La guerra en Libia, tres meses despu¨¦s
A los tres meses de haberse desencadenado, contin¨²a la guerra en Libia. La OTAN, que ha tomado el mando de la misma, acaba de concederse tres meses suplementarios para conducirla a la victoria. El pa¨ªs sigue inmerso en una guerra civil, con los "leales" enfrentados a los "insurgentes". Al estar mejor armados que los insurgentes, los leales aprovechan esa ventaja para masacrarlos, pero esa asimetr¨ªa se reproduce luego entre las fuerzas de la OTAN y los leales: los ca?ones de los unos aplastan a los fusiles de los otros, lo mismo que los misiles de los unos aniquilan sin problemas a los ca?ones de los otros. Dada esa desproporci¨®n de fuerzas, el desenlace militar de la confrontaci¨®n no ofrece dudas: los bombardeos tendr¨¢n la ¨²ltima palabra, as¨ª que venceremos.
Tzvetan Todorov Es una desmesura la idea de una guerra hasta la victoria final, cualquiera que sea su coste
Es evidente que la intervenci¨®n de la OTAN no solo ha destruido armas, sino tambi¨¦n vidas humanas; y no habr¨¢ de tenerse en cuenta la falaz distinci¨®n, propuesta por la Corte Penal Internacional, entre v¨ªctimas causadas voluntariamente (las de Gadafi) y v¨ªctimas causadas involuntariamente (las de la OTAN): las bombas est¨¢n hechas para destruir y matar. Sencillamente, las v¨ªctimas del enemigo nunca son contabilizadas, ni siquiera mencionadas. Tampoco se incluyen entre los "da?os colaterales" a los refugiados que huyen de un pa¨ªs en guerra, que se imaginan que la vecina Europa estar¨¢ encantada de acogerles y que se hacinan en embarcaciones de fortuna: se estima en al menos 1.200 el n¨²mero de los que han muerto ahogados a lo largo de las costas libias.
Realmente el objetivo de la intervenci¨®n no es ya el de imponer un alto el fuego ni el de proteger a la poblaci¨®n civil, sino el de apartar a Gadafi del poder: objetivo al principio sobrentendido, luego afirmado de modo cada vez m¨¢s claro. Lo que explica que los bombardeos de la OTAN ya no se concentren sobre las ciudades asediadas por los leales, sino sobre Tr¨ªpoli, la capital. Oficialmente, la eliminaci¨®n de Gadafi no forma parte de los objetivos, pero la Alianza bombardea con asiduidad todos los lugares en los que podr¨ªa llegar a encontrarse, como centros de mando, de control y de comunicaci¨®n; si se le mata no habr¨¢ sido intencionadamente...
Occidente ha preferido llamar "pueblo" a los adversarios de Gadafi y "mercenarios" o "poblaciones sumisas" a sus partidarios, y ha optado por los primeros contra los segundos. Tambi¨¦n los gratifica con calificativos tales como "dem¨®cratas", cuya justificaci¨®n no est¨¢ nada clara. Hay que recordar que los dirigentes de los insurgentes son antiguos jerarcas del r¨¦gimen de Gadafi, el mismo al que describimos como una dictadura sangrienta. Sus fuerzas armadas est¨¢n comandadas por el general Abdelfatah Yunis, antiguo ministro del Interior y jefe de las tropas especiales encargadas
de la represi¨®n, compa?ero de armas de Gadafi ?desde 1969 hasta 2011! Su dirigente civil, que ha hecho el recorrido de las capitales europeas, es Mustaf¨¢ Abdeljalil, antiguo ministro de Justicia, responsable, entre otras cosas, del calvario infligido, unos a?os atr¨¢s, a las "enfermeras b¨²lgaras". En este conflicto, que enfrenta al n¨²mero 1 del r¨¦gimen con los antiguos n¨²meros 2 y 3, ?es apropiado invocar constantemente los derechos del hombre y la libertad del pueblo?
En su discurso del 28 de marzo de 2011, Obama, el presidente de Estados Unidos, ha provisto de legitimaci¨®n global a la intervenci¨®n en Libia, como con anterioridad lo hab¨ªa hecho respecto a Afganist¨¢n. Estados Unidos es "el garante de la seguridad global y el defensor de la libertad humana", y, comparado con el resto del mundo, tiene al respecto la responsabilidad del liderazgo. Por lo tanto, debe intervenir cada vez que se produce un desastre natural en cualquier rinc¨®n del mundo, pero tambi¨¦n para "prevenir los genocidios, garantizar la seguridad regional y mantener la libertad de comercio" (como se ve, los intereses econ¨®micos no se olvidan). Esta misi¨®n le ha sido confiada no por Dios ni por el acuerdo de las naciones, sencillamente se deriva de su estatus de "la naci¨®n m¨¢s poderosa del mundo": he aqu¨ª c¨®mo la fuerza se adorna con los atav¨ªos del derecho.
La intervenci¨®n en Libia confirma as¨ª el esquema mesi¨¢nico familiar a las democracias occidentales: consideran que su superioridad militar les atribuye el derecho, o incluso el deber, de gestionar los asuntos de todo el mundo (excepci¨®n hecha de los otros miembros permanentes del Consejo de Seguridad y de sus protegidos) imponiendo a los pa¨ªses mal clasificados los valores que ellas juzgan superiores y, en la pr¨¢ctica, los Gobiernos que estiman aptos para conducir la pol¨ªtica apropiada. Cual variante moderna de la f¨®rmula de Kipling, ya no se trata de "la carga del hombre blanco", sino de la del homo democraticus. La causa humanitaria (impedir el ba?o de sangre) resulta ser una especie de caballo de Troya, un buen pretexto para intervenir militarmente y controlar la orientaci¨®n pol¨ªtica de los Estados rebeldes. Conviene dejar constancia de que todos los esfuerzos desplegados por las potencias occidentales para "moralizar" las guerras no conciernen hasta el momento m¨¢s que al embalaje medi¨¢tico que se hace de todo ello.
?Podr¨¢ decirse al menos que esta intervenci¨®n es, en el actual estado de cosas, un mal menor? Despu¨¦s de todo, el coronel Gadafi se muestra como un dictador despiadado que da?a a su pueblo. ?Acaso echarle del poder, cuando no matarle, no es preferible a la impunidad de la que disfruta? Pero razonar as¨ª implica que, para lograr su objetivo, todos los medios son igualmente buenos. Y, sin embargo, era posible imaginar una soluci¨®n diferente de la crisis libia, soluci¨®n que por otra parte era solicitada por los otros pa¨ªses africanos, pero cuya opini¨®n se consider¨® desde?able. Despu¨¦s de la intervenci¨®n inicial, que destruy¨® las fuerzas a¨¦reas del r¨¦gimen y que detuvo la ofensiva contra las ciudades en manos de los insurgentes, era posible imponer un alto el fuego a todos los beligerantes, tanto a leales como a insurgentes. Como resultado de lo cual deb¨ªan establecerse negociaciones pol¨ªticas, preferiblemente bajo los auspicios de la Uni¨®n Africana. En esas condiciones se hubiera podido negociar la salida de Gadafi; y de no llegarse a ning¨²n acuerdo, tal vez se habr¨ªa impuesto la transformaci¨®n del pa¨ªs en una federaci¨®n, e incluso su partici¨®n. Soluciones ciertamente provisionales e imperfectas pero libres de la desmesura que anima la idea de una guerra hasta la victoria final, cualquiera que sea su coste.
Tzvetan Todorov es semi¨®logo, fil¨®sofo e historiador de origen b¨²lgaro y nacionalidad francesa. Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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