?Qui¨¦n sirve a qui¨¦n?
En contraposici¨®n a las dictaduras, donde es el Gobierno el que censura a la prensa, las democracias se basan en la sencilla idea de que es la prensa la que tiene el derecho de censurar al Gobierno. Aunque la frase del presidente Jefferson -"prefiero peri¨®dicos sin democracia que democracia sin peri¨®dicos"- haya sido distorsionada, pues en realidad Jefferson nunca habl¨® de "democracia" (un t¨¦rmino que, parad¨®jicamente, no est¨¢ en la Constituci¨®n estadounidense) sino de "Gobierno", la frase se ha consolidado en la imaginaci¨®n colectiva porque captura con extraordinaria sencillez la relaci¨®n entre poder y prensa que debe regir en un sistema democr¨¢tico. Por esa raz¨®n, mientras que en una democracia los controles gubernamentales sobre la prensa son excepcionales y las sanciones tienen lugar a posteriori, la prensa puede censurar todos los d¨ªas al Gobierno sin m¨¢s l¨ªmite que algunas sencillas reglas que garanticen la veracidad de la informaci¨®n.
Sectores de la prensa no cumplen su misi¨®n y quieren capturar el poder pol¨ªtico con chantajes
Gracias a este pr¨¢ctico arreglo, las democracias pueden funcionar de forma efectiva y, adem¨¢s, hacerlo respetando las normas b¨¢sicas que rigen nuestros Estados de derecho. Por eso, independientemente de si una democracia adopta el modelo parlamentario o el presidencial, opta por un sistema mayoritario o proporcional o configura el Estado de modo unitario o de acuerdo con par¨¢metros federales, la relaci¨®n entre poder y prensa no deber¨ªa variar gran cosa. Por un lado, la prensa sirve a los ciudadanos para controlar retrospectivamente la acci¨®n del Gobierno y sancionar los incumplimientos de las promesas o las violaciones de las normas en los que estos hayan incurrido. Por otro lado, transmite informaci¨®n a los pol¨ªticos sobre las preferencias de la ciudadan¨ªa, lo que les ayuda a dise?ar pol¨ªticas que satisfagan al mayor n¨²mero de personas. De esta manera, al llegar las elecciones, los votantes, que dispondr¨¢n de una informaci¨®n completa sobre las acciones de los pol¨ªticos, podr¨¢n elegir racionalmente a aquellos que mejor sirvan a sus intereses. Mientras, los pol¨ªticos, que dispondr¨¢n ante s¨ª de un rico y amplio mapa acerca de cu¨¢les son las preferencias de la opini¨®n p¨²blica, podr¨¢n hacer una oferta electoral y de pol¨ªticas p¨²blicas ajustada a las demandas de los electores. Por si fuera poco, en un sistema de libre mercado que funcione correctamente es hasta posible que, gracias a la publicidad, este sistema de control prospectivo y retrospectivo que garantiza la democracia sea sumamente barato para el ciudadano.
Esto en teor¨ªa. El problema, claro est¨¢, comienza cuando uno levanta la vista del manual de ciencia pol¨ªtica que de forma tan c¨¢ndida nos ha tra¨ªdo hasta este p¨¢rrafo y observa el mundo real, un mundo en el que, como vemos estos d¨ªas con el esc¨¢ndalo que le ha costado el cierre a News of the World, hay sectores enteros de la prensa supuestamente libre que han dejado de cumplir su misi¨®n para pasar a convertirse en un poder aut¨®nomo que aspira a capturar el poder pol¨ªtico mediante t¨¦cnicas chantajistas y matonas para ponerlo al servicio de sus propios intereses econ¨®micos. Como se ha visto, en ese mundo los lectores de peri¨®dicos dejan de ser tratados como ciudadanos, los pol¨ªticos dejan de actuar como representantes de la soberan¨ªa popular y los periodistas dejan de ser honestos intermediarios que transmiten informaci¨®n que ayude a las dos partes a elaborar opiniones informadas. No es casualidad que la misma polarizaci¨®n que se ha instalado en la pol¨ªtica tiente tambi¨¦n a muchos medios de comunicaci¨®n. La polarizaci¨®n ideol¨®gica sirve a los pol¨ªticos para evitar rendir cuentas. Con los medios, ocurre algo parecido. En teor¨ªa, deber¨ªan competir por ofrecer un mejor producto a un menor precio. Pero en la pr¨¢ctica, como ocurre con las marcas comerciales, es m¨¢s f¨¢cil mantener e incrementar la clientela mediante la polarizaci¨®n ideol¨®gica y la apelaci¨®n a los m¨¢s bajos instintos que mediante la objetividad y la transparencia. Parad¨®jicamente, como ocurre en EE UU, cuanto m¨¢s libre y m¨¢s amplio es el mercado y, por tanto, m¨¢s dinero hay en juego, m¨¢s resquicios se abren para que la polarizaci¨®n se imponga, en la pol¨ªtica y en los medios. Todo ello, sin que a cambio est¨¦ muy claro que una mayor regulaci¨®n sea la soluci¨®n o el comienzo de otra serie de problemas. En ese mundo dist¨®pico, partidos y medios invierten su papel 180 grados y terminan por hacer exactamente lo contrario de aquello para lo que fueron fundados: en lugar de servir a los ciudadanos, buscan ciudadanos de los que servirse.
S¨ªgueme en Twitter @jitorreblanca
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.