Indignados con sotana
El Cristo indignado que arremeti¨® a latigazo limpio contra los mercaderes no debe ser la imagen preferida de Antonio Mar¨ªa Rouco Varela, a quien sus curas madrile?os -120 no son pocos, trat¨¢ndose de curas- se le han revelado como los nuevos indignados de la Iglesia diocesana para afear a su pastor las fotos con el poder econ¨®mico para hacer caja. Y sobre todo por la finalidad de la caja, que no va a emplearse en el pan de los pobres precisamente, sino en el boato papal en tiempo de penurias con los chicos por medio. Se trata de curas de Usera, la Ca?ada Real o Canillejas y no de p¨¢rrocos del barrio de Salamanca, es decir, de curas que viven entre parados e indigentes, con los que no se fotograf¨ªa Rouco. Pero, pac¨ªficos, como los indignados protot¨ªpicos, moderados en la exigencia, respetuosos en su reproche, no es que no quieran que venga el Papa para ser aclamado por la juventud conservadora, es que no quieren que su visita cueste nada m¨¢s y nada menos que unos 50 millones de euros, un gasto escandaloso.
Contentos deben estar de tener los j¨®venes que tienen en una Iglesia amuermada y anacr¨®nica
No hay peligro, sin embargo, de manifestaci¨®n alguna ante la puerta de la Embajada en Espa?a del Reino Pontificio ni ante el palacio episcopal del arzobispo madrile?o. Y no porque los indignados no est¨¦n interesados por la muerte digna de los ciudadanos, el derecho al aborto, el matrimonio homosexual, la educaci¨®n para la ciudadan¨ªa, la financiaci¨®n de la Iglesia, la libertad religiosa o el Concordato. Todos esos asuntos les conciernen. Pero la opini¨®n de los revestidos de p¨²rpura les trae al pairo mientras solo trate de guiar a sus fieles y no de comportarse como un grupo de presi¨®n en lo que respecta a las libertades de la ciudadan¨ªa en una sociedad laica. En todo caso, los indignados deben entender que no es a los obispos a los que han de pedir cuentas de sus obsesiones, anacronismos, contradicciones o simulaciones, ni por supuesto de sus incompetencias en su terreno pastoral propio -all¨¢ ellos si creen que de la falta de evangelizaci¨®n tiene la culpa el Gobierno-, sino a los poderes p¨²blicos que, atendiendo a las orientaciones de los monse?ores, perjudiquen las libertades de los ciudadanos.
La laicidad proclamada por el actual presidente del Gobierno ha devenido en la mayor tranquilidad de las cuentas episcopales y por el modo de corresponderle los obispos a Zapatero se dir¨ªa de este que semeja un buen cristiano, presto a poner sus mejillas y las nuestras cuando le arrean.
Pero entre los indignados hay cat¨®licos madrile?os con un sentido del compromiso con los d¨¦biles que creen estar m¨¢s con Jes¨²s en las acampadas del 15-M que en las mesas en las que se sienta su arzobispo. Hace unos d¨ªas, cuando se constitu¨ªa el nuevo Parlamento valenciano, plagado de cat¨®licos de no muy estricta moral, presid¨ªa la ceremonia un crucifijo, pero entre los sublevados en la calle que gritaban contra la corrupci¨®n hab¨ªa j¨®venes cat¨®licos, convencidos por cierto de que Jes¨²s estaba m¨¢s entre ellos que all¨ª donde se expon¨ªa ostentosamente la efigie del crucificado.
Mezclados unos con otros, unidos todos por afanes solidarios, esos j¨®venes cat¨®licos del 15-M no alcanzan ninguna especial notoriedad en su testimonio, pero act¨²an conforme al evangelio como no lo hacen sus pastores. A sus pastores, como se ve, los abusos que sostienen la crisis y la inmoralidad con que la afrontan sus fieles adscritos a las instituciones financieras o pol¨ªticas les preocupa bastante menos que los efectos de la ley de muerte digna.
Para los que quieren una Iglesia acabada, a lo que contribuye sin duda la nefasta gesti¨®n de una jerarqu¨ªa obsoleta, la aparici¨®n de indignados propios no es una buena noticia. En cambio, para los que quieren una Iglesia nueva, con mujeres en igualdad de altar, gais casados y ausencia de pederastas, por ejemplo, los cat¨®licos indignados pueden ser una esperanza. Se preguntan los curas de Madrid qu¨¦ pasa para que no sean capaces de motivar a los j¨®venes en el movimiento de Jes¨²s. Pero contentos deben estar de tener los j¨®venes que tienen en una Iglesia amuermada y anacr¨®nica. Raro parece que haya j¨®venes atra¨ªdos por ella, pero por tener tienen, y ahora que estamos en plena celebraci¨®n del Orgullo cabe recordarlo, hasta gais que se re¨²nen a rezar y a tratarse cristianamente en un cen¨¢culo de Chueca, quiz¨¢ porque saben muy bien que Dios es Dios y Rouco es Rouco. Y es que el problema principal con la jerarqu¨ªa de su Iglesia de los curas madrile?os indignados y de los indignados cat¨®licos en general es que se empe?an en que Rouco y Benedicto XVI sean como Jes¨²s, que no quer¨ªa reinar por aqu¨ª abajo, cuando tanto el Papa como el arzobispo de Madrid se pirrian por los tronos y los palacios de este mundo. Entre una corte de ¨¢ngeles y una corte de banqueros no tienen la menor duda a la hora de elegir.
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