Y un d¨ªa miramos a los r¨ªos.
Los r¨ªos no funcionan solos. Y no entienden de fronteras territoriales. M¨¢s all¨¢ de transportar agua, son corredores biol¨®gicos y espacios naturales para la educaci¨®n, zonas l¨²dicas y fuentes de fertilidad agr¨ªcola. Es cierto que nacen en las cumbres y mueren en otros r¨ªos o en el mar, pero no corren libremente. Un ej¨¦rcito de instituciones -desde comunidades de regantes hasta empresas o asociaciones de protecci¨®n para el medio ambiente, capitaneados por las confederaciones hidrogr¨¢ficas los vigila, los regula, los ampl¨ªa y, a veces, los acerca a los ciudadanos. Esto ¨²ltimo es lo que viene sucediendo en los ¨²ltimos a?os. En Espa?a hemos vuelto al r¨ªo. "El modelo cl¨¢sico de encorsetamiento del r¨ªo sigue vigente. Pero la sociedad demanda los valores de la biodiversidad. Por eso surge una nueva oportunidad para dar m¨¢s espacio a los r¨ªos", explica Alberto Fern¨¢ndez Lop, bi¨®logo del programa de agua y agricultura de la organizaci¨®n ecologista WWF Espa?a.
"La sociedad demanda biodiversidad. Por eso surge la ocasi¨®n de dar m¨¢s protagonismo a los r¨ªos"
"En Zaragoza, el caudal hoy est¨¢ m¨¢s regulado. la ciudad ha recuperado sus m¨¢rgenes con nuevos parques"
"Rectificar un urbanismo ciego y depredador ha llevado nueva vida a las riberas"
"Una ciudad habitable tiene que ver con el reencuentro ciudadano del espacio p¨²blico"
Y as¨ª es. El tramo urbano de muchos r¨ªos ha dejado de mirarse con temor a crecidas e inundaciones y se ha convertido en el inesperado pulm¨®n verde de numerosas ciudades espa?olas. Este verano, los madrile?os disfrutan de ocho kil¨®metros de parques y jardines junto al anta?o raqu¨ªtico Manzanares. El sal¨®n de 35.000 pinos salpicado de juegos, bancos y playas artificiales constituye una obra fara¨®nica, sin precedentes en el mundo. Cerca de 60.000 ciudadanos lo utilizan a diario para pasear, tomar el fresco, jugar a f¨²tbol, ir en bicicleta o mojarse los pies. Pero el nuevo parque no es un reclamo arquitect¨®nico. Ni es un monumento, ni tiene imagen de postal. El trabajo que han firmado los arquitectos de MR¨ªo (un colectivo formado por los estudios Burgos & Garrido, Porras & La Casta, y Rubio & ?lvarez-Sala), con la colaboraci¨®n de los paisajistas holandeses West 8, es el proyecto que m¨¢s ha cambiado Madrid desde que, en 1974, se levantara la circunvalaci¨®n de la M-30, facilitando la vida de los coches, pero estrangulando la ciudad. Ese cintur¨®n se ha cubierto en parte y hoy un parque de 110 hect¨¢reas (50 directamente sobre su techo) ocupa su lugar. La ciudad que dibujan esas dos decisiones -construir la autov¨ªa o cubrirla no puede ser m¨¢s opuesta.
En plena resaca de la arquitectura espect¨¢culo, el colectivo MR¨ªo venci¨® en el concurso a gal¨¢cticos internacionales como Kazuyo Sejima o Herzog & De Meuron. Lo logr¨® con un proyecto callado. "No es un s¨ªmbolo. Es un cacho de ciudad", explica el arquitecto Fernando Porras caminando por una de las riberas. Y as¨ª es. Decisiones tan l¨®gicas como conectar peatonalmente el centro urbano con la Casa de Campo o sembrar pinos con ra¨ªces de crecimiento lateral para arraigarlos en un sustrato de solo un metro de profundidad hicieron posible un jard¨ªn que esconde los m¨¢s de 200.000 veh¨ªculos que circulan por la M-30 a diario, ahora parcialmente engullida por los t¨²neles. Sobre ellos crece un nuevo Retiro.
Porras cuenta que todo empez¨® con una excursi¨®n siguiendo el curso del Manzanares. Del Ventisquero de la Condesa, en la sierra de Guadarrama, hasta el Jarama, donde muere, salieron todas las ideas del nuevo jard¨ªn urbano. La de un r¨ªo que une, la de cada una de las especies de los 460.000 arbustos que contribuyen a la humedad y el aroma del nuevo parque. Tambi¨¦n sali¨® de esa excursi¨®n la decisi¨®n de trabajar con el granito, como en la reserva gran¨ªtica de La Pedriza. "La idea de sanear las m¨¢rgenes de los r¨ªos es artificial. Los r¨ªos tienen su propia regulaci¨®n y funcionan moviendo sedimentos y ocupando llanuras aluviales", explica Fern¨¢ndez Lop. El arquitecto Gin¨¦s Garrido, por su parte, asegura que eso es precisamente lo que buscaron en Madrid: construir una naturaleza artificial con la m¨¢xima naturalidad posible. Hoy la conexi¨®n de dos barrios hist¨®ricamente separados ha sepultado los gases y los ruidos de los veh¨ªculos. Los vecinos de Usera y Arganzuela, que durante d¨¦cadas se ve¨ªan por encima de la carretera, pueden por fin hablar.
En Zaragoza sucedi¨® algo parecido. Durante la construcci¨®n de los pabellones para la Exposici¨®n Universal de 2008, un obrero rumano baj¨® al Ebro a lavarse las manos. Un grupo de arquitectos y trabajadores locales lo contemplaban estupefactos. El obrero hizo lo l¨®gico, aprovechar el r¨ªo, acercarse a la orilla. "Pero nadie lo hac¨ªa", cuenta el arquitecto Santiago Carroquino. Se hab¨ªan olvidado de que un r¨ªo puede ser algo m¨¢s que un problema. Atravesamos una pasarela que salva la desembocadura del Huerva, el afluente que atraviesa Zaragoza oculto bajo el asfalto. La idearon Antonio Lor¨¦n y Raimundo Bamb¨® cuando redise?aron esa parte de la ribera urbana del Ebro. Hoy es habitual que ciclistas y paseantes se queden all¨ª parados, contemplando la nueva topograf¨ªa, una invenci¨®n artificial para recuperar la naturaleza vegetal de las riberas. Un poco m¨¢s abajo, los arquitectos I?aki Alday y Margarita Jover recuperaron el meandro de Ranillas y levantaron el Parque del Agua sobre 125 hect¨¢reas. La idea de recobrar las m¨¢rgenes se potenci¨® en la Expo de 2008, dedicada al agua, pero es m¨¢s antigua. "Formaba parte de la primera campa?a electoral de Belloch en 1999", comenta Alday, que recuerda que el r¨ªo m¨¢s caudaloso de Espa?a barri¨® a los romanos y tiene una historia agresiva. De estiaje a aguas altas hay una diferencia enorme. "Por eso Zaragoza creci¨® seis metros por encima del cauce", cuenta. Hoy el caudal est¨¢ m¨¢s regulado y la ciudad ha recuperado las m¨¢rgenes con nuevos parques. La clave ha sido convertir la zona de crecidas en espacio natural de uso p¨²blico el resto de los d¨ªas del a?o, darle ese doble uso. "La gente est¨¢ muy orgullosa. La identidad de la ciudad se ha reforzado con el r¨ªo. Hoy es una referencia cuando antes era una trasera: un lugar para las graveras y los encuentros furtivos. La gente iba a los puentes a ver el espect¨¢culo de las crecidas, pero, por lo dem¨¢s, le daba la espalda al Ebro", explica el arquitecto. Tras siglos de temor a las inundaciones, la clave de la recuperaci¨®n de las riberas del Ebro fue perder ese miedo a las crecidas y deshacer la barrera que levantaba entre las dos partes de la ciudad. Iniciar su reconquista era cambiar Zaragoza. Pero ?qu¨¦ hizo posible perder el miedo a los r¨ªos? ?Por qu¨¦ ahora?
Fue una inundaci¨®n, la ¨²ltima gran riada del siglo pasado, la que llev¨® al Ayuntamiento de Lleida a preguntarse qu¨¦ hacer con el Segre, un r¨ªo que la noche del 7 de noviembre de 1982 pas¨® a ser, durante 24 horas, tan caudaloso como el Danubio. Tras vivir dos d¨ªas desalojados de sus casas, vecinos y ediles trazaron un plan. Ordenaron la margen izquierda con un parque lineal, que rodea el r¨ªo a su paso por el centro urbano. Con el tiempo, los jardines se han extendido. Al noreste, aprovechando una mediana de tierra entre dos brazos de agua, surgi¨® el parque de la Mitjana, una reserva natural de 90 hect¨¢reas donde los ciudadanos pasean, hacen pic-nic, participan en deportes fluviales o aprenden a conocer mejor la naturaleza. El ¨¦xito de las rutas en ese parque ha llevado al Consistorio a construir un Eco-Museo del Agua.
"Las actividades compatibles con las avenidas de los r¨ªos son el uso recreativo y el deporte", cuenta Fern¨¢ndez Lop. Sin embargo, matiza que la rectificaci¨®n de los cauces aumenta la velocidad del agua, incrementando los riesgos de inundaci¨®n aguas abajo. El arquitecto I?aki Alday est¨¢ de acuerdo en que el r¨ªo laminado a capas corre m¨¢s lento, y encajonado, desgasta la cuenca y rompe cuanto encuentra, pero asegura que esta discusi¨®n entre bi¨®logos e ingenieros "hace 10 a?os hubiera sido impensable". Sabe de qu¨¦ habla. Suyo fue el proyecto pionero de la recuperaci¨®n de las riberas del G¨¢llego a su paso por Zuera, a 25 kil¨®metros de Zaragoza. Alday hab¨ªa hecho una plaza de toros como proyecto de final de carrera y se fue a ver al alcalde de ese pueblo. Corr¨ªa el a?o 1995, y consigui¨® que le encargaran un coso a orillas del r¨ªo. Sin embargo, sobre el terreno, cambi¨® los toros por la recuperaci¨®n de las riberas. Hoy su parque, capaz de hacer convivir ocio con inundaciones puntuales, se estudia en las escuelas de arquitectura de Holanda y Estados Unidos.
"Las crecidas son predecibles y puntuales. No suponen riesgo para los visitantes de los r¨ªos, pero s¨ª para los que se atreven a construir y obstaculizar las zonas inundables. En la mente de todos est¨¢ la tragedia del c¨¢mping de Biescas", recuerda Fern¨¢ndez Lop. En parte, la rectificaci¨®n de ese urbanismo ciego y depredador es lo que ha llevado nueva vida a las riberas. Arquitectos y pol¨ªticos est¨¢n de acuerdo en que la sociedad lo demandaba. Jos¨¦ Luis Infanz¨®n es arquitecto con cargo pol¨ªtico. Como subdirector general de proyectos singulares del Ayuntamiento de Madrid, coordin¨® los ingentes trabajos del Manzanares. Sostiene que "la idea de una ciudad habitable tiene que ver con el reencuentro de los ciudadanos con su espacio p¨²blico". Y recuerda que los r¨ªos poseen un valor estructural: acercarse a sus m¨¢rgenes implica llegar a los espacios que conectan esas m¨¢rgenes. Conexi¨®n. Esa es la clave en el proyecto madrile?o que permite caminar desde la Casa de Campo, en el norte, hasta el parque del Manzanares, dise?ado por Ricardo Bofill, en el sur.
Est¨¢ claro que ciudades y ciudadanos ganan con los nuevos parques fluviales, pero ?ganan tambi¨¦n los r¨ªos? Desde WWF alertan de que recuperar algunas riberas puede suponer la destrucci¨®n completa del ecosistema fluvial, no su resurrecci¨®n. "Si se cementa o adoquina sobre tierra f¨¦rtil, se cambia irreversiblemente el r¨ªo. Entendemos la dificultad de recuperar la naturalidad de los r¨ªos dentro de los cascos urbanos, pero esto no debe servir de modelo para ciudades en las que a¨²n no se ha ocupado el cauce con construcciones ni para futuros crecimientos urban¨ªsticos, que deber¨ªan dejar suficiente espacio al r¨ªo". El bi¨®logo Fern¨¢ndez Lop cree que el ocio puede ser compatible con la conservaci¨®n, pero si se hace mal, "las personas ganan poco y los r¨ªos pierden mucho".
Tratando de hacerlo bien, Eduardo Alvarado Corrales, presidente de la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica del Guadiana, habla de "dar al r¨ªo lo que es del r¨ªo", evitando la invasi¨®n de las m¨¢rgenes por edificaciones. Cuenta el caso de M¨¦rida. All¨ª se estim¨® que la forma de evitar presiones urban¨ªsticas junto al Guadiana era convertir las m¨¢rgenes en jardines. El r¨ªo se convierte as¨ª en un elemento que contribuye a la convivencia y la relaci¨®n social, enterrando el tiempo en que era rechazado y generaba inseguridad.
Es cierto que en M¨¦rida el Guadiana respira junto a las m¨¢s de 73 hect¨¢reas revegetadas y recuperadas en sus riberas. Donde hubo escombreras y deforestaci¨®n hoy hay prados y siete parques. La idea era recuperar la relaci¨®n ciudad-r¨ªo, pero tambi¨¦n consolidar el saneamiento de las m¨¢rgenes. As¨ª, la isla de M¨¦rida contiene campos de f¨²tbol p¨²blicos, pero son de tierra. No se ha sembrado c¨¦sped para mantener el aspecto original de la isla. Hay dos playas artificiales construidas con tres espigones de escollera, pero los senderos, n¨ªtidos junto al centro urbano, se desdibujan a medida que el parque se aleja de la ciudad. Sin barreras ni obst¨¢culos, parece que por fin las orillas quieren ser como los propios r¨ªos: fluidas, sin fronteras.
Alvarado insiste en que en M¨¦rida la idea era acercar al ciudadano y alejar la presi¨®n urban¨ªstica. Pero ha sido la eliminaci¨®n de obst¨¢culos lo que permitir¨ªa asumir cualquier tipo de avenida. En el lluvioso invierno de 2010, las crecidas lo pusieron a prueba. Y funcion¨®.
Con todo, por su magnitud y su celeridad, el proyecto que ha dado el campanazo en la historia de los cauces y las riberas espa?olas ha sido el de un r¨ªo peque?o: la colosal reconversi¨®n del Manzanares a su paso por Madrid no tiene precedentes. Porras Isla asegura que "parece asi¨¢tico". Entre las cifras extraordinarias que maneja, llama la atenci¨®n la del tiempo: cinco a?os. ?Por qu¨¦ tanta prisa? Una obra equivalente en la ciudad de Boston, el Big Dig, lleva m¨¢s de 20 a?os en marcha y todav¨ªa no ha sido concluida. "Las obras se han hecho deprisa, como demandan los ciudadanos, no con prisas", matiza Jos¨¦ Mar¨ªa Ortega, director de gesti¨®n de proyectos del Ayuntamiento de Madrid. Infanz¨®n asegura que "detr¨¢s de estos objetivos hay m¨¢s un modelo de ciudad que un puntual intento por recuperar las riberas de un r¨ªo". Y es cierto que ese consistorio ha demostrado que se pueden concluir grandes actuaciones p¨²blicas en plazos que parec¨ªan imposibles.
La pregunta entonces es a qu¨¦ precio. ?Cu¨¢nto ha costado? Y ?qui¨¦n lo pagar¨¢? Si en M¨¦rida han sido las ayudas del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder) de la Comisi¨®n Europea las que financiaron la transformaci¨®n del Guadiana, en Madrid ha sido el Consistorio quien ha corrido con los gastos. De los 370 millones de euros que oficialmente ha costado, "los aportes del Estado o de la UE no suman ni el 6%", explica Ortega. El dinero pag¨® la urbanizaci¨®n de 110 hect¨¢reas, pero tambi¨¦n un complejo sistema hidr¨¢ulico para su riego con agua regenerada, los ¨¢rboles y las pasarelas peatonales, la recuperaci¨®n de los puentes hist¨®ricos, los equipamientos deportivos y la reurbanizaci¨®n de las calles adyacentes. Est¨¢ claro que el cambio en el Manzanares excede el r¨ªo, pero tambi¨¦n es cierto que un parque no es una fuente de ingresos como el Guggenheim de Bilbao. Con ese museo, el Consistorio bilba¨ªno recuper¨® una abrumadora inversi¨®n en apenas dos a?os. ?C¨®mo y cu¨¢ndo sanear¨¢ sus cuentas el alcalde Gallard¨®n?
Ortega alude a la rentabilidad social de los proyectos p¨²blicos, pero tambi¨¦n defiende econ¨®micamente el proyecto como una inversi¨®n "muy rentable": "Madrid R¨ªo mejora la competitividad de la ciudad en la oferta tur¨ªstica. Se han abierto negocios de alquiler de bicicletas, se han renovado establecimientos de hosteler¨ªa cercanos, y est¨¢n comenzando a implantarse caf¨¦s y quioscos en el parque". Asegura que el proyecto no solo ha creado empleo durante su ejecuci¨®n, sino que lo har¨¢ durante a?os.
Desde hace poco, las confederaciones hidrogr¨¢ficas apuestan por la participaci¨®n ciudadana. Incluyen otras voces en la toma de decisiones. En el Guadiana, Alvarado y su equipo escucharon a los representantes de Patrimonio, pero tambi¨¦n a los del club de pirag¨¹ismo, las asociaciones de pescadores o las de vecinos: "Se trataba de hacer algo sostenible en todos los sentidos. Necesitaba ser vivido por el conjunto de la poblaci¨®n", explica. Tambi¨¦n Jos¨¦ Luis Infanz¨®n cuenta que en Madrid se recibieron m¨¢s de 3.000 alegaciones. Se abri¨® una oficina de atenci¨®n al ciudadano en la propia obra y muchas sugerencias se incorporaron al proyecto. La playa, que ocupa la margen izquierda del r¨ªo en el parque de la Arganzuela, surgi¨® de un concurso en los colegios de Madrid. Una ni?a propuso: "Una playa con juegos rodeada de un parque".
Hay ni?os jugando en esa playa. La atraviesan en bicicleta. Corren entre los surtidores tratando de esquivar el agua. Cuando se mojan, gritan y se r¨ªen. Hay abuelos y padres, deportistas y amas de casa. Parece que todos caben. Con tirolinas y toboganes gigantes, hoy hay un parque de aventuras gratuito en la antigua verg¨¹enza de la ciudad. El jard¨ªn est¨¢ dise?ado como si alguien lo hubiera recorrido mil veces caminando y anotando ideas: columpios colgando del viaducto norte en el puente de Toledo y un c¨ªrculo naranja para destacar, con iron¨ªa, la apropiaci¨®n de ese elemento. Hay parterres de bierzo junto a la ermita de la Virgen del Puerto para rendir homenaje al barroco de su autor, Pedro de Ribera. Detalles minuciosos y visi¨®n de conjunto: solo granito -molido, roto o en grandes bloques- para ordenar el territorio. "Hicimos m¨¢s de 90 proyectos y dibujamos metro a metro cada uno", explica Gin¨¦s Garrido. Y es cierto que miles de dibujos definen al cent¨ªmetro las 110 hect¨¢reas del proyecto. Los planos son casi borgianos, tan detallados que, de desplegarse, podr¨ªan terminar ocupando la misma cantidad de territorio que describen. Durante la obra, jubilados expectantes golpeaban las verjas con sus bastones para hacer preguntas. Luego, tras cinco a?os de ruidos insufribles, comenz¨® el espect¨¢culo de ver crecer el puente-tirabuz¨®n de Dominique Perrault, el ¨²nico icono de la intervenci¨®n.
"Huir de la arquitectura espect¨¢culo refleja la voluntad de construir un modelo de ciudad m¨¢s que un escaparate. Madrid R¨ªo quiso retejer una trama urbana que hab¨ªa sido rasgada por la presencia de una obsoleta infraestructura de los a?os setenta", explica Infanz¨®n. La historia del urbanismo de los ¨²ltimos a?os demuestra que una vez que una ciudad emprende el camino de recuperar espacio p¨²blico para el peat¨®n y para medios de transporte como la bicicleta, ese camino no tiene vuelta atr¨¢s. Se convierte en demanda social. Infanz¨®n habla de "hacer del silencio un elemento expresivo del dise?o". Su idea para mejorar Madrid pasa por limpiar, unir, reparar. El Manzanares marca el modelo. Pero la idea de recuperar y conectar se extiende por toda Espa?a.
En Sant Boi de Llobregat (Barcelona), Enric Batlle y Joan Roig han cosido junto al cauce del r¨ªo una red de caminos preexistentes, senderos que, como el r¨ªo, desembocan en el Mediterr¨¢neo. C¨®rdoba, por su parte, confi¨® su apuesta para la capitalidad cultural europea de 2016 a actuaciones en torno al Guadalquivir. Y el plan para transformar el r¨ªo en un bulevar cultural gan¨® el premio europeo Pays Med. Tambi¨¦n en Pamplona, en el meandro de Aranzadi, la intervenci¨®n de Alday y Jover salvar¨¢ la huerta donde se inici¨® el cultivo ecol¨®gico en Espa?a y dar¨¢ un paso m¨¢s. Ya no solo despejar¨¢ las orillas para disfrutarlas como parques y prever las crecidas. Habr¨¢ m¨¢s usos compatibles con la buena vida del r¨ªo. ?Puede un r¨ªo cambiar la vida en una ciudad? El arquitecto Fernando Porras asegura que "de manera irreversible, se est¨¢ fraguando una radical metamorfosis, sin precedentes para la ciudad de Madrid". ?l habla de contagio y de "efecto resonancia". Son los nuevos valores de estas actuaciones radicales, pero discretas, que emplean la vegetaci¨®n como principal material de construcci¨®n los que pueden dibujar ciudades m¨¢s habitables para el siglo XXI.
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