Con los Juegos no se juega
?Al final, qu¨¦ son los Juegos Ol¨ªmpicos? Sobre todo un escenario, el mayor escenario del mundo en el que un pa¨ªs puede representar el mayor espect¨¢culo del mundo bajo el riesgo de convertirlo en el mayor fiasco del mundo. Todo depende del libreto. Los Mamo Wolde, Mark Spitz, Carl Lewis, Michael Phelps o Usain Bolt est¨¢n ah¨ª, ellos y los sucesores que indefectiblemente van surgiendo (unos m¨¢s limpios, otros m¨¢s sucios). La compa?¨ªa de actores, el elenco, est¨¢ ah¨ª, hasta el gui¨®n est¨¢ escrito. El problema para el pa¨ªs organizador es que no se le caiga el escenario, algo que nunca ocurre en medio de la obra, sino que demuestre despu¨¦s la herrumbre del desprop¨®sito y se convierta en un mausoleo de extravagancias, ego¨ªsmos, personalismos y falta de perspectivas.
Los Juegos de 2020, como los de 2016 en R¨ªo de Janeiro o los inmediatos de 2012 en Londres, ser¨¢n los Juegos de la crisis, los organice quien los organice, porque los tent¨¢culos de la ca¨ªda econ¨®mica no guarda pa¨ªses en la burbuja, ajenos a este desplome que exige pisar el acelerador de las ideas tanto como frenar los viejos despilfarros. Madrid, Espa?a, no est¨¢ en peores condiciones que otros aspirantes como Roma o Estambul, quiz¨¢s Par¨ªs, o Sud¨¢frica para sostener un escenario impecable sin necesidad de apelar al vellocino de oro ni pretender un foco pol¨ªtico que pretenda ocultar sus doloridos nervios econ¨®micos.
No hay acontecimiento en el mundo que pueda considerarse como una catarsis contra la crisis, pero Melbourne no ser¨ªa la misma sin aquellos juegos de 1956, ni Barcelona sin los de 1992 y as¨ª una tras otras de las ciudades que han acogido el mayor espect¨¢culo del mundo. Tampoco Venecia ser¨ªa igual sin su Mostra de cine, ni San Sebasti¨¢n sin la suya, ni Avi?¨®n sin su festival de teatro. Suma y sigue. Nada de eso les ha librado de la crisis, pero les ha otorgado personalidad y ha transmitido una energ¨ªa creativa y organizativa que bien encauzada act¨²a como elemento regenerador de la ciudad y por lo tanto del pa¨ªs en general. Madrid, adem¨¢s, cuenta ya con muchas infraestructuras, deportivas, urban¨ªsticas, de transporte, ¨²tiles y v¨¢lidas para ese tiempo. Y sin duda, la construcci¨®n de las restantes actuar¨ªa como impulso econ¨®mico en un pa¨ªs que funciona ¨²ltimamente a 125 y no a 220 voltios en muchas de sus actividades econ¨®micas.
El peor efecto de la crisis es la par¨¢lisis. La peor imagen de un pa¨ªs es la que no existe, la que te saca del mapa, la que te echa del escenario, la que te anula el optimismo. Los Juegos no son los mercados, pero est¨¢n en el mercado. Hace tiempo que el sue?o del bar¨®n de Coubertin se convirti¨® en una realidad econ¨®mica basada en personajes deportivos y trufada de banderas no exentas de conflictos.
Madrid lleva dos intentos por conseguir unos Juegos y lo hizo cuando cre¨ªamos que ¨¦ramos ricos y cuando nos sabemos pobres. De una u otra manera, solo hay una condici¨®n previa: hacerlo bien, no solo para 2020 sino para los a?os venideros, porque con los Juegos no se juega.
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