Tiempos
Ser¨ªamos est¨²pidos si no pugn¨¢semos por entender nuestra sociedad tal y como es. Hemos de reconocer que ver a dos dirigentes pol¨ªticos de la entidad simb¨®lica de Fidel Castro y Hugo Ch¨¢vez en ch¨¢ndal y posando para la televisi¨®n con un peri¨®dico del d¨ªa, no es algo com¨²n. Son ellos los que parecen secuestrados por el mundo medi¨¢tico, v¨ªctimas de su propia reclusi¨®n que han de certificar mostrando la fecha del d¨ªa en el peri¨®dico previsible llamado Juventud Rebelde. Por m¨¢s que la prudencia pol¨ªtica, r¨¦mora de otro siglo, obligara a Ch¨¢vez a negar que padec¨ªa c¨¢ncer, no hicieron falta m¨¢s que dos jornadas de especulaciones para verle a ¨¦l mismo reconocer la enfermedad y leernos urbi et orbi su propio parte m¨¦dico con la entonaci¨®n de un desembarco de la armada nacional.
El tiempo medi¨¢tico en que vivimos nos hace m¨¢s desconfiados y ahora una persona est¨¢ obligada a ser su propio equipo m¨¦dico habitual y tambi¨¦n su jefe de prensa. El caso de Strauss-Kahn, que ofrece medio vuelco cada d¨ªa como si la actualidad fuera una tortilla sobre una sart¨¦n hiperactiva, no es m¨¢s que otra muestra del tiempo que nos ha tocado. En el pa¨ªs del juicio del Arny y la persecuci¨®n de Dolores V¨¢zquez, podr¨ªamos estar entrenados sobre la mentira fotog¨¦nica, pero no es as¨ª, somos los perros de primera fila, que se lanzan sobre el hueso medi¨¢tico con un hambre injustificable.
Ahora ya sabemos que el primer juicio es el juicio del telediario, castigo medi¨¢tico sin reinserci¨®n posible. El paseo de los sospechosos tratados como perros, condenados por una audiencia hambrienta de justicia que impone su ley al grito del sentido com¨²n que a menudo no es nada m¨¢s que la loca sed de sangre. Da igual que sea un accidente de tr¨¢fico con famoso al volante que los estudios m¨¦dicos sobre la pescadilla, nuestro apetito vamp¨ªrico es saciado por los medios con una urgencia alimentada de p¨¢nico y sobreactuaci¨®n. Todos los enfermos est¨¢n terminales, todos los partidos son el partido del siglo, todos los detenidos son culpables y todas las enfermedades son epidemias. Cu¨ªdense de aparecer ah¨ª fuera, su delicada vida ser¨¢ tratada con las manazas de un gigante hambriento y rencoroso. Bienvenidos a la histeria, anexo psic¨®tico e ingobernable de la historia.
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