Debate copernicano
El PSOE conf¨ªa en que podr¨¢ agotar la legislatura mientras que el PP comienza a exhibir sus planes
El debate sobre el estado de la naci¨®n ha modificado significativamente el ¨¢nimo del Gobierno y del PSOE. El presidente del Gobierno considera, aunque le contradigan las encuestas, que fue ¨¦l quien sali¨® vencedor, en cuanto que ofreci¨® una pol¨ªtica econ¨®mica perfilada, fundada en las exigencias de rigor fiscal que impone Bruselas, y un rosario de reformas econ¨®micas pendientes (financiera, laboral) que proporcionan materia para el debate y la negociaci¨®n pol¨ªtica durante lo que resta de legislatura. Pero el hecho fundamental, sin el cual el Gobierno no podr¨ªa pretender agotar los plazos de mandato hasta marzo de 2012, es que vislumbra la posibilidad de mantener la estabilidad parlamentaria durante los pr¨®ximos ocho meses; y en ese tiempo, gracias el apoyo de los partidos nacionalistas, el Ejecutivo cree tener margen, al menos te¨®rico, para intentar recuperar algo de la credibilidad perdida siempre que convenza a la opini¨®n p¨²blica de que la pol¨ªtica econ¨®mica de austeridad y rigor, de disminuci¨®n de las rentas en suma, es la mejor posible para la castigada econom¨ªa espa?ola.
Frente a los ¨¢nimos aparentemente reforzados de Zapatero, al Partido Popular le sigue costando desvelar sus ideas y planes econ¨®micos. Una pr¨¢ctica que llama la atenci¨®n en un partido que aspira a gobernar. En la ¨²ltima jornada del debate, el PP empez¨® a mostrar algunas de las medidas econ¨®micas que apadrina, aunque siempre a medias. Incurriendo en el mismo error que achac¨® al PSOE con los denominados Pactos de Zurbano, los populares han pretendido disimular tras el elevado n¨²mero de propuestas las dudas sobre su contenido. Las l¨ªneas maestras se reducen a dos: establecer l¨ªmites legales a la gesti¨®n econ¨®mica del Gobierno y utilizar selectivamente la fiscalidad para estimular la creaci¨®n de empleo. Aun en el supuesto de que las propuestas resultaran eficaces, ambas orientaciones poco tienen que ver con las reformas que exige la situaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola y que el PP no deja de reclamar al Gobierno de Zapatero.
La prolijidad no es sin¨®nimo de calidad. La iniciativa del PP parece regresar al momento en que el Gobierno se decidi¨® a reconocer la crisis y anunciaba un d¨ªa tras otro ingentes bater¨ªas de acciones min¨²sculas. Como este, la formaci¨®n de Rajoy pretende volver a hacer ruido sin nueces. Por desgracia, anunciar varias decenas de retoques en los tipos e incentivos fiscales no constituye, a estas alturas, ning¨²n est¨ªmulo para el crecimiento (para que lo fuera, la inyecci¨®n fiscal tendr¨ªa que ascender a unos 25.000 millones de euros, cantidad inasumible por desorbitada), ni un remedio efectivo para afrontar los problemas de financiaci¨®n de la deuda y reactivar la demanda interna.
Si la trascendencia econ¨®mica de las medidas del PP es dudosa, su significado pol¨ªtico resulta esclarecedor. Mariano Rajoy y su equipo se encuentran a la b¨²squeda de un dif¨ªcil equilibrio entre la necesidad de ir mostrando el contenido de su programa y el deseo de evitar que se convierta en objeto de debate, desplazando, as¨ª, el foco de atenci¨®n que ahora recae por entero sobre la deficiente gesti¨®n econ¨®mica del Gobierno y que acent¨²a su desgaste. Con esta estrategia, no tienen problema en sumarse a iniciativas que te¨®ricamente ganan votos entre los ciudadanos, como la propuesta, suscrita por el PSOE y CiU, de reducir la parte del sueldo que puede ser embargada en caso de impago hipotecario. El PP sabe que, de llegar al Gobierno, las reformas que vaya a aplicar tendr¨¢n que ir m¨¢s all¨¢ de la l¨ªnea marcada por Rodr¨ªguez Zapatero. Por eso tambi¨¦n le interesa que este s¨ª llegue lo m¨¢s lejos posible. Cuanto m¨¢s trabajo quede hecho, mejor para Rajoy.
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