Portazo
Lo que a los ciudadanos les gustar¨ªa, en este tiempo de inquietud econ¨®mica, es que las disputas partidistas se aparcaran en lo trascendente, donde la confianza como pa¨ªs juega un papel importante. Puede que eso sea imposible por la necesidad tan defendible de que los partidos aspirantes a gobernar disputen con fiereza su posici¨®n. Pero el hecho de que en Europa est¨¦n representadas en los gobiernos las dos tendencias pol¨ªticas mayoritarias podr¨ªa facilitar ese acercamiento. No parece que la crisis, con su ruleta hist¨¦rica que sacude los mercados, respete el color del partido gobernante y si los socialistas de Espa?a ven amenazada su estabilidad financiera, los conservadores elegidos en Portugal no lo tienen m¨¢s f¨¢cil que la coalici¨®n de derechas que rige Italia. Ni siquiera la ausencia de gobierno que se prolonga en B¨¦lgica hasta proporciones tragic¨®micas resulta soluci¨®n.
Pero me temo que lo que la gente quiere tiene poco peso en las decisiones estrat¨¦gicas. La unidad de populares y socialistas para invocar el esp¨ªritu ol¨ªmpico en Madrid, pese a que crece el escepticismo convocatoria tras convocatoria, podr¨ªa servir de ejemplo. Pero como las informaciones del Congreso nos recordaron ayer, la urgencia de Rajoy por convocar elecciones pasa por encima de cualquier alternativa.
Transmitir que el pa¨ªs vive una situaci¨®n de precariedad favorece el desgaste del Gobierno, pero quiz¨¢ tambi¨¦n lima las defensas del propio Estado en su guerra contra los ataques especuladores. Hoy la renovaci¨®n del Constitucional o el nombramiento de otro presidente de RTVE tras su dimisi¨®n son elementos de disputa electoral, que ridiculizan las ambiciones partidistas frente a los intereses ciudadanos.
Alberto Oliart, nombrado por consenso parlamentario, dimiti¨® sin haber disfrutado de una sola comparecencia donde se recordara el acuerdo que lo nombr¨®, donde se le reconociera el grado de independencia que emanaba, por fin, del Congreso y no del dedazo del partido m¨¢s votado. Interesaba presentarlo como un eslab¨®n del Gobierno, cuando representaba una higiene hist¨®rica en los medios p¨²blicos. Su fatiga se entiende y el portazo con el que se despidi¨® puede tener algo del portazo que muchos votantes den a los grandes partidos si siguen sin usar la democracia para otra cosa que competir por los votos.
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