?No nos representan?
Uno de los esl¨®ganes m¨¢s repetidos estas semanas ha sido el de "no nos representan", dirigido a los pol¨ªticos que ejercen su labor en nombre de todos. Esa ha sido tambi¨¦n una de las consignas m¨¢s atacadas por parte de quienes acusan al 15-M de populismo y antipol¨ªtica. El tema no es nuevo. La sensaci¨®n de lejan¨ªa entre pol¨ªticos electos y ciudadan¨ªa es un lugar com¨²n cuando se habla de los problemas de la democracia. La idea original es que las elecciones garanticen al m¨¢ximo la cercan¨ªa entre los valores e intereses de la ciudadan¨ªa y los perfiles pol¨ªticos y las posiciones de los representantes. La base de su poder y legitimidad est¨¢ en su representatividad, y esa deriva del proceso electoral. La teor¨ªa pol¨ªtica ha ido distinguiendo entre dos formas de representaci¨®n. Por un lado, se habla de la representaci¨®n delegaci¨®n, que hace referencia a la capacidad de llevar a cabo un mandato, es decir, la capacidad de actuar para conseguir ciertos objetivos. Y por otro lado, lo que denominar¨ªamos representaci¨®n fotograf¨ªa, que se basar¨ªa en la capacidad de los representantes de encarnar lo m¨¢s cercanamente posible al conjunto de los que pretenden representar. Las elecciones cubrir¨ªan ese doble objetivo de delegaci¨®n y de parecido, y el grado de confianza derivar¨ªa del grado en que se logre cubrir esas expectativas.
Ahora la gente tiene informaci¨®n, construye su criterio y quiere participar en las decisiones que les afectan
Con el grito "no nos representan", se est¨¢ advirtiendo que ni se dedican a conseguir los objetivos que prometieron, ni se parecen a los ciudadanos en su forma de vivir, de hacer y de actuar. El ataque es pues doble, a la delegaci¨®n (no hacen lo que dicen) y al parecido (no son como nosotros). El movimiento 15-M no ataca a la democracia, sino que entiendo que lo que est¨¢ reclamando es un nuevo enraizamiento de la democracia en sus valores fundacionales. Lo que critica el 15-M, y con raz¨®n, es que para los representantes el tema clave es el acceso a las instituciones, lo que garantiza poder, recursos y capacidad para cambiar las cosas. Para los ciudadanos, en cambio, el poder s¨®lo es un instrumento y no un fin en s¨ª mismo. Rosanvallon define el actual modelo de democracia como "democracia de elecci¨®n", entendi¨¦ndola como aquella centrada estrictamente en colocar en el poder a unas personas o a desplazar del mismo a otras. ?Por qu¨¦ no instaurar un sistema de deselecci¨®n en que los ciudadanos puedan revocar su mandato si se sienten defraudados en sus expectativas? (lo que de hecho ya existe en California). Se necesitan mecanismos de renovaci¨®n m¨¢s frecuente de la legitimidad, lo cual no deber¨ªa pasar forzosamente por una mayor frecuencia electoral, sino por incorporar m¨¢s "voluntad popular directa" (consultas, debates...) en ciertas decisiones.
El tema est¨¢ en poder y saber combinar legitimidad electoral con legitimidad de la acci¨®n. Hasta ahora, esa legitimidad se consegu¨ªa en las negociaciones a puerta cerrada entre representantes pol¨ªticos y tambi¨¦n entre ello y los intereses organizados. Ahora la exigencia es m¨¢s transparencia y m¨¢s presencia directa de la ciudadan¨ªa, sin que todo ello pase forzosamente por la intermediaci¨®n de lobbies, sindicatos, patronales o c¨¢maras. Antes los pol¨ªticos justificaban su privilegiada posici¨®n por el hecho de que ten¨ªan informaci¨®n, constru¨ªan su criterio y tomaban decisiones con respaldo mayoritario de los representantes. Ahora la gente, mucha gente, tiene informaci¨®n, construye su criterio y quiere participar en las decisiones que les afectan. Est¨¢ en juego la necesidad de la intermediaci¨®n. Sobre todo, de la intermediaci¨®n que no aporta valor y que adem¨¢s goza de privilegios que ya no se consideran justificados (sueldos, inmunidades, regal¨ªas...). Por otro lado, sabemos que el n¨²cleo duro de la abstenci¨®n se concentra normalmente en los barrios y lugares con menos renta, con menor nivel educativo, con peores condiciones de vida. Son voces no escuchadas y, por tanto, con tendencia a ser desatendidas. Necesitamos pensar no s¨®lo en formas de mejorar la representatividad de los pol¨ªticos, sino tambi¨¦n en dimensiones de la representaci¨®n que la hagan m¨¢s compleja, m¨¢s capaz de recoger la autonom¨ªa, la diversidad y la exigencia de equidad de las sociedades contempor¨¢neas.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB
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