La vida por delante

Hay pel¨ªculas que someten al espectador a aut¨¦nticas pruebas del fuego, testando su capacidad de encaje ante lo cursi y lo directamente grimoso. Este es un buen ejemplo, pero conviene advertir algo antes de que ustedes sigan leyendo: tras la presunta agresi¨®n, la pel¨ªcula logra el prodigio inaudito de ganarse al espectador para su causa que, finalmente, no tiene nada que ver con la cursiler¨ªa y s¨ª con la hondura emocional y la reformulaci¨®n de una mirada humanista.

En el primer tramo de Beginners, un Ewan McGregor deprimido tras una sucesi¨®n de dolorosas p¨¦rdidas acude, a instancias de sus compa?eros de trabajo, a una fiesta disfrazado de Sigmund Freud. All¨ª, una invitada (M¨¦lanie Laurent) se interesa por ¨¦l, pero, por se?as, le indica que una infecci¨®n de garganta le impide hablar. Contemplar la posterior escena de seducci¨®n hace pupita, como dir¨ªa Chiquito de la Calzada: la Laurent despliega toda su gestualidad de mimo parisiense sobre el div¨¢n, mientras Freud / McGregor elabora su propia pantomima del psicoan¨¢lisis para emerger de su ensimismamiento. Lo mejor que puede decirse del segundo largometraje de Mike Mills es que es capaz de superar una secuencia as¨ª, no ya para parecer una obra decente, sino para afirmar su posici¨®n en el extremo opuesto de la pose y la impostura.

Formado en el ¨¢mbito del dise?o gr¨¢fico y el v¨ªdeo musical, Mike Mills debut¨® con una irritante celebraci¨®n de la inmadurez para los tiempos de la patol¨®gica cultura de la autoayuda: Thumbsucker (2005). Aqu¨ª, tras dedicar un documental al tema de la depresi¨®n en la sociedad japonesa -Does your soul have a cold?-, el cineasta parte de una experiencia autobiogr¨¢fica -la salida del armario de su progenitor a los 75 a?os- para contar la historia de un renacimiento espiritual cuando todo alrededor parece anunciar el ocaso e invitar a la retirada.

Beginners recurre a los juegos de montaje ingeniosos y maneja con destreza su discontinuidad temporal, pero no tarda uno en reparar en que Mike Mills se atreve a jugar en otra liga muy distinta a la que ampar¨® su debut: su mirada ha madurado, sus personajes ya no se chupan el dedo. Y Christopher Plummer no puede estar mejor en la piel de ese padre que, desde el mismo momento en que su salud da se?ales de alerta roja, decide vivir esa vida que se hab¨ªa negado.