Del PNV a Bildu
En la historia de los partidos pol¨ªticos, el PNV ofrece el caso excepcional de una organizaci¨®n pol¨ªtica construida sobre el patr¨®n y desde la mentalidad de una orden religiosa. No es ocioso recordarlo, porque la singularidad y la coherencia interna de su trayectoria, y de la trayectoria de sus hijuelas, resultan inexplicables de otro modo. De ah¨ª que los ejercicios de reconstrucci¨®n positivista del pasado de la constelaci¨®n nacionalista resulten por supuesto valiosos por los datos aportados, pero constituyan con excesiva frecuencia otros tantos callejones sin salida desde el punto de vista de la comprensi¨®n hist¨®rica. Dicho de otro modo, la acumulaci¨®n de ¨¢rboles impide ver en qu¨¦ bosque nos encontramos.
El nuevo alcalde donostiarra apela al asociacionismo civil para puentear la democracia
Por lo dem¨¢s, la situaci¨®n se repite en todas aquellas formaciones donde la configuraci¨®n ideol¨®gica o la personalidad del l¨ªder resultan fundamentales, tr¨¢tese de los partidos comunistas o fascistas, de la Liga Nord, de Le Pen o de los montajes de Berlusconi.
En el PNV, lo que le proporciona desde un principio su especificidad no es la finalidad independentista, ni siquiera su inicial racismo. Cuando Sabino Arana piensa en montar una organizaci¨®n pol¨ªtica, su modelo no es partido pol¨ªtico alguno, sino la Compa?¨ªa de Jes¨²s, en cuyo internado estudi¨® de 1876 a 1881, y a la cual reverenciaba hasta el punto de estimarla tan infalible como el Papa.
De San Ignacio, "nuestro gran patr¨®n celestial", procede la viga maestra de la construcci¨®n, la distinci¨®n entre el creyente, el patriota, y "el enemigo", quien se opone a Dios y a la libertad de Euskadi, merecedor por ello de ser destruido, con el recurso a la violencia si hace falta.
El radicalismo inherente a esa dualidad implica que el partido, como la Compa?¨ªa, asuma una organizaci¨®n de tipo militar, donde todo debate interno queda excluido apenas el creyente da el paso decisivo de ingresar en ella: una vez hecha "la gran elecci¨®n", "nadie debe guiarse por su cabeza". La maleabilidad es entonces extrema: un partido con un 10% de independentistas en 1990, asume el fin de la independencia un¨¢nimemente sin debate alguno en 2000. El Superior, el ¨®rgano de direcci¨®n, marca la pauta y so pena de expulsi¨®n los militantes asumen disciplinadamente sus decisiones. Lo propio de su autoridad no es explicar, sino elaborar un sistema de designaciones -actitudes, s¨ªmbolos, c¨®digos de comunicaci¨®n- que acote el espacio identitario de la comunidad nacionalista y la separe de un exterior hostil, o al que es preciso hostilizar.
Ejemplos: el lehendakari tiene que ser llamado "L¨®pez", el Pa¨ªs Vasco, Euskalherr¨ªa. Y por fin, lo que es esencial, el absolutismo de los principios ha de conjugarse con el pragmatismo de los medios. Incluso, advierte Ignacio, cabe entrar con el enemigo, siempre que salgamos con nosotros mismos. Vale aceptar la autonom¨ªa, si es plataforma para la soberan¨ªa, convirtiendo el ideario nacionalista, con su l¨®gica de exclusi¨®n incorporada, en elemento hegem¨®nico de la mentalidad vasca.
Pasados m¨¢s de 100 a?os, Ignacio queda lejos y su Compa?¨ªa, en lugar de Euskadi, agoniza, pero su esp¨ªritu, convertido en creencia en el sentido orteguiano, donde se est¨¢, sigue inspirando el funcionamiento del nacionalismo, tanto en el PNV como en Bildu. El r¨¢pido encaje de ambos, olvidando grandes diferencias program¨¢ticas, constituye el mejor ejemplo, y resulta normal que Egibar haya sido su promotor. Euskadi no debe ser plural, toda defensa de la pluralidad, como muestra no sancionar a quien no atienda en euskara, es presentada como una agresi¨®n a lo vasco. El pulso dur¨® mucho, pero con el 22-M ha sido ganado.
Tras renegar del "veto a Bildu", m¨¢scara de Batasuna, muchos dem¨®cratas olvidan su veto bien real al PP, "el obst¨¢culo" a eliminar de la pol¨ªtica vasca. La cohesi¨®n interna se materializa, tanto para el PNV como para Bildu, no ya por medio de las expulsiones, sino al intervenir de modo autom¨¢tico pueblo a pueblo un mecanismo de satanizaci¨®n y exclusi¨®n del otro, lo que llamar¨ªamos un totalitarismo horizontal o totalismo.
Al apelar al asociacionismo civil, como hace el nuevo alcalde donostiarra, el objetivo es "puentear" la democracia representativa: veremos lo f¨¢cil que resulta acordar el rechazo al AVE. Si la exclusi¨®n funciona bien, no habr¨¢ que recurrir a la violencia. Ser¨ªa estupendo en cambio ver el comportamiento de los dem¨®cratas de Bildu si PSOE y PP, con sentido del humor, dan la Diputaci¨®n guipuzcoana al PNV. De momento, tendr¨¢n algo de paciencia. Comenzar¨¢n por el control de las designaciones, con los s¨ªmbolos. Prim en Donostia no tiene futuro en su calle. Yo apuesto por Telesforo Monz¨®n.
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