Lume
Desde que el San Xo¨¢n dej¨® dos cad¨¢veres simb¨®licos en A Coru?a, uno en la hoguera y otro en el oc¨¦ano, parece que este verano ardiente (va subiendo el termostato del cambio clim¨¢tico) ha espoleado a quienes repiten la misma historia impunemente: prenderle fuego al monte. Un esconxuro que, a tenor de los muchos detenidos y r¨¦pidamente puestos en libertad - 71 y solo uno en prisi¨®n en lo que va de a?o en Galicia- sale gratis a quien enciende la mecha.
Causa estupor esto de las leyes y m¨¢s cuando un incendio de 300 hect¨¢reas de arbolado puede saldarse con una pena menor que robar unos botes de conserva en un supermercado. Causa estupor tambi¨¦n que esa superficie calcinada no constituya una afrenta grave para la ciudadan¨ªa y s¨ª otros delitos inofensivos para la comunidad en estos meses de protestas pac¨ªficas. Pero desde que Mario Conde da cursos de finanzas en Intereconom¨ªa a unos alumnos embobados por su constrastada experiencia delictiva, en este Ruedo Ib¨¦rico todo parece llevarnos al mismo muro de lamentaciones: por encima del mill¨®n de euros todas las estafas parecen arte contempor¨¢neo.
Un incendio de 300 hect¨¢reas se salda con una pena menor que robar latas de conserva
Con esto del fuego hay que andar ojo avizor empezando porque la tipolog¨ªa que divide a los infractores es tan caprichosa como candorosa: hay un sector muy peque?o de pir¨®manos que son carne de psiqui¨¢trico, otro de incendiarios m¨¢s nutridos, que vienen a ser esos desalmados que parecen andar picando espuelas en todos los salones del Oeste y una gran cantidad de gente acogida al paraguas de la negligencia: los que asan las sardinas por el placer de ver arder los pinos. Como la cosa adem¨¢s figura bajo el paraguas de Medio Ambiente, todo el mundo se da perfecta cuenta que atentar contra las lagartijas es cosa de hombres y abrir paso a las urbanizaciones por la falda del monte, una estimulante inversi¨®n en el desarrollo de la comarca.
El mismo mar de todos los veranos, como aquel libro de Esther Tusquets, nos aguarda un poco m¨¢s revuelto que de costumbre. Por encima de los ba?istas desfilan los hidroaviones del ret¨¦n contraincendios y los ni?os aplauden al aeroplano a pocos metros de los castillos de arena. Los mayores dejamos un momento la prensa del d¨ªa y miramos la humareda que empieza a llamar la atenci¨®n como un volc¨¢n all¨¢ por el lado del Barbanza o del monte Meda. Una imagen que no impide seguir disfrutando de ese descanso vegetativo en un arenal que, antes de nuestra llegada, han preparado como un terreno de juego los servicios municipales de playas orgullosos de ver ondear un a?o m¨¢s la bandera azul. Si acaso ese leve espejismo de que las llamas no nos impidan volver por el mismo camino al encuentro con las sardinas asadas.
Tengo la sensaci¨®n de que tanto los pir¨®manos como los violadores ven todos los d¨ªas el telediario y velan sus armas en secreto cuando llega el domingo y todo el mundo se ha ido a la playa o a la piscina. Cuando los informativos abren con llamas en A Ca?iza, da tiempo a que en Boiro se encienda la hoguera y que en Ourense respondan nuevas se?ales de humo. Como es imposible abolir los domingos y prescindir del telediario, solo nos queda pedir a los infractores que hagan el ejercicio de caminar descalzos sobre las brasas del churrasco, habida cuenta de que parte de sus demandas parecen enfocadas a salir del anonimato, un tema recurrente en las comunidades rurales.
La EADI (Elevada Actividad Delictiva Incendiaria) tiene un cl¨¢sico comportamiento de veraneante con bermudas. No se conoce la vacuna para esta enfermedad. Es m¨¢s, los montes suelen arder en verano pero no tendr¨ªan tanto p¨²blico sin los inevitables veraneantes. Va ya para dos meses que Galicia est¨¢ sufriendo las consecuencias de la sequ¨ªa y los incendios se propagan m¨¢s all¨¢ de cualquier intenci¨®n pol¨ªtica. El mismo fuego consagra a todos los gobiernos en verano: ardieron con el bipartito y vuelven a arder con Feij¨®o. Desde aqu¨ª pensamos que es cuesti¨®n de cultura, ese gran d¨¦ficit de nuestras sociedades presuntamente avanzadas, poder mantener los espacios naturales lejos de la ira. Aunque en el inconsciente colectivo pesa m¨¢s el monte como terreno del macho cabr¨ªo que toda la Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa. Las consecuencia ya las estamos pagando.
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