?Y de qu¨¦ se r¨ªen?
He buscado entre todas las fotograf¨ªas publicadas estos d¨ªas sobre el caso Murdoch y no he encontrado ninguna en la que el magnate no r¨ªa. No solo r¨ªe ¨¦l; r¨ªen sus m¨¢s directos colaboradores, r¨ªe su hijo, r¨ªe la mujer en la que conf¨ªa, la pelirroja que hizo de limpiadora para robar informaci¨®n en un peri¨®dico rival. R¨ªe todo el mundo. La risa m¨¢s pat¨¦tica, puede uno imaginar, es la que expresan los trabajadores expulsados del imperio de la basura en que se constituy¨® el m¨¢s que centenario News of the World. Ellos r¨ªen; han perdido el empleo, eso es lo que parece, pero los que los han expulsado de las tinieblas a las otras tinieblas, esos r¨ªen.
Ellos saben por qu¨¦ r¨ªen, lo llevan sabiendo desde hace mucho tiempo, pero yo quer¨ªa hablar de otra risa, de la risa espa?ola. En un art¨ªculo muy preciso sobre la historia de corrupci¨®n a la que ha ido conduci¨¦ndose la prensa basura inglesa, el exdirector del Guardian, Peter Preston, dec¨ªa ayer que "desde el Caribe a los Balcanes y hasta ?frica del Sur", los que cre¨ªan en las bondades intr¨ªnsecas del periodismo ingl¨¦s deben estar francamente preocupados, porque el oro era basura.
Le falt¨® escribir Espa?a. En Espa?a esa risa que ahora se ve en las comisuras de Murdoch y los suyos ha estado marcada como una se?al de victoria de los que han sido capaces de convertir en charca inmunda uno de los oficios m¨¢s delicados de la civilizaci¨®n. Aqu¨ª se han seguido pr¨¢cticas como esas que ahora se denuncian como propias del imperio Murdoch. Han violentado vidas privadas, les han inventado a empresarios honestos frases que nunca dijeron para dibujar en su torno la m¨¢scara del oprobio, y as¨ª acabar con ellos, con la c¨¢rcel si era preciso; han arrancado confesiones falsas con el pretexto mendaz del periodismo necesario; han hecho negocios mintiendo sobre informaciones burs¨¢tiles que iban a enriquecer a otros.
Y han re¨ªdo. Han robado dossieres privados y los han paseado como exclusivas de alto voltaje informativo. No han contrastado tan solo para evitar que un desmentido les fastidie una buena risa. Han actuado as¨ª. Dec¨ªa Peter Preston en ese art¨ªculo de ayer: "No hay una ley para los tabloides y otra ley para el resto". Aqu¨ª han actuado en sentido contrario. Un d¨ªa, un comentarista mal hablado que cobraba de varios sitios (oficiales) arremeti¨® contra un amigo a quien ridiculizaba por homosexual. Le dije, porque me lo encontr¨¦, que eso era innoble. Y me dijo: "Pero es divertido".
Dec¨ªa ayer Llu¨ªs Bassets en la edici¨®n catalana de EL PA?S que esas son "las artes oscuras del periodismo". Desde la oscuridad se han re¨ªdo de nosotros, los lectores, en Espa?a, y no solo en el Reino Unido. Y se siguen riendo.
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