Austin, la otra meca del cine
El aficionado tiene su para¨ªso en Tejas: salas gigantes con comida y camareros incluidos, sesiones presentadas por directores-estrella y la supervivencia de mil y un videoclubes
Austin, Tejas, calor asfixiante al estilo Depredador. La sesi¨®n de las seis de la tarde en uno de los cines m¨¢s populares de la ciudad est¨¢ a punto de empezar. No hay publicidad, solo una serie de tr¨¢ilers a cada cual m¨¢s extra?o que tienen relaci¨®n con la pel¨ªcula que se proyecta: Thor. Antes de que arranque el filme truena por los altavoces la marcha imperial de La guerra de las galaxias y aparece un anuncio en pantalla: "A partir de ahora se declara esta sala zona silenciosa. As¨ª que apaga tu m¨®vil y c¨¢llate o pondremos tu culo de patitas en la calle". Bienvenidos a Austin, la (nueva) meca del cine.
Lars Nilsen se acerca caminando pesadamente. A su espalda se levantan platillos volantes y marcianos de cart¨®n piedra que cuelgan del techo; a su izquierda se ve un grafiti -con retranca- sobre el s¨¦ptimo arte, y a su derecha tres monitores emiten anuncios de los a?os ochenta que producen risas y sonrojo a partes iguales. Este museo del kitsch con un olor a cinefilia no es otro que el vest¨ªbulo del Alamo Drafthouse de South Lamar, donde hace un rato el cronista ha asistido a la sesi¨®n de cine m¨¢s silenciosa de su vida.
Esta ciudad universitaria cuenta con un apabullante abanico cultural
Este es un oasis en EE UU, donde cada d¨ªa cierran docenas de cines
Nilsen ha aceptado charlar porque el tema a discutir es c¨®mo es posible que una ciudad con apenas un mill¨®n de habitantes tenga a Hollywood en un pu?o y al resto de Tejas mir¨¢ndolos con mala cara: "?Si Austin es la ciudad m¨¢s cin¨¦fila del mundo? Probablemente. Digamos que nuestra comunidad est¨¢ volcada con la cultura, y el amor al cine forma parte de ese concepto". Cuando habla del s¨¦ptimo arte a Nilsen le cambia la cara, endereza la espalda y se arranca. "Yo conoc¨ª a Tim
[Leigh, uno de los fundadores del Alamo Drafthouse] hace ya muchos a?os. Siempre he estado muy obsesionado por el mundo del cine y creo que eso le gust¨®. Cuando fund¨® el Alamo me llam¨® y me dijo que si quer¨ªa ser jefe de programaci¨®n de la cadena. Obviamente le dije que s¨ª... pero quer¨ªa tener claro que la filosof¨ªa de la casa era la misma que la m¨ªa. La gente est¨¢ harta de palomitas de mierda, refrescos imbebibles, anuncios que nunca se acaban, t¨ªos que hablan en la pel¨ªcula o asientos en malas condiciones". Nielsen se anima cuando se le comenta que hay cosas a¨²n peores: "Por supuesto, la mayor¨ªa de las salas comerciales utilizan sus proyectores a la mitad de la potencia lum¨ªnica porque as¨ª ahorran en energ¨ªa y recambios. Eso debe ser muy bueno para ellos, pero para el espectador es un desastre; por eso, cuando vas a ver una pel¨ªcula en 3D todo es oscuro y confuso. Nosotros proyectamos al 100% de potencia. ?Que es m¨¢s caro? S¨ª, pero la calidad no tiene parang¨®n. Una cosa que tiene Austin es que se toma muy en serio eso del respeto, as¨ª que si t¨² les das lo mejor, ellos te dan lo mejor". Lo mejor, para el Alamo (proyecci¨®n inmaculada aparte) es un servicio de comida en sala que incluye desde hamburguesas a pizzas pasando por s¨¢ndwiches, vino servido en copa de cristal o un inacabable men¨² de cervezas de importaci¨®n escogidos por catadores locales. Todo servido con una discreci¨®n espartana, sin ruidos ni molestias. Nada de publicidad gratuita, nada de sesiones sin control, nada de aficionados, nada de proyeccionistas que deben atender cinco salas a la vez. Un cine pensado para el espectador.
Austin es una ciudad universitaria, y eso se nota en la apabullante vida nocturna y en el inmenso abanico cultural que desde un punto de vista cinematogr¨¢fico resulta inexplicable: Mondo, probablemente la tienda dedicada a la venta de carteles y camisetas m¨¢s famosa del mundo; www.aintitcool.com, la primera web que demostr¨® el poder de la comunidad cin¨¦fila en Internet; 12 festivales de cine, uno de ellos, el SXSW (South By Southwest, cuyo nombre homenajea al cl¨¢sico de Alfred Hitchcock Con la muerte en los talones), uno de los m¨¢s grandes del mundo, capaz de combinar cine con videojuegos y m¨²sica y quedarse tan anchos; el Paramount, un gigantesco cine con predilecci¨®n por los cl¨¢sicos, y el Violet Crown, una iniciativa privada que a¨²na el arte y ensayo con el cine experimental, un bar de c¨®cteles e instalaciones de lujo.
Jesse Trussell es el programador del Paramount. Viste de negro riguroso y come a toda prisa porque su sala ultima los detalles de un pase de Casablanca para 1.200 personas. "Est¨¢ todo vendido desde hace d¨ªas. Viene Peter Bogdanovich [legendario cr¨ªtico y director de cine] a presentarla". Trussell tiene treinta y tantos y, como la mayor¨ªa de los entrevistados, parece sufrir ataques de timidez excepto cuando se menciona la palabra cine. Trussell, como Nilsen, no es oriundo de Austin, pero afirma: "Venir aqu¨ª es lo mejor que he hecho en mi vida. No sabes la creatividad que hay, la cantidad de proyectos que surgen en cenas o comidas o con una cerveza. Adem¨¢s, la curiosidad de la gente es infinita, no se cansa de verlo todo. Pones cuatro cosas radicalmente distintas a la misma hora en cuatro puntos de la ciudad y lo llenas todo. Supongo que el hecho de que haya tantos estudiantes y de que esta ciudad sea la capital mundial de la m¨²sica ayuda".
El caso de Austin es poco habitual en Estados Unidos, donde los cines cierran por docenas. Aqu¨ª no cierra nadie, m¨¢s bien al contrario, y se mantienen al menos cinco videoclubes independientes. Del tema en cuesti¨®n tiene opini¨®n propia Louis Black, uno de los tipos m¨¢s ilustres de la movida cin¨¦fila, fundador del SXSW y editor del Austin Chronicle (el semanario gratuito m¨¢s popular). Black recibe a su visita en una destartalada sala de reuniones en las tripas de su cuartel general, la redacci¨®n del Chronicle. Luce una generosa barba blanca, pasa de los sesenta y pasan unos minutos hasta que se arranca en su faceta de showman: "Mira, aqu¨ª en Austin yo me he ido de fiesta con Tarantino, Del Toro, Robert Rodriguez, Linklater... Toda esa gente que ahora domina el cotarro se faj¨® aqu¨ª en Austin cuando nadie sab¨ªa nada de ellos. ?Sabes lo que dec¨ªan de Austin? Que era el ¨²nico sitio donde pod¨ªas echar un buen polvo cualquier noche de la semana. Ahora se habla de nuestro potencial creativo, de la cantidad de gente que viene aqu¨ª a perderse. Aqu¨ª puedes cruzarte con Terry [Malick] aunque a ¨¦l no le guste demasiado socializar, y cualquier d¨ªa puedes descubrir a un grupo fabuloso o ir a ver una pel¨ªcula que no dan en ning¨²n otro lugar".
De ese esp¨ªritu bebe tambi¨¦n Rebecca Campbell, coordinadora de la Austin Film Society, un ente p¨²blico que organiza todo tipo de eventos relacionados con el mundo del cine y que adem¨¢s se ocupa de los estudios de la ciudad: "Nada de esto hubiera pasado sin Richard Linklater, posiblemente el hombre que m¨¢s ha luchado para que Austin sea lo que es ahora". El director de Dazed and confused o Antes del amanecer tiene su despacho en una caravana a dos pasos, y aunque no est¨¢ en casa (por el cumplea?os de su hija) pueden verse en su mesa una docena de guiones y en su puerta un cartel: Auditions for Slacker [Slacker (1991) es la pel¨ªcula fundacional sobre la que se erige la cultura cin¨¦fila de Austin].
En el aeropuerto se venden unas tazas que ponen: "Keep Austin weird" ("Mant¨¦n Austin igual de raro"), un lema del que pocas ciudades podr¨ªan presumir pero que en Austin es ley de vida. Viendo c¨®mo les va, habr¨¢ que aplicarse el cuento.
Aqu¨ª alquila Terrence Malick
Entre los habitantes ilustres de Austin como Robert Rodriguez, Richard Linklater y, en tiempos, Quentin Tarantino, destaca el ¨²ltimo ganador de la Palma de Oro, Terrence Malick, con El ¨¢rbol de la vida, que se rod¨® a las afueras de Austin. Lars Nilsen, el programador del cine Alamo, y despu¨¦s de explicar entre risas que es posible que el agua de Austin tenga algo raro porque aquel enclave no se parece al resto del Estado de Tejas ni por asomo, se ofrece a llevar al periodista a un enclave sorpresa: "El videoclub de cabecera de Terrence Malick".
El lugar se llama Vulcan y es lo m¨¢s parecido a un templo romano en versi¨®n videogr¨¢fica que ha parido la cinefilia moderna, con unos 30.000 t¨ªtulos agrupados bajo los ep¨ªgrafes m¨¢s psicod¨¦licos que uno pueda imaginar. Su responsable, Bryan Connolly, confiesa de entrada haber visto "10.000 pel¨ªculas en los ¨²ltimos tres a?os" para su Enciclopedia de punks en el cine. Connolly viste una camiseta que le va estrecha, lleva una cinta de VHS tatuada en el brazo izquierdo y habla con orgullo del imperio del cine de Austin: "Aqu¨ª nos conocemos todos y no hay ning¨²n tipo de sentido de la competici¨®n, ni envidias, ni malos rollos. Cuando se crea ese tipo de sinergias, la gente lo nota y es mucho m¨¢s f¨¢cil trabajar. Adem¨¢s, los amantes del cine de Austin tienen inter¨¦s en verlo todo, as¨ª que nos obligan a estar pendientes de lo que se edita no solo en Estados Unidos sino tambi¨¦n en el resto del mundo".
De hecho, en el local se puede ver una estanter¨ªa entera dedicada al cine espa?ol. "Me encanta el cine espa?ol, ten¨¦is cosas cojonudas. Hace poco estuvo aqu¨ª Jess Franco, un t¨ªo maj¨ªsimo. He visto solo unas ochenta pel¨ªculas suyas, as¨ª que tampoco soy un experto". Y lo dice en serio.
Antes de abandonar el local, Connolly, un hombre peculiar, ense?a su disfraz de cinta VHS, un mamotreto con dos agujeros para los brazos y uno para la cabeza que se pone en ocasiones -muy- se?aladas: "No olvides decir que aunque sobrevenga el Apocalipsis, el Vulcan seguir¨¢ abierto. Seremos el ¨²ltimo videoclub sobre la faz de la Tierra".
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