Cortar el revesino
He hablado de este asunto en otras ocasiones, y me disculpo por la repetici¨®n. Pero es que tambi¨¦n los vicios espa?oles se repiten hasta la saciedad desde hace siglos y nadie parece dispuesto a enmendarlos. Se reconocen, pero siempre como "cosa del pasado", a la vez que quienes los condenan los reiteran infaliblemente en el presente, sin darse cuenta o con gran cinismo, en realidad no s¨¦ por qu¨¦ otorgo el beneficio de la duda. Se habla, por ejemplo, de lo mal que sus contempor¨¢neos -los colegas escritores, no los lectores- trataron a Cervantes, cuyos talento y ¨¦xito tard¨ªos no pudieron perdonarse: recu¨¦rdese que a la publicaci¨®n de la Primera Parte del Quijote su autor contaba cincuenta y siete a?os, que deb¨ªa de ser como tener hoy setenta y cinco, y diez m¨¢s cuando dio la Segunda Parte a la imprenta. Escandaliza el largo ostracismo a que fueron sometidos Clar¨ªn y su Regenta (hasta los a?os sesenta del siglo XX, como quien dice), o los pocos honores conferidos a Valle-Incl¨¢n en vida. Quienes los conceden ahora se rasgan las vestiduras ante los errores e injusticias de otros tiempos, y se aplican a perpetuarlos en la actualidad. Acaba de ocurrir una vez m¨¢s al morir Jorge Sempr¨²n. Oigo a Javier Solana lamentarse del escaso reconocimiento habido en Espa?a a quien escribi¨® buena parte de su obra en franc¨¦s pero tambi¨¦n buena parte en espa?ol; a quien, pese a vivir principalmente en Par¨ªs, nunca quiso perder su ciudadan¨ªa original y por ello no pudo ser elegido miembro de la Academia Francesa. Sempr¨²n fue espa?ol de principio a fin, y s¨®lo los muy tontos o los muy patrioteros creen que la lengua en la que uno escribe es determinante de nada. Quienes hemos traducido sabemos que ese factor, con ser importante, es secundario; que las lenguas no son gran cosa en s¨ª mismas: un veh¨ªculo, una herramienta para expresarse y entenderse, jam¨¢s un fin ni algo sagrado. Oigo tambi¨¦n que, "a t¨ªtulo p¨®stumo", a Sempr¨²n se le ha concedido "la Orden de las Artes y las Letras" en nuestro pa¨ªs.
"No me alegran esos premios que se otorgan a la edad, y no al talento"
No s¨¦ qu¨¦ Orden es esa. Ni siquiera sab¨ªa de su existencia, y, dado que llevo cuarenta a?os publicando, infiero que no es codiciada y que a nadie le importa. Pero seguro que al que menos le importa es a Sempr¨²n muerto. Cada vez que se da algo p¨®stumamente se me llevan los demonios, sobre todo si el finado ha sido longevo y ha habido tiempo de sobra para honrarlo cuando a¨²n pod¨ªa disfrutarlo. Claro que tampoco me alegran mucho esos premios que tan frecuentemente se otorgan a la edad, y no al talento, y que resultan m¨¢s una humillaci¨®n que un agasajo para quienes los reciben. Parece que los jurados est¨¦n refunfu?ando: "Bueno, como tiene usted m¨¢s de ochenta a?os y no se ha muerto, vamos a celebrarle lo que escribi¨® antes de los sesenta". Porque a veces se da la circunstancia de que el octogenario en cuesti¨®n lleva ya un par de decenios sin entregar nada que valga mucho la pena. Y uno se pregunta: ?por qu¨¦ no se lo premi¨® en su mejor ¨¦poca, y cuando en verdad estaba activo? Para cortarle el revesino, por utilizar una expresi¨®n de tiempos de Cervantes (significaba "interrumpir el discurso o dificultar las pretensiones de alguien"), algo a lo que Espa?a siempre ha sido aficionada, y lo contin¨²a siendo. "?A ver qu¨¦ se va a creer este? Ya ha subido mucho, hay que frenarlo", parece ser el prop¨®sito nacional a trav¨¦s de los siglos.
Prop¨®sito alcanzado numerosas veces. Algunos muy buenos escritores han sido galardonados con los premios oficiales -el Cervantes, el de las Letras, el Nacional-, pero tambi¨¦n muchos medianos y malos. En cambio se murieron sin obtener ni siquiera el ¨²ltimo -el de menor categor¨ªa- Juan Benet, Jaime Gil de Biedma y Juan Garc¨ªa Hortelano, y los tres eran ya sexagenarios. Lo mismo le pas¨® a mi padre, Juli¨¢n Mar¨ªas, y ¨¦l muri¨® nonagenario. Estos premios les han sido esquivos siempre a autores como Eduardo Mendoza, que ya ha cumplido los sesenta y ocho, a F¨¦lix de Az¨²a, que cuenta uno menos, y a Francisco Rico, con uno m¨¢s; a Leopoldo Mar¨ªa Panero y a Enrique Vila-Matas, que andan por los sesenta y tres; a Arturo P¨¦rez-Reverte y a Luis Antonio de Villena, que tienen casi sesenta; a Soledad Pu¨¦rtolas y a otros de val¨ªa y obra abundante. Es llamativo que ninguno de sus libros fuera visto jam¨¢s como "el mejor del a?o" en narrativa, poes¨ªa, ensayo o historia, seg¨²n los casos. S¨¦, por un testigo, que cuando Gil de Biedma rondaba ya la sesentena, se le neg¨® un Premio Nacional con el siguiente argumento: "No estamos aqu¨ª para juvenilia". El poeta m¨¢s influyente de nuestra ¨¦poca se muri¨® poco despu¨¦s, como es sabido. Y la ¨²nica vez que fui jurado de uno de esos galardones (el de las Letras, especie de "pre-Cervantes"), varios miembros se opusieron a la candidatura de Benet arguyendo que hab¨ªa que recompensar "primero a los viejos". Benet muri¨® seis meses m¨¢s tarde, a la edad de sesenta y cinco. Todos ignor¨¢bamos -hasta ¨¦l mismo- que estuviera enfermo, pero me aventur¨¦ a discutir con aquellos miembros: "Miren, nadie sabe el orden de la muerte, y, que yo sepa, la senectud no es un m¨¦rito literario". En realidad es absurdo que en Espa?a haya tales premios, cuando este es un pa¨ªs al que le revienta reconocer el talento de nadie. Por eso se suele hacer p¨®stumamente. Y si los escritores se empecinan en no morirse, como debieran, entonces se espera, al menos, a que sean gente decr¨¦pita y sin ilusiones; a que apenas puedan gastarse el dinero (si lo hay) ni sentir contento. Luego vienen las generaciones siguientes y exclaman: "Hay que ver qu¨¦ ceguera tuvieron sus contempor¨¢neos con Fulano o Mengano. Qu¨¦ trato tan injusto le dieron". Mientras ellos les dan el mismo a los creadores mejores de su tiempo, y les cortan el revesino a conciencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.