De Mitterrand y otras cr¨®nicas
El autor parte de un libro de Jack Lang sobre quien fue presidente socialista de la Rep¨²blica francesa para trazar una panor¨¢mica de textos que le han marcado
Entre las lecturas de la semana, el Fran?ois Mitterrand de Jack Lang. El antiguo ministro de Cultura era uno de los pocos que a¨²n no hab¨ªan publicado sus "fragmentos de la verdadera cruz". Pues bien, ya est¨¢. Es cosa hecha. Y, evidentemente, como casi siempre ocurre con los testimonios de primera mano, es apasionante. C¨®mo un presidente voltairiano decide amar, o fingir amar, a su marioneta televisiva... La aparici¨®n a su lado de un joven prestidigitador engominado llamado Silvio Berlusconi... Un desayuno con Vaclav Havel, en tr¨¢nsito entre dos prisiones... Yasser Arafat en su coche, rumbo a un telediario, repitiendo la palabra "caduco" sin conseguir pronunciarla... Las l¨¢grimas de Mendes France y el homenaje de la muerte -como quien dice el "beso de la muerte"- que le dedicaron inmediatamente... Elie Wiesel que pregunta: "?Alguna vez pens¨® en hacerse escritor?", y el presidente que responde: "M¨¢s bien me ve¨ªa como un tribuno en la Convenci¨®n"... El retrato de Joseph Mitterrand, su padre, en la pared de la ¨²ltima habitaci¨®n de la avenida Fr¨¦d¨¦ric Le Play, como el de Fran?ois Baudelaire, el antiguo sacerdote, sobre la cama del poeta en el H?tel du Gran Manoir de Bruselas... Un d¨ªa muy fr¨ªo, en un apartamento sin calefacci¨®n, el t¨ºte-¨¤-t¨ºte del autor con otra eminencia mitterrandista, Laurent Fabius: "Parec¨ªamos dos g¨¢nsteres helados la v¨ªspera del 'reparto de un bot¨ªn perdido"... O las reticencias del primer ministro B¨¦r¨¦govoy, que tem¨ªa que la visita de Salman Rushdie a Par¨ªs hiciera "perder votos a la izquierda"... Lo importante en un libro semejante son los detalles. Todos los detalles. Como piezas adicionales -pero esenciales- de la historia de nuestra historia.
Lo importante en una cr¨®nica son los detalles. Como piezas adicionales de la historia de nuestra Historia
Al leer 'Tout Paris' no se puede evitar pensar en un "diario" de Jules Renard cuyos personajes fueran Sarkozy o Lagerfeld
Dentro del g¨¦nero de las "cr¨®nicas parisienses", los modelos son abundantes y, sobre todo, abrumadores. Sin mencionar siquiera a Morand o a Balzac, est¨¢ el Maurice Sachs de Au temps du bœuf sur le toit o de Cuadro de costumbres de este tiempo; el primer libro de Fran?oise Giroud, titulado Le Tout-Paris (1952); o las cr¨®nicas de los a?os ochenta -olvidadas, pero que tambi¨¦n merecer¨ªan que las reunieran en un libro- del a?orado Jean-Michel Gravier en Le matin de Paris. Betrand de Saint Vincent, cuyos bosquejos en Le Figaro aparecen -?una coincidencia?- con el t¨ªtulo de Tout Paris no desmerece de sus predecesores. Es feroz, pero no c¨ªnico. L¨²cido, pero sin resentimiento. Sobre todo, me parece, conjura ese mal moderno que es el esp¨ªritu de escarnio y mantiene la distancia adecuada: la que permite ser a la vez cruel y c¨®mplice o, mejor, c¨®mplice, pero no complaciente. Desde siempre, sabemos que la humanidad se divide entre los que se reducen a su m¨¢scara, los que se resignan a ella y los que se esfuerzan en romperla. Pero el esfuerzo del cronista (y a veces su arte) es, en este caso, intentar penetrar las m¨¢scaras; desenmascarar a aquellos que, pretendiendo hacerlo por su propia cuenta, lo ¨²nico que consiguen es producir una nueva; o incluso revelar algunos de los resortes secretos que ordenan, o desordenan, este ballet de lobos. En los mejores momentos del libro, uno no puede evitar pensar en un "diario" de Jules Renard cuyos personajes fueran Sarkozy, Lagerfeld, una belleza ef¨ªmera, una falsa baronesa, un verdadero estafador o un Maxime de Trailles en versi¨®n Montecarlo. Uno piensa tambi¨¦n en un material en bruto del que un d¨ªa se apropiar¨¢ un novelista en busca de personajes, es decir, de mentiras animadas; o, mejor, en un Moli¨¨re moderno que ha comprendido que la vida es espect¨¢culo y no misterio. Un regalo.
J¨¦r?me Cl¨¦ment es un amigo. Primero con Daniel Toscan du Plantier y luego sin ¨¦l, lo he acompa?ado durante 17 a?os en la gran aventura de ese canal que ¨¦l invent¨® y se llama arte. ?l tambi¨¦n ha publicado un libro. Es Le choix d'arte. O, para decirlo de otro modo, la ver¨ªdica historia de una aventura sin precedentes ni equivalentes y cuyo producto, arte, forma parte ya de lo mejor de la construcci¨®n europea. Pues lo que el libro pone de manifiesto es que el canal para el que Cl¨¦ment fue como una especie de Jean Vilar siempre ha sido m¨¢s que un canal, m¨¢s que una televisi¨®n: algo as¨ª como una idea encarnada, un ramillete de sue?os realizados, el elemento ausente en todo ramillete convertido en imagen, es decir, en carne, en resumen, la imposible naci¨®n europea venida, no solo al pensamiento, sino al mundo -y, tambi¨¦n aqu¨ª, naturalmente, el inevitable vodevil del diablo y el buen Dios con su encadenamiento de episodios imprevistos, de circunstancias aleatorias, pero decisivas, de confusiones afortunadas, de casualidades convertidas en necesidades. Protagonistas y actores secundarios, ministros y artistas, pr¨ªncipes-abades de la televisi¨®n alemana y saltimbanquis franceses, Mitterrand otra vez, Lang, por supuesto, el amigo Jupp¨¦, el fantasma de Fran?ois Truffaut o la sombra proyectada de Georges Duby: todos est¨¢n ah¨ª, convocados por un memorialista que nos ofrece -elegancia suprema- un balance sin introspecci¨®n, una saga sin buenos sentimientos, una historia de ruido y furia escrita por unos extravagantes. En una hora en que Europa est¨¢ en punto muerto y en que, desde su cuna griega hasta sus marcas cautivas durante largo tiempo y hoy reintegradas en la casa com¨²n, sube el mismo lamento, cuando no el mismo grito de socorro y desesperaci¨®n, este libro es una bocanada de esperanza, una "lecci¨®n de cosas" y de fe. Ya era hora.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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