?Qu¨¦ pasa?
Ante el Movimiento 15-M, impulsado, al parecer, solo por la energ¨ªa que genera la propia c¨®lera, sin forma ni cabeza visible, la gente establecida y biempensante se pregunta qui¨¦n mueve los hilos, qui¨¦n paga esta boda airada de cientos de miles de j¨®venes. A otros les sorprende que en las asambleas y manifestaciones multitudinarias que han tomado las calles de todas las ciudades con gritos, consignas y pancartas contra el sistema, los mercados, los pol¨ªticos y los banqueros, no se haya producido una demanda, un insulto, ni siquiera un leve desaire a la Iglesia, como si en verdad su reino se hallara al margen de este mundo de corrupci¨®n. Algunos temen que esta profunda crisis econ¨®mica a la que nadie ve soluci¨®n, unida a la quiebra de valores morales y a la desesperaci¨®n de miles de j¨®venes frente a un muro imposible de saltar, constituya un caldo propicio para que surja un l¨ªder, resuma toda la rabia social con los gritos de rigor y poco a poco, sin que nadie se d¨¦ cuenta, acabe esta fiesta desfilando al son de los tambores, como sucedi¨® en el pasado. Confusi¨®n es la palabra clave de nuestro tiempo. Por su propia naturaleza el poder es invisible, el control sobre nuestras vidas lo dirigen fuerzas que no podemos dominar. Cuando en el coliseo de Roma, ante el rugido de la plebe, el pulgar de Ner¨®n marcaba el destino de los gladiadores derrotados, el poder era directo y evidente, pero es posible que el capricho del dedo gordo de innumerables manos sobre los teclados de Internet se haya convertido hoy en el s¨ªmbolo de un mando an¨®nimo, omn¨ªmodo e incontrolado. Si no se quiere que el sue?o de los j¨®venes indignados se disuelva en el aire o vengan los profesionales a manipularlo hacia el fascismo o el populismo, este movimiento deber¨ªa estructurarse cuanto antes en propuestas concretas, en objetivos realizables a corto plazo. Pr¨®ximamente, el d¨ªa del Orgullo Gay reunir¨¢ a cientos de miles de j¨®venes en una fiesta de celebraci¨®n de sus conquistas. Poco despu¨¦s, durante la can¨ªcula inmisericorde de agosto, un mill¨®n de j¨®venes rodear¨¢ al Papa en Madrid. Bajo una an¨®nima y perentoria llamada digital, unos luchan por la felicidad de los cuerpos, otros exhiben su ira contra el sistema y otros esperan la revelaci¨®n celestial. ?Qu¨¦ diablos pasa aqu¨ª?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.