Verg¨¹enza, vergonya, verg¨¹enza
S¨ª. Tres veces y en las dos lenguas de la Comunitat Valenciana. Verg¨¹enza ajena es lo que siento cuando leo las retribuciones que los principales consejeros de Bankia se han asignado: sueldo, asistencias al consejo de administraci¨®n, comisiones y subcomisiones, retribuciones vinculadas a acciones... Y no conocemos lo que recibir¨¢n por asistencia a los sabrosos consejos de administraci¨®n de las empresas participadas por el nuevo grupo bancario, los gastos de representaci¨®n, las regal¨ªas de futuro nacidas de las relaciones cultivadas con terceras empresas y las d¨¢divas -?existe l¨ªmite?- que se cursan en ocasiones se?aladas.
Si estas retribuciones fueran fruto del mercado, todav¨ªa podr¨ªa encontrarse una excusa, que no una justificaci¨®n, sobre su cuant¨ªa; pero no me consta que el se?or Jos¨¦ Lu¨ªs Olivas haya accedido por concurso de m¨¦ritos al cargo de vicepresidente de Bankia. S¨ª s¨¦, por el contrario, que su carrera profesional ha evitado las trincheras de la empresa privada y, salvo una experiencia como funcionario de una asociaci¨®n empresarial, se ha desarrollado en las ¨²ltimas d¨¦cadas a la sombra del sector p¨²blico: como concejal, como conseller, como transitorio presidente de la Generalitat.
Es tiempo de capitalismo sin mercado a la medida de conciencias poco o nada escrupulosas
No est¨¢ acreditada, pues, una s¨®lida formaci¨®n en finanzas: lo que sabe el Sr. Olivas lo ha aprendido de o¨ªdas y a costa, primero, de nuestra condici¨®n de contribuyentes y, a continuaci¨®n, de nuestra condici¨®n de impositores de Bancaixa. Tampoco puede demostrar, porque es imposible, que haya arriesgado su patrimonio lig¨¢ndolo a la suerte pasada o presente de Bancaixa. Por lo tanto, en modo alguno puede esgrimir su cargo y prebendas como fruto de su arrojo inversor.
?Existen, quiz¨¢s, otros m¨¦ritos? Acaso pueda entenderse por tales la pesada carga del fracaso -individual, societario, colectivo- que el Sr. Olivas nos ha regalado en su etapa al frente de Bancaixa. No se la atribuyo, ni mucho menos en exclusiva, porque tambi¨¦n los correspondientes consejos, comisiones de control internas y reguladores externos deben cargar con su ineludible parte de responsabilidad; pero me temo que ning¨²n mercado profesional y, desde luego, ning¨²n headhunter, aceptar¨ªa encumbrar a un capit¨¢n que ha hecho aguas con su primer barco (Bancaixa) y que, ahora, saca a bolsa un nuevo bajel -Bankia- a la mitad del valor que, seg¨²n dicen, le corresponde: m¨¢s bien cabr¨ªa esperar que a este capitalista de sal¨®n se le embarcara al pa¨ªs de Nunca Jam¨¢s sin lograr que la desverg¨¹enza fuera, de nuevo, su particular billete a la fortuna.
Con todo, no soy demasiado optimista. A los valencianos nos someten, desde hace mucho tiempo, a un tratamiento intensivo a lo Pavlov, de modo que nuestros reflejos admiten osad¨ªas, obscenidades y deshonores sin que alguna sinapsis nos impulse a enfrentarnos a estos mercaderes del siglo XXI cuyo m¨¦rito decae ante el esfuerzo, la capacidad, y el riesgo, y recrece gracias a que no podemos permitirnos que bancos y cajas se vayan al garete. Eso no es mercado, se?or Olivas. Su cargo y sueldo no se desprenden del libre movimiento de la mano invisible, sino de ese opaco curso del oportunismo que, en otros tiempos, calific¨¢bamos de indecente. Cierto es que, en aquellos momentos, algunos hasta atentaban contra s¨ª mismos para defender su honor ante calificativos semejantes. Pero resulta obvio que ya no es tiempo de samur¨¢is, sino de un capitalismo sin mercado a la medida de conciencias poco o nada escrupulosas. Pese a todo, conservo una ¨²ltima esperanza en su caso: la de su inmediata dimisi¨®n.
Manuel L¨®pez Estornell es doctor en Econom¨ªa.
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