Hooligans del jazz y tarzanes del piano
Kyle Eastwood, Nigel Kennedy y Jamie Cullum desconciertan en el Festival de Vitoria
La man¨ªa que les ha entrado a algunos con tocar jazz. Valga como ejemplo lo ocurrido el mi¨¦rcoles en Vitoria. Ninguno de los dos cabezas de cartel era, lo que se dice, un m¨²sico de jazz. El uno, Nigel Kennedy, acaba de aterrizar en este g¨¦nero despu¨¦s de una escabrosa carrera interpretando a Vivaldi y a Mozart. El otro, Kyle Eastwood, es hijo de artista, y no de uno cualquiera, y eso hay quien no se lo perdona. Que uno no puede apellidarse Eastwood y pretender pasar por m¨²sico de jazz. Los aficionados cabales no consienten estas cosas, "por eso toca aqu¨ª, que, si no, de qu¨¦". Y el de al lado, que no puede estar m¨¢s de acuerdo: "Si se apellidara Garc¨ªa, a ver qui¨¦n iba a contratarle".
Las versiones de los Beatles de Cullum prometen mucho y no dan nada
Kyle Eastwood -hijo de Clint Eastwood y de Maggie Johnson- no es el mejor contrabajista de jazz del mundo, aunque tampoco el peor. Pero, sobre todo, no da la lata como otros tocando solos interminables y sopor¨ªferos. Su m¨²sica suena bien; el propio Kyle, ya se ha dicho, toca bien su instrumento, y tiene junto a s¨ª a algunos excelentes instrumentistas tan j¨®venes como ¨¦l, los mismos que le acompa?an en su reciente Songs from the ch?teau.
Su jazz es amable y decorativo, algo falto de relieve, muy cinematogr¨¢fico. Aparte de que el muchacho tiene un palmito. Pero como es un m¨²sico de jazz, en su recital no hubo ataques de histeria ni tuvo que salir un miembro de la organizaci¨®n para retirar la lencer¨ªa arrojada al escenario por sus fans. Lo que tampoco es que ocurriera, pero casi, durante el subsiguiente recital de Nigel Kennedy; alguien a quien muy dif¨ªcilmente se le podr¨ªa catalogar como un modelo de belleza masculina. Si acaso, el divo del viol¨ªn podr¨ªa pasar por un hooligan camino del estadio a cuyo paso las ancianas se cambian de acera. Pelo encrespado, barba a medio afeitar y la infaltable camiseta del Aston Villa con el 11 a la espalda. Un punky tocando un viol¨ªn cubista como dibujado por Man Ray.
Del t¨¦ a las birritas para todos: Kennedy ignora que hace a?os que los m¨²sicos de jazz solo beben agua mineral en el escenario. Claro que las apariencias son una cosa y la m¨²sica, la que interpret¨® el susodicho y su peque?o ej¨¦rcito de aplicados int¨¦rpretes polacos en su recital del mi¨¦rcoles, otra muy distinta. Kennedy, que no es un m¨²sico de jazz, ni pretende serlo, toma caminos distintos a los habituales para llegar al mismo sitio. Su m¨²sica refinada introduce un nuevo concepto en el jazz del 2011: la originalidad.
Las cosas fueron bastante distintas en la jornada del jueves, con Jos¨¦ James, el tipo m¨¢s cool del mundo. Jos¨¦ se mueve como se supone que debe moverse alguien cool, como si estuviera espantando moscas a sus paso y viniera de correr el marat¨®n de Nueva York. En su condici¨®n de icono cool, gasta ropa con aspecto de me he puesto lo primero que he encontrado que uno puede adquirir en los comercios del ramo al precio desorbitado correspondiente. Y esa voz de tenorio del Spanish Harlem... no hay f¨¦mina que se le resista. Su m¨²sica camina por la delgada l¨ªnea que separa el escenario de jazz de la barra de discoteca. Solo que, a veces, patina. Acompa?ado por un grupo medianamente espantoso, en su recital del jueves no se content¨® con reducir a la nada algunos viejos himnos del jazz -Equinox, Moanin-, sino que invit¨® al colega Jamie Cullum para cantar juntos de la mano un Georgia On My Mind que mejor olvidarlo: es dif¨ªcil encontrar una canci¨®n que se ajuste menos a las condiciones de ambos artistas. Vino despu¨¦s el cambio de instrumentos, una eternidad, y un Jamie Cullum que, aqu¨ª, mueve multitudes. No tuvimos que esperar demasiado para que el muchacho se despojara de su camisa y diera el grito de Tarz¨¢n subido sobre el Steinway & Sons. Seis a?os despu¨¦s de su primera visita a la ciudad, todo lo que entonces llam¨® la atenci¨®n se ha convertido en una coreograf¨ªa con sabor a recocinado. Cullum juega a ser crooner y termina convertido en un Jerry Lee Lewis de v¨ªa estrecha. Sus versiones de los Beatles, Ray Charles o Jimi Hendrix prometen mucho y dan nada. Termina a solas con su piano cantando Gran Torino, faltar¨ªa m¨¢s. Y el respetable, tan contento (m¨¢s ellas que ellos). Lo sabor¨ªos que somos a veces los cr¨ªticos de jazz.
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