Reforma y fritanga
El portal ya no recuerda al sitio gris y polvoriento de hace un a?o. Ahora han pintado las paredes, retocado las vigas y puesto un toldo a rayas que atrae las miradas. Tres vistosos carteles anuncian variados servicios, cuya mezcla es tan surrealista que divierte: barber¨ªa, venta de pizzas y predicci¨®n de la fortuna. Forma parte de las peque?¨ªsimas empresas privadas que emergen por toda Cuba, algunas de las cuales parecen tener estampadas desde el nacimiento su inminente fecha de quiebra.
Otras, por el contrario, auguran convertirse en verdaderos emporios comerciales si las dejaran evolucionar. La mayor¨ªa da pasos t¨ªmidos, no quieren demostrar todav¨ªa su verdadero potencial. No vaya a ser que la apertura econ¨®mica sea tan ef¨ªmera como una fritanga quem¨¢ndose en el aceite requemado de alg¨²n timbiriche. Por lo tanto la cautela resulta la actitud empresarial m¨¢s extendida, en un pa¨ªs donde el Estado tuvo durante demasiado tiempo el monopolio sobre los servicios y la producci¨®n.
Lo que impulsa el cambio es la urgencia de las vac¨ªas arcas nacionales y no un esp¨ªritu renovador
El capital financiero tambi¨¦n empieza a entrar t¨ªmidamente para estos fines. Una parte del dinero pasa frente a los ojos atentos de las instituciones bancarias oficiales, pero otra llega desde el extranjero a trav¨¦s de mulas o de parientes exiliados. Se utiliza como inversi¨®n inicial en aras de convertir la oscura sala de una casa en un restaurante colonial con comida criolla.
Pero no todos los emprendedores cuentan con ese salve que proviene de afuera. Los m¨¢s han tenido que pedir pr¨¦stamos a parientes y amigos o han vendido parte de su patrimonio para sufragar el azaroso camino del trabajo por cuenta propia. Aunque el discurso oficial habla de conceder garant¨ªas a largo plazo a estos negocios particulares, la suspicacia ronda entre quienes abrieron una cafeter¨ªa, fundaron un sal¨®n de belleza o montaron un punto de venta de pel¨ªculas y m¨²sica. Los m¨¢s viejos son los m¨¢s recelosos, quiz¨¢s porque vivieron la llamada Ofensiva Revolucionaria de 1968, durante la cual fueron confiscados hasta los cajones donde los limpiabotas guardaban el bet¨²n, los trapos y los cepillos. Ahora, t¨ªmidamente, tambi¨¦n se les ve a ellos de vuelta alrededor del parque de la Fraternidad, lustrando el calzado de los transe¨²ntes. Esa profesi¨®n que fue mostrada en la prensa de los a?os sesenta como el paradigma de la humillaci¨®n que la clase burguesa provocaba sobre los m¨¢s pobres. En virtud de ese estereotipo de visos revolucionarios nos pasamos d¨¦cadas con los zapatos sucios.
Ahora mismo hay en Cuba unos 314.000 trabajadores por cuenta propia y el crecimiento de este sector no se ha comportado de forma tan boyante como se anunci¨® en un principio. En el ¨²ltimo a?o 70.000 personas han entregado sus licencias, entre otras razones por los altos precios de la materia prima, debido a la ausencia de un mercado mayorista y a la imposibilidad legal de importar aut¨®nomamente. La tardanza en implementar los cr¨¦ditos bancarios para los nuevos empresarios, los pocos conocimientos administrativos y los alt¨ªsimos impuestos tampoco ayudan mucho.
Sin contar que las profesiones aceptadas recuerdan m¨¢s al listado de empleos en una aldea medieval, que a las demandas reales de servicios en una sociedad del siglo XXI. Los cubanos podemos ser entonces elaboradores de alimentos, forradores de botones, aguadores o masajistas, pero la gran mayor¨ªa de las profesiones diplomadas todav¨ªa est¨¢ en manos oficiales. Miles de m¨¦dicos, estomat¨®logos, abogados, inform¨¢ticos y hasta algunas decenas de periodistas independientes, esperan porque se legalice su entrada al mercado de fuerza de trabajo privada. Por el momento deben conformarse con aguardar, laborar en la ilegalidad o someterse a los baj¨ªsimos salarios del sector estatal. Autorizarlos a ejercer -de forma independiente- sus licenciaturas o doctorados, sin estar afiliados a una instituci¨®n, ser¨ªa un paso que confirmar¨ªa la autenticidad de las tan mencionadas reformas. Mientras eso no ocurra, da la impresi¨®n de que ha sido la urgencia de las vac¨ªas arcas nacionales y no un leg¨ªtimo esp¨ªritu renovador, quien ha decidido este nuevo derrotero.
Aun as¨ª, disfrutamos el peque?o florecer de sabores, el colorido que ti?e algunas avenidas donde se combinan las columnas resquebrajadas con los anuncios de los nuevos locales para comer, beber y comprar baratijas. Tienen nombres simp¨¢ticos como El jard¨ªn de las Delicias, La Quintilla o El Rinc¨®n del Amor, pero tras su desenfadada imagen se encubre la zozobra ante el futuro inmediato.
La incertidumbre de si el Gobierno cumplir¨¢ o no su compromiso con los incipientes negocios privados, se constituye en el lastre mayor de esta flexibilizaci¨®n econ¨®mica. Quiz¨¢s esas interrogantes, llevaron a que en un portal habanero se vendan lo mismo pizzas que se corte el cabello o se lea la fortuna. Ni en las l¨ªneas de las manos de 11 millones de cubanos, ni en los pozos del t¨¦ o en el polvillo que el caf¨¦ mezclado deja en el fondo de la taza, se puede predecir a ciencia cierta qu¨¦ ocurrir¨¢. Si estas fritangas de hoy son realmente el embri¨®n de una clase empresarial criolla, o un subterfugio moment¨¢neo para que el Gobierno compre un nuevo plazo de tiempo.
Yoani S¨¢nchez, periodista cubana y autora del blog Generaci¨®n Y, fue galardonada en 2008 con el Premio Ortega y Gasset de Periodismo. ? Yoani S¨¢nchez / bgagency-Mil¨¢n.
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