Partes m¨¦dicos
Saber diferenciar una democracia de una dictadura no es tan f¨¢cil como parece. Aunque a primera vista la celebraci¨®n de elecciones peri¨®dicas pudiera ser un buen indicador, el mundo est¨¢ lleno de dictadores electos en elecciones fraudulentas o sin posibilidad alguna de que la oposici¨®n las pudiera ganar. Algunas dictaduras incluso han llegado a un pacto impl¨ªcito con la oposici¨®n por el cual esta se puede presentar a las elecciones, siempre que no tenga intenci¨®n de ganarlas. No cabe olvidar tampoco que las dictaduras se presentan en formatos muy diferentes, pues no es lo mismo un r¨¦gimen totalitario que pretende controlar todos los resortes de poder (Estado, mercado, partidos, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil y medios de comunicaci¨®n) que los llamados reg¨ªmenes autoritarios, donde existe un pluralismo limitado y una sociedad civil parcialmente independiente. Finalmente, siguiendo la observaci¨®n cl¨¢sica de Maquiavelo, hay dictadores que se conforman con ser temidos, lo que requiere reprimir a los opositores y beneficiar con prebendas a los seguidores, y otros, m¨¢s megal¨®manos, que quieren ser amados, lo que exige una intensa labor de propaganda y lavado de cerebro colectivo al socaire de alguna ideolog¨ªa. Que esa ideolog¨ªa tenga cierto m¨¦rito doctrinal (como el marxismo-leninismo) o que sea simplemente una bufonada (v¨¦ase el pensamiento juche norcoreano) no cambia las cosas.
La informaci¨®n oficial sobre la salud de los jefes de Estado aclara la naturaleza de un r¨¦gimen
Al otro lado, las democracias tampoco lo ponen muy f¨¢cil. Por un lado, hay tantas democracias que solo lo son un d¨ªa cada cuatro a?os que se han ganado la etiqueta de democracias "electorales". Algunas de ellas incluso han logrado algo tan parad¨®jico como ser democracias y no respetar los derechos humanos ni el principio de igualdad ante la ley, por lo que las llamamos democracias "iliberales". Otras democracias, como la israel¨ª, o en sus tiempos la surafricana, solo lo son para una parte de la poblaci¨®n, permaneciendo imp¨¢vidas ante la evidente contradicci¨®n de distinguir dentro del mismo territorio entre ciudadanos de pleno derecho y s¨²bditos de plena subyugaci¨®n. Finalmente, en muchas de ellas, como pone de manifiesto la popularidad alcanzada por el eslogan "democracia real ya", cuestiones como la legitimidad, la representatividad o la rendici¨®n de cuentas est¨¢n tan en entredicho que la palabra democracia parece a veces una c¨¢scara vac¨ªa de contenido.
As¨ª las cosas, no es de extra?ar que los polit¨®logos nos obsesionemos con encontrar medidas emp¨ªricas que nos permitan distinguir a las democracias de las dictaduras. La organizaci¨®n Freedom House, por ejemplo, lleva a?os examinando las credenciales democr¨¢ticas de los pa¨ªses y clasific¨¢ndolos en una escala de 1 a 7, de m¨¢s a menos libre. Otros, como el proyecto Politi IV, recogen multitud de datos sobre reg¨ªmenes pol¨ªticos (remont¨¢ndose nada menos que al a?o 1800) y proponen una clasificaci¨®n en 21 puntos que oscila entre -10 y +10. Tambi¨¦n est¨¢ el Democracy Index del Economist, que examina 167 pa¨ªses de acuerdo con cinco categor¨ªas y distingue entre democracias completas, defectuosas, reg¨ªmenes h¨ªbridos y reg¨ªmenes autoritarios. Curiosamente, la escala de grises entre democracia y dictadura es tan amplia que a veces tenemos que transgredir nuestras propias definiciones y hablar de "demoduras" y "dictablandas".
Ahora bien, toda esta sofisticaci¨®n anal¨ªtica y emp¨ªrica podr¨ªa resultar innecesaria si a?adi¨¦ramos un indicador algo at¨ªpico: las informaciones oficiales sobre la salud de los jefes de Estado. Seg¨²n informaba este diario el 22 mayo de 1976, la agencia china de noticias desment¨ªa como "puros disparates" las informaciones sobre la salud de Mao (Mao morir¨ªa en septiembre). Un a?o despu¨¦s, en diciembre de 1977, mientras Le Figaro informaba del fr¨¢gil estado de salud de Br¨¦znev, Pravda afirmaba que se "recuperaba de una indisposici¨®n" en su dacha y de que reaparecer¨ªa en los pr¨®ximos d¨ªas. Y algo similar ocurrir¨ªa despu¨¦s con Franco, pues el primer parte m¨¦dico hac¨ªa malabarismos para evitar hablar del infarto que hab¨ªa sufrido. Claro que el r¨¦cord lo tiene Kim Jong-il, que pudo permitirse perderse el desfile del 60 aniversario de la fundaci¨®n de la Rep¨²blica Popular Democr¨¢tica de Corea, sin que su agencia de noticias pesta?eara al calificar los rumores sobre su enfermedad como "una conspiraci¨®n".
Avanzando algo en el tiempo, el culebr¨®n montado en torno al "absceso p¨¦lvico" de Hugo Ch¨¢vez y su convalecencia en La Habana nos se?ala claramente cu¨¢l es el rumbo pol¨ªtico del r¨¦gimen bolivariano de Caracas. Ch¨¢vez no ha podido elegir mejor anfitri¨®n, pues Castro comunic¨® en agosto de 2006, hace ahora cinco a?os, que su operaci¨®n le obligaba a permanecer "varias semanas" en reposo. La foto de ambos nos hace visualizar claramente c¨®mo la convalecencia une a los dictadores: la Alianza del Ch¨¢ndal ya es oficial. Por sus partes m¨¦dicos los conocer¨¦is. Twitter: @jitorreblanca
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.