En ca¨ªda libre
Terrazas y caf¨¦s a medio gas. Proliferaci¨®n de indigentes por las calles. Tiendas cerradas en barrios populares y en zonas pijas. El pa¨ªs cae en el pesimismo mientras los indignados del centro de Atenas increpan a los diputados que debaten el plan de ajuste forzado por la UE
Los pocos griegos que a¨²n no han perdido el sentido del humor gastan bromas con la palabra eurozona, que en griego suena parecido a ese cintur¨®n que cada d¨ªa les aprieta m¨¢s. Porque para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, los males que ahora afligen al pa¨ªs se remontan a 2001, el a?o en que adopt¨® la moneda ¨²nica. Por eso muchos sue?an con las drajmules (dracmitas), uno de esos diminutivos cari?osos que utilizan a todas horas. Diminutivos no faltan en la lengua griega, pero s¨ª hip¨¦rboles para calibrar la magnitud de la tragedia. O del drama: cualquiera de esas palabras se forj¨® aqu¨ª. El pa¨ªs que dio nombre a Europa vive una agon¨ªa prolongada desde hace un a?o, cuando se aprob¨® el primer rescate de la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero lo peor a¨²n est¨¢ por llegar.
Con una deuda de 340.000 millones de euros, incluso los beb¨¦s reci¨¦n nacidos deben 30.000 euros cada uno
Vuelven las canciones de los abuelos contra los nazis, mezcladas con versos de izquierdas y estrofas de Teodorakis
Puede que a los ciudadanos de la antigua H¨¦lade no les falte raz¨®n con lo del euro. Con su adopci¨®n, quiz¨¢ m¨¢s simb¨®lica que oportuna, Grecia fue en 2001 el cu?o que acab¨® de sellar la europeidad de la moneda ¨²nica, un tributo a las ra¨ªces del continente. Grecia necesita hoy a Europa para no quebrar, aunque la calle deteste todo lo que venga de Bruselas: los ultim¨¢tums, las obligaciones, las dolorosas recetas. Una ojeada a la marea de pancartas colgadas en la plaza Sintagma de Atenas, el campamento de los indignados, har¨ªa pensar que no hay otro responsable de la crisis que Europa. O los oscuros designios del Fondo Monetario Internacional (FMI); su ex director gerente, Dominique Strauss-Kahn, comparte caricaturas en los carteles con Merkel, Sarkozy, Barroso o Trichet.
Cuesta encontrar a un griego que no vea una mano oculta detr¨¢s de la cat¨¢strofe, y a¨²n m¨¢s a optimistas que crean en el milagro de la recuperaci¨®n: con una deuda de 340.000 millones de euros, hasta los beb¨¦s reci¨¦n nacidos deben 30.000 euros por cuna. Dimitris Jristu, director del diario de izquierda Avg¨ª, tira de autocr¨ªtica nacional, y el resultado es el moderado mon¨®logo que sigue. "Esto es un cataclismo, no una crisis econ¨®mica. Porque Grecia no tiene econom¨ªa, no existe nada a lo que pueda d¨¢rsele ese nombre. Aunque el Estado es omnipresente, el sector p¨²blico es inane, y los recortes han disminuido a¨²n m¨¢s su productividad. En cuanto al sector privado, el comercio est¨¢ en manos extranjeras: las grandes marcas han expulsado a las firmas griegas. La llegada de Ikea supuso el cierre de cientos de talleres y empresas del ramo, y lo mismo ha pasado con buena parte de los servicios". A su juicio, "la receta del Gobierno no da resultados, solo genera m¨¢s crisis. No hay salida".
En Grecia ya no hay optimistas. Solo una naci¨®n herida que ve hundirse su futuro entre recortes y sacrificios.
Las dos hijas del templado Jrist¨² viven en Francia e Inglaterra. Universitarias con idiomas, hace solo un lustro habr¨ªan podido aspirar en Grecia a un trabajo con un sueldo en torno a los 1.800 euros al mes; hoy, si ese puesto existiera -"que no existe", asegura Jrist¨²-, no percibir¨ªan m¨¢s de 700. Por eso una generaci¨®n entera est¨¢ emigrando, "como hac¨ªamos los griegos en los a?os del hambre". En junio, "cualquier iglesia de barrio celebrar¨ªa una decena de bodas un s¨¢bado. Ahora es imposible ver una sola, no hay dinero ni para casarse", explica.
Las terrazas y caf¨¦s a medio gas; los puestos de venta ambulante, ubicuos, con saldos que parecen salidos de otra ¨¦poca; la proliferaci¨®n de indigentes en las calles; las decenas de tiendas cerradas en un barrio popular ateniense, pero tambi¨¦n las boutiques de lujo de zonas pijas demuestran, con el candado echado, que Grecia falla. "Si el Parlamento no aprueba el nuevo plan de ajuste para 2012-2015, habr¨¢ elecciones anticipadas en oto?o, pero mientras los comercios seguir¨¢n echando el cierre" opina Jristu. "Porque Grecia no va salir adelante con cuatro f¨¢bricas que no pueden resistir la competencia de China, por mucha ayuda que nos den".
La resistencia y el nacionalismo se mezclan en el movimiento de los indignados. Les mantiene vivos la desesperaci¨®n
La tentaci¨®n de echarle la culpa al empedrado es natural en momentos de angustia, pero, al margen de DSK, de Sarkozy, de Merkel, alg¨²n responsable habr¨¢ tambi¨¦n dentro, ?o no? El polit¨®logo Lambros Papadimitrakis, 60 a?os y barba de capit¨¢n de barco, cree que la culpa de que la pol¨ªtica sea en Grecia una profesi¨®n vitalicia -cuando no una herencia familiar, como demuestra el caso del primer ministro, Yorgos Papandreu- la tienen "los muchos millones que los partidos reciben del Estado cada a?o". Habla bajo un toldo frente al Parlamento, en el campamento de los indignados:
"?C¨®mo se puede explicar que haya pol¨ªticos con casas de 3,5 millones de euros, a los pies de la Acr¨®polis, con 1.000 metros cuadrados? Por eso los llamamos ladrones, no solo mentirosos". El term¨®metro marca 36 grados a la sombra, pero mucha gente desaf¨ªa la solanera del mediod¨ªa para acercarse a su puesto a por panfletos, o arrancarse a debatir casi sin mediar el saludo: oficinistas, dos estudiantes, un se?or con corbata de marca. "Es que la gente est¨¢ muy cabreada", apunta Papadimitrakis.
"Vamos a estar devolviendo intereses hasta que nos muramos sin recibir nada", afirma una diputada
La veteran¨ªa es un grado en el campamento. Discursos que devuelven lejanos ecos del marxismo conviven con la ideolog¨ªa m¨¢s desestructurada de los j¨®venes, como los de Real Democracy (uno de los 18 grupos que acampan en Sintagma), mucho menos receptivos a la presencia de periodistas y que incluso utilizan nombres falsos para hacer algo remotamente parecido a una declaraci¨®n. Pero, a medida que pasan los d¨ªas -los indignados ocuparon la plaza entre el 22 y el 25 de mayo-, "el movimiento va haci¨¦ndose m¨¢s pol¨ªtico, porque congrega cada vez m¨¢s a gente que vota", apunta Jristu. Como Irene, funcionaria, votante del Movimiento Socialista Panhel¨¦nico (Pasok, en el Gobierno) y con un hijo de 18 a?os que le dice: "No tengo sue?os, no tengo futuro. ?C¨®mo voy a vivir as¨ª?". O Marula, 30 a?os, licenciada en paro, con una belleza de rompe y rasga a lo Irene Papas. "Me gustar¨ªa tener esperanzas, pero no las hay. Esto no va a ir a mejor", musita, mientras a su lado revolotean varios miembros de Moteros Indignados de Grecia, que han concluido ante el Parlamento una marcha desde varios puntos del pa¨ªs. Un poco m¨¢s all¨¢, coronados por ramas de laurel, 300 espartanos que han llegado a Atenas a pie son vitoreados por la multitud. La cifra no es casual: es el tributo a los 300 soldados de Le¨®nidas en la batalla de las Term¨®pilas.
La historia, el aguij¨®n del agravio y un indigesto sentimiento que mezcla resistencia y nacionalismo fermentan a borbotones entre la multitud. Canciones patri¨®ticas, de las que cantaban los abuelos que combat¨ªan a los nazis, se encadenan con versos de poetas rojos o con canciones populares de Teodorakis. Pero "los indignados necesitan ya una base pol¨ªtica o tendr¨¢n que disolverse sin que quede rastro de sus protestas", analiza Kostas Pliakos, jefe de redacci¨®n del diario Eleutheros Typos. "Se da una curiosa paradoja: en toda Europa no existe una izquierda que sea alternativa real de poder, pero esa izquierda ya existe en la conciencia de la gente como necesidad pol¨ªtica y moral, lo estamos viendo aqu¨ª y en Espa?a con el 15-M". Buena noticia, pues: savia nueva, el empuje de las nuevas generaciones, la regeneraci¨®n de ideas y actitudes... Pliakos interrumpe la ingenua relaci¨®n de buenas nuevas: "No, se acab¨®, ya no hay tiempo, esta vez es el fin. Las nuevas medidas de austeridad [para 2012-2015, que el Parlamento vota la pr¨®xima semana] van a ser la puntilla, se van a cargar a la clase media".
Sofia Sakorafa, diputada independiente por Atenas, abandon¨® hace un a?o el Pasok cuando se aprob¨® el primer plan de ajuste, la condici¨®n sine qua non impuesta por Bruselas y Washington para otorgar a Grecia el rescate de 110.000 millones de euros, que puede repetirse en julio. El martes vot¨® no a la moci¨®n de confianza planteada por el primer ministro Papandreu; pasado ma?ana, votar¨¢ no al nuevo programa de austeridad. "Va a ser la tumba de Grecia", afirma. "Ning¨²n griego se merece esta crueldad sin sentido, y menos a¨²n por parte de nuestros socios europeos. El Gobierno quiere imponernos una ley que yugula el futuro, vamos a estar devolviendo intereses hasta que nos muramos sin recibir nada a cambio. Si me dijeran que con los recortes tendr¨ªamos mejor sanidad, mejor educaci¨®n, mejores infraestructuras, ser¨ªa la primera en votar a favor. Pero s¨®lo nos van a quedar ruinas". Cree en la Uni¨®n Europea, "pero esa UE de la que todos hablan existe solo en los papeles. Lo que quieren Alemania y Francia es tener protectorados en la zona", opina.
Un pa¨ªs en ruinas. Mucho nihilismo, apenas disimulado por la fuerza inerte de la masa. El pesimismo de los griegos es mucho m¨¢s que un ataque de indignaci¨®n. Es el mismo sistema el que hace aguas. "Aunque solo se ven las cifras econ¨®micas, la crisis que afecta a Grecia tiene ra¨ªces m¨¢s hondas: es una crisis social, cultural, espiritual, ¨¦tica y est¨¦tica a la vez", explica Nikos Kosi¨¢s, profesor de la Universidad del Pireo y exconsejero de Yorgos Papandreu. "Por tanto, no se trata s¨®lo de aplicar m¨¢s o menos medidas, sino del fundamento profundamente injusto de las mismas: rebajar el m¨ªnimo exento de contribuci¨®n a 8.000 euros y subir m¨¢s los impuestos supone lanzar a la pobreza a la mayor¨ªa de la clase media, y a los pobres, a la indigencia m¨¢s absoluta".
Con los nuevos impuestos acordados por el Gobierno griego, y bendecidos por la troika comunitaria -a¨²n deben pasar el tr¨¢mite de la votaci¨®n parlamentaria-, una pareja con unos ingresos anuales de 65.000 euros pagar¨¢ a partir de oto?o 2.275 de euros en impuestos adicionales, denominados "tasa solidaria". Pero por el precio de un frap¨¦ (un granizado de caf¨¦ que los griegos consumen a granel), entre 3 y 5 euros seg¨²n la terraza, Mirto da de comer a sus dos hijos tres o cuatro d¨ªas, que estira con alimentos caducados del s¨²per o sobras de restaurantes. Es la faz invisible de la crisis, la de los desheredados que ni ocupan plazas ni gritan consignas contra el Gobierno. Separada, sin trabajo y sin subsidios, Mirto tiene alquilada una habitaci¨®n a unos chinos en el barrio m¨¢s mestizo de Atenas, porque en Grecia ya existe un escal¨®n por debajo de la inmigraci¨®n, esa realidad clamorosa que nadie quer¨ªa ver. Lo ocupan algunos griegos, como Mirto y sus hijos. "Hago trabajos dom¨¦sticos, pero muchas casas donde limpiaba no pueden gastarse ahora los 300 euros que me pagaban, as¨ª que me he quedado pr¨¢cticamente sin trabajo. Tambi¨¦n limpiaba en tiendas del barrio, pero casi todas han cerrado".
En el otro extremo de la escala social, la clase media acomodada tambi¨¦n se tienta la camisa, cuando no reajusta sus esquemas mentales. Matina Magkou, de 30 a?os, regres¨® a Grecia en mayo, tras tres a?os trabajando en Espa?a. "Cuando volv¨ª, lo primero que not¨¦ fue una oleada de pesimismo y desesperaci¨®n. Por primera vez o¨ªa a amigos preguntar qu¨¦ hay que hacer para irse a vivir al extranjero, gente que jam¨¢s ha salido de Grecia. Con el paso de los d¨ªas, uno levanta cabeza y siente sobre todo incertidumbre: nadie hace planes de futuro y mucho menos grandes proyectos vitales, como casarse o tener hijos; incluso los que trabajamos no nos tomaremos m¨¢s que una semana de vacaciones, y en Grecia, nada de salir al extranjero. Hace dos a?os, no hab¨ªa nadie en paro en mi pandilla, hoy tengo varios amigos. Pero me niego a ser pesimista".
Cae la noche, y cientos de indignados increpan a los diputados que, se supone, debaten ya el nuevo programa de ajuste en el interior del Parlamento. Con las manos en alto, las palmas extendidas y los dedos bien abiertos, hacen el signo de la muntza a sus se?or¨ªas. El mismo que se utiliza en una acalorada discusi¨®n de tr¨¢fico. Marula, la belleza de rompe y rasga sin esperanza, reconoce que le parece feo para dirigirse a los representantes de la voluntad popular, pero ya no sabe qui¨¦n representa m¨¢s al pueblo, si esa masa enrabietada o los encorbatados se?ores que hurgan con el bistur¨ª en la herida. No lejos, los parroquianos de un caf¨¦ siguen absortos en la pantalla de televisi¨®n una macrorredada contra el submundo del f¨²tbol que ha sacado a la superficie decenas de casos de lavado de dinero, partidos ama?ados, alguna que otra arma. Y 83 encausados. Como si el circo medi¨¢tico sirviese tambi¨¦n para anestesiar los padecimientos de la agon¨ªa. -
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/J2S2OUISWPHUREB5DAHLODWR7I.jpg?auth=c95f7a9cce2df3e1a0b7eac7d6c52e28bfb26ba24db28f535a4400b22088661e&width=414)
![Un grupo de , el 15 de junio de 2011. Foto:](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/XMKHEXGYPYE373EXGYROEBKNDI.jpg?auth=817ee6e60535c3410aa60680b388098993f256e9efef565f1481a854c3e7ada7&width=414)
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