El museo convertido en ciudad
Jordi Garc¨¦s culmina 32 a?os de trabajos en el Museo Picasso de Barcelona
Tres directores de museo, 32 a?os de cuidados, cuatro alcaldes, cuatro palacios remodelados, un edificio de nueva planta, un vecindario metamorfoseado y, seguramente, varias ciudades distintas. Este es el balance, de momento final, de la intervenci¨®n del arquitecto Jordi Garc¨¦s en el Museo Picasso de Barcelona.
El centro, inaugurado en 1962, ocup¨® entonces un antiguo palacio de la calle de Montcada, en El Born, "seguramente por esconder a Picasso, que no era el pintor favorito del momento", comenta Garc¨¦s. El arquitecto inici¨® el acondicionamiento de los palacios vecinos hace m¨¢s de 30 a?os. Y lo hizo con la visi¨®n de convertir, alg¨²n d¨ªa, la suma de inmuebles que es el museo en un pedazo de ciudad. As¨ª, ide¨® pasillos, cubiertos y descubiertos, como calles internas por las que cruzar. Con esa permeabilidad para los vecinos, el trabajo de Garc¨¦s anticip¨® la recuperaci¨®n del barrio.
El nuevo proyecto abre el centro cultural a la plaza Jaume Sabart¨¦s
El nuevo episodio en esta historia de la relaci¨®n entre la Barcelona g¨®tica y la contempor¨¢nea abre definitivamente el museo a la plaza que lleva por nombre Jaume Sabart¨¦s, el amigo escultor de Picasso. La plaza est¨¢ hoy recortada por alcorques circulares. Y el grosor del tronco de los ¨¢rboles delata la poca improvisaci¨®n con la que museo, arquitecto y Ayuntamiento han hecho las cosas: pocos edificios se inauguran con los ¨¢rboles crecidos.
El nuevo inmueble, de dos plantas y s¨®tano, proyecta un voladizo sobre esa plaza y ofrece su z¨®calo como banco a los vecinos. Todo lo dem¨¢s es cristal, pero es la elecci¨®n de ese material lo que permite que el edificio se funda en el entorno cuando devuelve la imagen de los otros inmuebles que rodean la plaza.
La elecci¨®n de materiales de Garc¨¦s a lo largo de los a?os -piedra en la planta baja, estuco en la superior y hormig¨®n para las nuevas estructuras- ha sido tan clave a la hora de conectar y relacionar los espacios como el trazado lineal de las calles interiores que vertebran el museo integr¨¢ndolo con la trama urbana del entorno.
El nuevo edificio -que hoy alberga una biblioteca y un espacio polivalente divisible en cuatro salas con espl¨¦ndida iluminaci¨®n cenital- ser¨¢, en un futuro, la entrada al Museo Picasso. La plaza Sabart¨¦s se convertir¨¢ entonces en el zagu¨¢n de acogida para los visitantes que hoy colapsan la estrecha calle de Montcada. Con este quinto edificio parece que arquitecto y museo han culminado por fin su labor. Pero si algo han aprendido en tres d¨¦cadas es que la arquitectura, los museos y las ciudades deben reinventarse continuamente para permanecer.
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