La dictadura empieza a pagar
Todav¨ªa son pocos casos, pero ya hay sentencias para v¨ªctimas espa?olas en los cr¨ªmenes de Estado en Argentina. Los culpables de tres asesinatos han sido condenados a perpetuidad. Otro de los juicios est¨¢ a punto de acabar
Un tribunal de Buenos Aires comenz¨® el pasado martes a escuchar el alegato final de los abogados de los siete militares acusados de la desaparici¨®n de un matrimonio espa?ol durante la dictadura argentina (1976-1983). Se llamaban Luis Miguel D¨ªaz Salazar y Esther Gersberg. Eran obreros de una f¨¢brica textil, comunistas, y el d¨ªa de su secuestro, el 21 de julio de 1978, estaban pintando el piso porte?o al que se hab¨ªan mudado porque Esther se encontraba ya embarazada de ocho meses e iban a necesitar espacio.
Luis y Esther fueron a parar a El Vesubio, uno de los centros clandestinos de detenci¨®n a las afueras de la capital. A ella la torturaron tanto que, seg¨²n algunos testimonios, sus gritos tronaron por todo el recinto. Le dejaron los m¨²sculos tan agarrotados que, al salir de la sala de tormentos, explic¨® a una compa?era de infortunio que sab¨ªa que su beb¨¦ estaba muerto.
Luis Miguel y Esther fueron secuestrados en julio de 1978. Ella, embarazada, fue v¨ªctima de horribles torturas
Un suboficial purga su condena por la desaparici¨®n de 36 personas, entre ellas el espa?ol Salvador Arest¨ªn
Este matrimonio es de los pocos casos de espa?oles desaparecidos en Argentina a los que se hace justicia despu¨¦s de d¨¦cadas de impunidad. En total, 576 espa?oles fueron v¨ªctimas del terrorismo de Estado, seg¨²n el juez Baltasar Garz¨®n. Hasta ahora, los tribunales solo han condenado a prisi¨®n perpetua a los responsables de la muerte de tres de ellos, Celia L¨®pez Alonso, Salvador Arest¨ªn y Gustavo Chavarino. EL PA?S ha reconstruido la historia de espa?oles cuyos casos han sido juzgados o est¨¢n a punto de ser resueltos, y lo ha hecho a partir de la memoria de sus parientes.
Sara Gersberg es la hermana de Esther. Cuando esta desapareci¨®, relata, ya llevaba alg¨²n tiempo alejada de la familia. Ella y su compa?ero, de 23 y 24 a?os, respectivamente, militaban en Vanguardia Comunista, grupo de ra¨ªz mao¨ªsta que admit¨ªa el uso de las armas. Esther se convirti¨® en espa?ola al casarse con Luis, que era de Ayamonte (Huelva) y que emigr¨® a Argentina con su familia en busca de una vida mejor. "Los dos estaban llenos de ideales y llegaron hasta ah¨ª...", concluye Sara, que ignora que el responsable principal de El Vesubio, Pedro Dur¨¢n S¨¢enz, ha muerto esta misma semana, a los 76 a?os de edad, antes de conocer su sentencia.
No ha corrido la misma suerte el exsuboficial de la Fuerza A¨¦rea Gabriel Molina, responsable de la tortura y desaparici¨®n del vasco Salvador Arest¨ªn, que purga su condena desde hace ya un a?o. Un tribunal de Mar del Plata lo declar¨® culpable de dos asesinatos, tres violaciones y 36 casos de desapariciones, adem¨¢s de otros por torturas.
Arest¨ªn era un abogado de 28 a?os, casado y con dos hijos. Hab¨ªa nacido en Renter¨ªa en 1948, hijo de una familia gallega. Su padre era pescador y en 1950 llev¨® a toda su familia a la Patagonia. Buscaba un mejor trabajo. Acab¨® en Mar del Plata, donde Salvador estudi¨® Derecho.
"Mi hermano ten¨ªa simpat¨ªa por el PRT, brazo pol¨ªtico de una de las dos guerrillas argentinas m¨¢s importantes de los setenta, el Ej¨¦rcito Revolucionario del Pueblo (ERP)", explica Pilar. "Discut¨ªa de pol¨ªtica en la facultad, y un compa?ero suyo, Eduardo Cincotta, de la Concentraci¨®n Nacional Universitaria , lo denunci¨® a cambio de prebendas". Cincotta muri¨® en 2009 despu¨¦s de haber sido detenido por su responsabilidad en la llamada Noche de las Corbatas, una jornada siniestra en la que desaparecieron, adem¨¢s de Salvador, otros seis j¨®venes abogados de Mar del Plata.
Despu¨¦s de que Salvador fuera secuestrado, el 6 de julio de 1977, Pilar y su padre acudieron a la polic¨ªa, a la justicia, al consulado espa?ol en Buenos Aires y a la nunciatura apost¨®lica. "Nadie nos ayud¨®. En 1978 vino a Argentina el rey Juan Carlos y recibi¨® a los familiares de desaparecidos. Nos dijo que tuvi¨¦ramos paciencia... Paciencia nos sobr¨®", se queja Pilar.
Poco despu¨¦s del retorno de la democracia, un 1 de noviembre, el padre de Salvador recibi¨® una llamada an¨®nima. "Le dijeron: 'Hoy es el D¨ªa de los Muertos. ?Usted deber¨ªa estar tirando flores al mar, donde arrojamos al hijo de puta de su hijo!". El padre de Salvador muri¨® el a?o pasado, cuando ya hab¨ªa cumplido 89. "No me satisface la condena", se rebela Pilar. "No se conden¨® al que lo secuestr¨®, ni al que lo entreg¨®, ni al que dio la orden, ni al que lo mat¨®".
Otro caso es el del melillense Gustavo Chavarino. Ni sus padres ni sus hermanos supieron que los verdugos hab¨ªan sido condenados en diciembre pasado. Para entonces, todos hab¨ªan muerto, llev¨¢ndose el dolor a la tumba. Es su sobrina Yamila, que ten¨ªa dos a?os cuando desapareci¨® su t¨ªo, quien recuerda la historia familiar. Chavarino hab¨ªa nacido en 1948 y al poco tiempo su familia se march¨® a Buenos Aires. El padre era maestro, y la madre, ama de casa. "Eran parientes de Ram¨®n Cereijo, ministro de Hacienda de Per¨®n", relata Yamila. Gustavo trabaj¨® como t¨¦cnico mec¨¢nico en la Direcci¨®n de Vialidad de Argentina, donde sus compa?eros lo eligieron delegado sindical. "Militaba en la JP ", cuenta Yamila. En agosto de 1976, agentes de seguridad lo fueron a buscar a su trabajo y a su casa, pero no lo hallaron. "Durante mucho tiempo vivi¨® escondido", cuenta Yamila. "Un d¨ªa no aguant¨® m¨¢s. Sali¨® a repartir panfletos y lo agarraron". Era el 18 de noviembre de 1977. Gustavo ten¨ªa 29 a?os.
Los padres de Yamila pensaron en volver a Espa?a, aunque al final desistieron. "Viv¨ªamos encerrados, no habl¨¢bamos con nadie. A m¨ª me daba miedo la polic¨ªa. Mi abuelo no quer¨ªa hablar del tema y mi abuela lloraba, quer¨ªa volver a Espa?a", explica.
Se sabe que Chavarino estuvo detenido en los centros de tortura Atl¨¦tico y Banco. Su caso fue incluido en el juicio por todos los asesinatos, desapariciones, secuestros y torturas que ocurrieron all¨ª, y en el campo Olimpo, por el que un tribunal de Buenos Aires conden¨® a cadena perpetua a ocho integrantes de las fuerzas de seguridad: Samuel Miara, Ra¨²l Gonz¨¢lez, Eduardo Kalinec, Eufemio Uballes, Luis Donocik, ?scar Rol¨®n, Julio Sim¨®n y Ricardo Taddei.
En octubre de 2009, otro tribunal porte?o hab¨ªa fallado tambi¨¦n contra el exgeneral de brigada Jorge Olivera R¨®vere, responsable de la desaparici¨®n de la catalana Celia L¨®pez Alonso, que ten¨ªa 39 a?os cuando desapareci¨® y que era artista pl¨¢stica, delegada sindical en el Banco Espa?ol del R¨ªo de la Plata y militante del PRT. Su verdugo fue considerado culpable de otras 115 desapariciones y cuatro asesinatos.
Un sobrino de Celia L¨®pez Alonso, Javier Tisera, recuerda que los padres de Celia, nacionalistas vascos, huyeron de los bombardeos de Bilbao en la Guerra Civil. Se asentaron en Barcelona, donde naci¨® Celia en 1937. Su padre acab¨® en un campo de concentraci¨®n en Francia, pero en 1953 reuni¨® a la familia y consigui¨® marchar a Argentina "buscando aires de libertad". Se instalaron en San Nicol¨¢s (240 kil¨®metros al norte de Buenos Aires).
Tiempo despu¨¦s, Celia se traslad¨® a la capital argentina para estudiar bellas artes. All¨ª entr¨® en el PRT. Un d¨ªa antes de que la secuestraran, una mujer de su familia le ofreci¨® ayuda para exiliarse: "Si quer¨¦s, te cruzamos a Uruguay", le propuso. "Todav¨ªa no se meten con nosotros", le respondi¨® Celia.
Otro catal¨¢n, Manuel Coley, tambi¨¦n delegado sindical de una f¨¢brica de vidrio de Berazategui, suburbio de Buenos Aires, fue igualmente torturado y asesinado. Su cuerpo, sin embargo, es el ¨²nico de un espa?ol desaparecido en Argentina que ha sido recuperado. Cuando muri¨® ten¨ªa 42 a?os y tres hijos. Su caso est¨¢ pendiente de juicio. Coley hab¨ªa nacido en 1934 en Barcelona. Su padre era un miliciano anarquista que acab¨® en un campo de concentraci¨®n en Francia. Cuando termin¨® la Segunda Guerra Mundial, se qued¨® a vivir all¨ª. La madre de Coley, que estaba sola en Espa?a, con dos hijos, decidi¨® en 1950 llev¨¢rselos a Argentina, donde un primo suyo cocinaba en un hotel y le ofrec¨ªa trabajo. Se radicaron en Quilmes, en el Gran Buenos Aires.
Manuel, recuerda su viuda, Alcira Ju¨¢rez, "se puso a trabajar apenas lleg¨® a Argentina. Era un trotamundos, enamorado de este pa¨ªs". "Mi pap¨¢ era rebelde", asegura su hija Mar¨ªa Marta, militante kirchnerista. "Si le daban demasiadas ¨®rdenes en un trabajo, se iba", a?ade. Manuel acab¨® trabajando en una f¨¢brica de vidrio, donde comenz¨® su actividad sindical y donde entr¨® en el PRT. En 1975 intervino en una huelga de ocho d¨ªas en demanda de subidas salariales. La patronal torci¨® el brazo, pero el 20 de marzo de 1976, cuatro d¨ªas antes del golpe militar, despidi¨® a Manuel y a 400 empleados m¨¢s. El 27 de octubre de aquel a?o, agentes de inteligencia del Ej¨¦rcito irrumpieron en su casa y le llevaron detenido. Revisando su biblioteca, un militar le pregunt¨® a Mar¨ªa Marta, que ten¨ªa entonces 11 a?os, si hab¨ªa le¨ªdo Pedagog¨ªa del oprimido, de Paulo Freire.
La esposa de Coley fue una de las mujeres que comenz¨® a protestar en la plaza de Mayo, tras el fracaso del h¨¢beas corpus que present¨® ante la justicia con ayuda del entonces obispo de Quilmes, Jorge Novak, y de la Embajada de Espa?a. En 2006, el Equipo Argentino de Antropolog¨ªa Forense encontr¨® cuerpos enterrados sin identificar en un cementerio bonaerense, y mediante pruebas de ADN, en noviembre de 2009, un juez certific¨® que uno de ellos correspond¨ªa a Manuel. "Voy a tirar las cenizas al R¨ªo de la Plata para que vuelva a su lugar tan querido", cuenta Alcira, que todav¨ªa las guarda junto a ella. "Son cosas que hay que preparar bien".
Los casos de los espa?oles, como los de otros muchos desaparecidos, se han visto afectados por los retrasos en los juicios desde aquella primera etapa del Gobierno de Ra¨²l Alfons¨ªn en que se juzg¨® solo a los jerarcas del r¨¦gimen; el posterior indulto a los condenados, acordado por Carlos Menem, y la nulidad de ese perd¨®n promovida por el Gobierno de N¨¦stor Kirchner, que ha permitido reanudar los juicios. Aunque ha pasado mucho tiempo, empieza a hacerse justicia. -
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