Amigos en una noche destemplada
El dominicano Michel Camilo y el almeriense Jos¨¦ Fern¨¢ndez Torres est¨¢n felizmente condenados a (re)encontrarse. Pianista y guitarrista coincidieron en un estudio de grabaci¨®n en 1997, se amigaron, labraron una alianza a lo largo de docenas de conciertos, despacharon 250.000 ejemplares de Spain (2000) cuando en este planeta todav¨ªa se vend¨ªan discos, repitieron suerte seis a?os m¨¢s tarde con Spain again y ahora vuelven a trastear juntos sobre el escenario, sin repertorio nuevo pero con la posibilidad de que la mecha prenda en cualquier instante. Aunque no fuera el caso de anoche en la Puerta del ?ngel, un concierto de dos amigos tan inesperadamente destemplados como la meteorolog¨ªa.
Tomatito no logr¨® desquitarse del todo hasta el ¨²ltimo tramo
Michel y Jos¨¦ integran una sociedad que nace de la intuici¨®n
El viento hac¨ªa escuchar sus bufidos por los micr¨®fonos, como anunciando una tormenta inexistente. Y el t¨¢ndem pareci¨® mimetizarse con un ambiente tibio pese a los casi 2.000 espectadores que hab¨ªan pasado por taquilla. Tomatito fue quien pareci¨® menos c¨®modo en su pellejo, tal que si ese inopinado viento fresco le atravesara los tu¨¦tanos y le dejase en situaci¨®n de desamparo. El d¨²o ha conocido mejores veladas, sin duda, pero siempre podr¨¢ desquitarse cualquier noche de estas, cuando recupere el calor.
Camilo y el hijo de El Tomate abrieron boca con el Libertango del maestro Piazzolla, una debilidad compartida (y justificad¨ªsima) al que recurrir¨ªan un par de veces m¨¢s. El d¨²o procura estar conjuntado hasta en el atuendo, con sus camisas grises y pantalones negros, y en los primeros compases pareci¨® tocar de memoria, mirando cada uno a su compinche durante los solos, gust¨¢ndose de forma rec¨ªproca y con la mano izquierda del guitarrista funcionando como una m¨¢quina de precisi¨®n, como un procesador de la combinatoria del alma. Pero, ?ay!, las tornas cambiaron a partir de El d¨ªa que me quieras, en la que, de repente, notamos a Tomatito poco asentado, algo impreciso, con las cuerdas m¨¢s temblonas de lo necesario. Y hasta inquieto en el cap¨ªtulo de la afinaci¨®n, que repas¨® varias veces con el mismo desasosiego del pez que lleva demasiados segundos fuera del agua.
La magia de esta simbiosis radica en que no encaja en el jazz ni el flamenco, el jazz aflamencado o el flamenco jazz¨ªstico. Habr¨ªa que encontrarle otra nomenclatura: hondura sincopada, o algo parecido. As¨ª sucedi¨®, por ejemplo, en Stella by starlight, el viejo est¨¢ndar de Victor Young, donde se entremezclan los patrones r¨ªtmicos, arm¨®nicos y mel¨®dicos y hasta los solos pueden sonar al mismo tiempo sin que se atisbe el peligro de la colisi¨®n. Pero no fue siempre as¨ª. A mi ni?o Jos¨¦, la c¨¦lebre buler¨ªa del almeriense, reedit¨® esa sensaci¨®n de que nuestro hombre flamenco andaba inseguro, como si los dedos se le agarrotaran y no fluyesen libres por el m¨¢stil, n¨¢ufragos en un mar de semitonos.
Tomatito no logr¨® desquitarse del todo hasta el ¨²ltimo tramo, con La fiesta y Spain, donde por fin nos reencontramos con ese guitarrista inmenso de siempre. Antes, ni siquiera hab¨ªa salido bien parado de Fuga y misterio, otra partitura colosal de Piazzolla por la que transit¨® con un toque brusco y picado en demas¨ªa, tan desabrido como ese aire racheado que se met¨ªa en los huesos. Habr¨ªa hecho bien cualquier colaborador en acercarle una chaquetita.
Hubo, bien es cierto, momentos mucho m¨¢s alentadores. Camilo sac¨® a relucir su mano derecha fulgurante en La vacilona, un momento muy caribe?o en el que el pianista se siente a sus anchas, como un personaje de dibujos animados trasegando por el blanco y negro de las teclas. Fue buena idea que a ese arrebato de virtuosismo le sucediera el tema de amor de Two much, pieza hermosa y agradecida en su sencillez, una oportunidad para deleitarse en cada nota sin que la avalancha de semifusas nos aturulle las entendederas.
Michel y Jos¨¦ integran una sociedad que nace m¨¢s de la intuici¨®n que de la academia. Lo suyo no parece ajustarse a la premeditaci¨®n, sino a la complementariedad y la solvencia para meterse en berenjenales y salir airoso. Ayer no fue el mejor ejemplo de su arte, pero merecen, a estas alturas, un margen holgado de confianza.
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