Europa del Este: un espejo convexo
Hace un par de a?os llegu¨¦ a Praga y por la noche fui a cenar con unos amigos en un restaurante del tranquilo barrio antiguo de Mal¨¢ Strana. A la hora de los postres se escucharon unos disparos. Al d¨ªa siguiente le¨ª en la prensa que el ex premier checo Jir¨ª Paroubek hab¨ªa presentado ante un p¨²blico numeroso su libro en un restaurante de Mal¨¢ Strana, vecino a aquel en que yo estaba, donde un amigo suyo hab¨ªa matado a tiros a otro amigo suyo. Ambos pertenec¨ªan a distintos grupos mafiosos y hab¨ªan escogido aquel momento para saldar sus cuentas.
Cuando cont¨¦ mi vivencia checa a mis colegas periodistas y escritores de otros pa¨ªses poscomunistas, me aseguraron que eso no era nada comparado con lo que suced¨ªa en sus sociedades. El escritor rumano exiliado en Nueva York, Norman Manea, me dijo: "Todo eso son consecuencias de que esas sociedades vivieron mucho tiempo en Estados totalitarios. El veneno de una vivencia como esta se ha infiltrado profundamente en sociedades enteras".
Autoritarismo, censura, corrupci¨®n y mafias minan a algunos pa¨ªses excomunistas
A primera vista todo eso no se ve. Parece como si los pa¨ªses del centro y este de Europa, que antes fueron sat¨¦lites de la URSS o formaban parte del imperio sovi¨¦tico, estuvieran perfectamente bien: el visitante admira los edificios resplandecientes de Budapest, Tallin o Cracovia, los hoteles y restaurantes de cada esquina. Las econom¨ªas de esos pa¨ªses no se han derrumbado con la crisis; todo lo contrario, algunos ya est¨¢n saliendo de ella y casi todos crecen por encima del 2%. Hay una democracia que funciona, unas elecciones en las que sin falta participa un porcentaje mayoritario de la poblaci¨®n. Polonia experimenta un crecimiento notable (4,5%), Estonia se ha calificado para adoptar el euro. Raramente se oye hablar de una huelga general o de una protesta de multitudes. Parece que en esos pa¨ªses no hay quejas y que todo va como la seda.
Pero si miramos bajo la superficie, encontramos una realidad diferente. Los servicios p¨²blicos a¨²n dejan mucho que desear, la justicia es deplorable. Los medios de comunicaci¨®n en muchos casos est¨¢n sujetos a la censura. La financiaci¨®n de los partidos es una importante fuente de corrupci¨®n. Los bancos tienen mucho por esconder. Y lo mismo pasa con los pol¨ªticos.
Adem¨¢s, los pol¨ªticos, en otros tiempos acostumbrados a recibir ¨®rdenes, ahora las aceptan desde Bruselas y las aplican sin miramientos. Tambi¨¦n los ciudadanos est¨¢n acostumbrados a aceptar ¨®rdenes sin cuestionarlas, y lo hacen sin protestar, quej¨¢ndose en privado. Como antes. Y cuando ya no pueden m¨¢s, hacen las maletas y se van a Occidente a buscar trabajo. Y otra vida. Como antes, lo hacen sin protestar, en silencio, con los hombros ca¨ªdos y la expresi¨®n amarga.
Hungr¨ªa, el pa¨ªs que el semestre pasado presidi¨® la UE, tuvo al mismo tiempo una deriva antidemocr¨¢tica y autoritaria. El Tribunal Constitucional h¨²ngaro invalid¨® una medida econ¨®mica del Gobierno; acto seguido, la mayor¨ªa del Fidesz, el conservador partido del presidente Orban, aprob¨® un decreto que proh¨ªbe a los jueces pronunciarse sobre textos referentes a presupuestos, tasas e impuestos. Hungr¨ªa adopt¨® una ley de la censura, y con ella la putinizaci¨®n de su pa¨ªs, al igual que Ucrania, Bulgaria y algunos otros pa¨ªses del Este que se van acercando al modelo del autoritarismo ruso, donde el poder pol¨ªtico, jur¨ªdico y econ¨®mico est¨¢n en manos del partido que ostenta el poder.
Y es que, en aquella otra Europa, imitar el modelo occidental ha pasado de moda desde que Europa se ha hundido en la crisis. Tampoco los Estados Unidos de Obama sirven de modelo porque la poblaci¨®n del Este, en su mayor¨ªa, siente predilecci¨®n por l¨ªderes fuertes con ideas inamovibles que interpreta como claras.
Los pa¨ªses del centro y este de Europa se hab¨ªan calificado bien para la entrada en la UE. Pero una vez dentro, han vuelto a sus antiguas andanzas: una peque?a c¨²pula tiene en jaque a todo un pa¨ªs, impotente y empobrecido.
Con presidentes de la Uni¨®n Europea como el h¨²ngaro Viktor Orban -y como Silvio Berlusconi, no nos olvidemos-, Europa va perdiendo credibilidad en el mundo a la hora de dar clases de democracia y la pierde entre sus propios ciudadanos. Y es que la Europa del Este no es sino un espejo convexo de todo nuestro continente con su crisis de valores, a¨²n m¨¢s profunda que la econ¨®mica, si cabe. Parece que a nuestros gobernantes europeos solo les importa la salud de las finanzas. C¨®mo se gobiernan los pa¨ªses de la Uni¨®n no interesa. Y Europa resbala lenta pero indefectiblemente hacia la p¨¦rdida de valores democr¨¢ticos.
Ahora Polonia estrena su presidencia. En los ¨²ltimos a?os este pa¨ªs ha dejado atr¨¢s su antisemitismo latente y ha puesto en relieve los valores seculares ante el papel dominante de la Iglesia de los a?os poscomunistas. Durante su presidencia, Polonia aspira a cerrar la entrada de Croacia en la Uni¨®n Europea, y buscar¨¢ soluciones para la econom¨ªa de Europa, seg¨²n declar¨® en Barcelona, hace poco, el expresidente Kwasniewski. Esperemos que este pa¨ªs, que a lo largo de los siglos ha sufrido tanto, represente mejor que Hungr¨ªa los valores europeos.
Monika Zgustova es escritora.
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