La 'Mona Lisa' de cuatro cuerdas
El r¨¦cord marcado por la venta del 'stradivarius Lady Blunt' en favor de las v¨ªctimas de Fukushima es el ¨²ltimo cap¨ªtulo de la extraordinaria peripecia de un viol¨ªn ¨²nico
Antonio Stradivari muri¨® en 1737, ya anciano, y tras dedicarse desde los 16 a?os a fabricar instrumentos de cuerda en su taller de Cremona, al norte de Italia. Su trabajo, sobre todo por su incomparable mano a la hora de cortar las maderas, fue reconocido en su ¨¦poca. Fabric¨®, con la ayuda de sus hijos, cerca de 1.200 instrumentos, de los que sobreviven 600. De ellos, 450 son violines, los codiciados -por m¨²sicos y coleccionistas- stradivarius. Uno de ellos, ¨²nico en su especie por su belleza y perfecto estado de conservaci¨®n, el Lady Blunt de 1721, protagoniz¨® el pasado lunes una venta hist¨®rica digna de una obra de arte ¨²nica. Un comprador desconocido pag¨® 15,9 millones de d¨®lares (11 millones de euros) en una subasta virtual que ha estado cargada de expectaci¨®n y de ese vol¨¢til misterio que rodea a estas piezas de madera capaces de despertar tras siglos de azarosas vicisitudes los m¨¢s bellos sonidos.
Hill: "No es solo su sonido; basta con mirarlo para entender su valor"
Tom¨® el nombre de una de sus propietarias: la nieta de lord Byron
La casa de subastas online Tarisio, especializada en instrumentos, tramit¨® una venta impulsada por los ¨²ltimos due?os del viol¨ªn, la Nippon Music Foundation (Fundaci¨®n Japonesa de la M¨²sica). Sacrificaba la mayor joya de su colecci¨®n (destinada no solo a preservar instrumentos, sino a prestarlos a m¨²sicos que no pueden coste¨¢rselos) con el fin de obtener dinero para los damnificados por el tsunami de Fukushima.
El Lady Blunt pasaba as¨ª a nuevas manos, agrandando a¨²n m¨¢s su leyenda. Una leyenda que, seg¨²n el director de la casa de subastas londinense, Jason Price, le convierte en "la Mona Lisa de los instrumentos musicales".
"No es solo su sonido; basta con mirarlo para entender su valor. A cualquiera que le guste contemplar cosas hermosas sabr¨¢ que hay pocas con tanto charme", explica Andrew Hill, heredero de una de las sagas de conservadores y marchantes de stradivarius m¨¢s importantes del mundo, la firma W. E. Hill & Sons de Londres, y conservador jefe de la colecci¨®n de la Nippon Music Foundation. Su familia cedi¨® el otro gran straudivarius vivo, el Messiah (o Messie) de 1716, al Museo Ashmolean de Oxford a principios de los a?os cincuenta. Hill lleva d¨¦cadas dedicado "al cuidado" de instrumentos cuyos due?os solo son "custodios temporales" de un objeto que jam¨¢s acabar¨¢ de pertenecer a nadie. Una afirmaci¨®n que puede sonar mesi¨¢nica ("Ya s¨¦ que parecemos una orden secreta, o magos, pero no lo somos, nos preparamos durante toda una vida para esto") y en la que incide Scott Laine, asesor externo de Tarisio para la subasta del Lady Blunt: "Quien lo posee se convierte en parte de la historia".
"La primera vez que lo vi, yo ten¨ªa 17 a?os", recuerda Hill en conversaci¨®n telef¨®nica desde su despacho de Londres. "Ya empezaba a trabajar en la firma de mi familia. Mi abuelo y mi padre me dijeron que por unos d¨ªas ten¨ªa que hacerme cargo de un viol¨ªn muy especial antes de que se fuera a Estados Unidos con un nuevo propietario. Para m¨ª aquello sonaba a viaje a la Luna, pens¨¦ que jam¨¢s volver¨ªa a verlo. Nadie preve¨ªa entonces que pasar¨ªa por tantas manos y que adem¨¢s yo seguir¨ªa tan de cerca sus pasos. Fue al verlo cuando entend¨ª todo", a?ade este hombre, para quien Lady Blunt destaca por su perfecta conservaci¨®n, con su barniz a¨²n brillante como si acabara de salir del taller de Cremona.
Una perfecci¨®n de la que ya habl¨® su primer propietario registrado, el marchante y luthier franc¨¦s Jean Baptiste Vuillaume, quien lo encontr¨® en Espa?a en 1864. "Pensamos que Stradivari lo debi¨® enviar a un rico espa?ol. Hizo muchos para la familia real espa?ola. Probablemente, el rico espa?ol muri¨® y la familia lo guard¨® como si no tuviera ning¨²n inter¨¦s. Cuando Vuillaume lo descubri¨® estaba intacto". En un escrito, el propio artesano franc¨¦s lo explicaba as¨ª: "Me trajeron el viol¨ªn de Espa?a en unas condiciones in¨¦ditas. Jam¨¢s fue abierto. Ha reposado, olvidado, en un ¨¢tico por m¨¢s de 100 a?os".
Vuillaume reconoci¨® el valor de la pieza y la necesidad de preservarla para el futuro. En ella, como en el Messie, se pueden seguir las pistas del trabajo de Antonio Stradivari. Vuillaume era profesor de m¨²sica de la arist¨®crata inglesa Anne Blunt, nieta de lord Byron, exploradora y criadora de caballos. Y lady Blunt ten¨ªa suficiente personalidad para que su nombre estuviera de por vida vinculado a una joya rodeada de belleza y misterio.
El viol¨ªn pas¨® por varias manos hasta viajar por primera vez fuera de Europa en 1959. La mayor¨ªa de los violines hist¨®ricos estaban en Francia o Reino Unido, pero la quiebra econ¨®mica que provoc¨® la Gran Guerra primero y la II Guerra Mundial despu¨¦s desplazaron a Am¨¦rica y Asia los mejores instrumentos. A finales de los cincuenta viaj¨® a EE UU, a las c¨¢lidas costas de California. "Lo compr¨® Sam Bloomfield a un ingeniero brit¨¢nico. Bloomfield ten¨ªa una colecci¨®n maravillosa de antig¨¹edades. Fue un amigo suyo, un experto de Sotheby's, quien le anim¨® a subastarlo en 1971", explica Andrew Hill. En aquella famosa subasta, Hill puj¨® en nombre de su nuevo comprador. Un coleccionista de Singapur. Pag¨® 84.000 libras, en lo que fue una marca hist¨®rica.
De esa fecha data adem¨¢s una de las pocas im¨¢genes del viol¨ªn sonando en manos de un conocido virtuoso. Yehudi Menuhin (violinista que pose¨ªa una gran colecci¨®n, aunque prefiri¨® dedicar sus ¨²ltimos a?os a los violines de otro c¨¦lebre luthier, Guarneri) toca el Lady Blunt con el cuidado y el conocimiento de unos pocos elegidos. Para Andrew Hill, otra de las virtudes de esta pieza es que puede estar d¨¦cadas sin usarse (sin duda lo mejor para mantener intactas las huellas de las manos de su fabricante) pero revive de una manera asombrosa cuando un violinista lo coge entre sus manos. "Es bueno para ellos descansar, es lo deseable. Pero si un violinista lo coge despu¨¦s de 50 a?os, nada m¨¢s hacerlo despertar¨¢ de manera maravillosa. Stradivari lleg¨® a tal perfecci¨®n que a nosotros solo nos queda intentar copiar su trabajo. Sin su buen ejemplo, ser¨¢ dif¨ªcil lograrlo. De ah¨ª la importancia de conservar con m¨¢ximo cuidado el Lady Blunt o el Messie. En ambos se encierra toda su sabidur¨ªa y sus lecciones. Cuando mi familia don¨® el Messie lo hizo por responsabilidad, como otros compradores del Lady Blunt lo vendieron cuando pensaron que no pod¨ªan garantizar su conservaci¨®n".
Hill no teme que el nuevo comprador da?e el instrumento. "Dud¨¦ mucho con una venta por subasta, pero esta vez, qu¨¦ duda cabe, el fin lo justificaba. Creo que estar¨¢ en buenas manos y que sus nuevos propietarios sabr¨¢n que hay que cuidarlo para que no pierda su enorme valor. Un stradivarius es un objeto extraordinario. Una obra de arte con la que uno puede ganarse la vida. Y no te ganas la vida con un picasso".
Babelia
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