Aix huele a otros tiempos
La London Symphony Orchestra presenta una antiteatral 'La clemenza di Tito'
Hay resacas de las que es dif¨ªcil desprenderse. El Festival de Aix-en-Provence vivi¨®, en cierto modo a contra natura, una aut¨¦ntica borrachera musical de 2005 a 2009, gracias a la situaci¨®n de residencia en la villa provenzal de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, para montar en cuatro a?os un ciclo completo de El anillo del Nibelungo, de Richard Wagner, aderezado con conciertos dirigidos por Pierre Boulez y Sir Simon Rattle, o por excursiones campestres al pie de la m¨ªtica montana de Sainte-Victoire para escuchar una sinfon¨ªa de Gustav Mahler pensando en las pinturas de C¨¦zanne. No estaba Wagner en la tradici¨®n de un festival cuyas se?as de identidad son Mozart y el Barroco, pero el espect¨¢culo es el espect¨¢culo, y m¨¢s en los tiempos que corren.
La soluci¨®n de Bernard Foccroulle, director del festival, y su equipo para la resaca fue la de invitar a Aix, de 2010 a 2013, a otra gran orquesta, la London Symphony, con la condici¨®n de poner en pie los a?os impares una ¨®pera de Mozart y otra de Verdi, adem¨¢s de los obligados conciertos dirigidos, claro, por Valery Gergiev o Colin Davis. En la actual edici¨®n los t¨ªtulos l¨ªricos seleccionados han sido La traviata y La clemenza di Tito, esta ¨²ltima por expreso deseo de Sir Colin Davis, presidente de la orquesta londinense y director honorario de la Staaskapelle de Dresde, que ha manifestado reiteradas veces durante estos d¨ªas su preferencia a niveles musicales y dram¨¢ticos por este t¨ªtulo mozartiano de madurez. El estreno fue el pasado jueves y el director ingl¨¦s fue recibido con gran aprecio por el p¨²blico, que abarrotaba el patio del Palacio del Arzobispado.
El sonido de los londinenses fascin¨® desde el primer momento e incluso la elecci¨®n de tiempos sosegados y din¨¢micas sin grandes contrastes, pero las dudas empezaron a surgir y se fueron intensificando conforme avanzaba la representaci¨®n. Se quiera o no reconocer, las interpretaciones con instrumentos y criterios de ¨¦poca han ido transformando los mecanismos de sensibilidad del aficionado a la m¨²sica, calando con profundidad en la valoraci¨®n colectiva. El Mozart de Colin Davis tra¨ªa aromas de otros tiempos. Era ceremonial, pausado y de una gran belleza sonora. Lo suficiente para fascinar de entrada. Pero conforme la noche transcurr¨ªa se hac¨ªa antiteatral, mon¨®tono y sin tensi¨®n. Curioso dilema, sin otra soluci¨®n que la de dejarse llevar, valorando la multiplicidad de lecturas que tienen las obras maestras. Y La clemenza di Tito lo es. En cualquier caso, para el pr¨®ximo Mozart de la orquesta londinense en Aix, en 2013, se cuenta con Minkowski, m¨¢s af¨ªn a los criterios historicistas y, en cierto modo, una declaraci¨®n de principios.
Destac¨® en el reparto vocal Sarah Connolly como Sesto. No fue un conjunto extraordinario pero s¨ª tuvo el gran m¨¦rito de integrarse hasta el ¨²ltimo detalle en las indicaciones del maestro, especialmente en la respiraci¨®n musical. La entrega fue admirable, desde Carmen Giannattasio como Vitellia o Anna Stephany como Annio, hasta Gregory Kunde como Tito o Simona Mihai como Servilia. A buen nivel se mostr¨® asimismo el coro de c¨¢mara de la Estonian Philharmonic y en todo momento fue espl¨¦ndida la aportaci¨®n de la London Symphony. En cuanto a la lectura esc¨¦nica de David McVicar, lo mejor que puede decirse es que pas¨® sin pena ni gloria. Fue eficaz en el tratamiento narrativo pero muy poco sugerente en la estimulaci¨®n po¨¦tica.
Babelia
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