cargado de electricidad, corre el peligro de diluirse en un sentimiento de rebeld¨ªa difusa que algunos elementos turbios se empe?an en degradar, en subvertir o en asimilar al sistema. Por poca imaginaci¨®n que desarrollaran esos congresos paralelos sus debates siempre ser¨ªan m¨¢s elevados que la bazofia ideol¨®gica que nos sirven ciertas tertulias televisivas y una dial¨¦ctica m¨¢s sutil que esa crispaci¨®n que los partidos nos ofrecen a cara de perro sin un m¨ªnimo sentido del Estado.
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